Desde la Ilustración parecía que había quedado establecido para todos, que la racionalidad, y por tanto el debate de ideas, eran las mejores fórmulas para avanzar socialmente hacia una sociedad más justa. Así se ha venido sosteniendo por cuanto movimiento o corriente progresista ha habido en los últimos siglos. Por eso, sorprende más, que en pleno siglo XXI haya un movimiento que parece proponerse acabar con esa trayectoria histórica y mantener una cuestión de tan largo alcance como es la igualdad de sexos, en un ámbito que excluye el debate social, el debate abierto y democrático sobre como deba abordarse una sociedad de iguales.
Y si esto es llamativo en sí mismo, más lo es que también por parte de algunas fuerzas políticas y opinantes, se haya establecido un catálogo de medidas que nos están sujetas a discusión ya que quien se atreva a hacerlo inmediatamente será tachado de machista, retrogrado y no sé cuántas cosas. Así no serían objeto de debate ni la paridad por ley, ni la discriminación positiva, ni las nuevas leyes de violencia de género, o de acoso sexual y moral.... y ello aún contra la opinión de los especialistas más capacitados para emitir opiniones sobre algunos de los temas, como por ejemplo, los penalistas en el caso de la ley contra la violencia de género y el establecimiento del delito de violencia masculina.
Para quienes consideramos esta situación como anómala y hemos comprobado que hay una pretensión de reducir todo lo discutible de esta cuestión a la violencia doméstica, no nos queda más que ingeniárnoslas para procurar espacios abiertos de debate como este mismo blog que no busca otra intención que la de procurar, por un lado, la posibilidad de expresar mis ideas sin los condicionantes de los foros contra la violencia doméstica, pero también para someter mis ideas y mi criterio sobre todas estas cuestiones al debate público, procurando una mayor clarificación de un tema tan amplio y complejo como el de la igualdad y no discriminación por razón de sexo.
Sorprende todavía más que una crítica tan demoledora a la actual deriva del feminismo, como la realizada por Elisabeth Badinter en su libro “Por mal camino”, primero, encuentre tantas dificultades para su difusión y, segundo, carezca por el momento de una respuesta a su altura, desde el lado del feminismo dominante. Qué decir de que los Institutos oficiales de la Mujer no se hayan dignado desmentir las acusaciones de manipulación y sesgo de sus estudios sobre violencia y en esta acusación concurren no sólo la citada autora sino muchos otros expertos y expertas, juristas y estadísticos.
Mi asombro se hace mayor cuando veo que otras conquistas de la civilización como la propia idea de igualdad son manejadas por algunas y algunos de forma tan parcial y sesgada. Así la idea de igualdad quedaría desligada de la idea de simetría o reciprocidad, y al albur de quien más fuerza tenga para imponer un criterio de igualdad que le sea más favorable. Así todos deberíamos condenar el separatismo de las sociedades de hombres, pero al tiempo, deberíamos aceptar que tratándose de sociedades de mujeres el criterio debería ser diferente, incluso admitir sin rechistar que ese separatismo se lleve a las instituciones oficiales y todo eso sea compatible con la idea de paridad por ley.
Sinceramente creo que en relación con estas cuestiones existe un amplio abanico de cosas que como mínimo requieren debate y clarificación. Entiendo también como imprescindibles una revisión y cambio de rumbo, pero de entrada me bastaría con suscitar debate alrededor de todo este asunto.
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