Después de leer en http://unnombrealazar.blogspot.com/2007/03/las-mujeres-los-hombres-las-leyes.html tan interesante entrada se me ocurrió que quizá sería momento para una reflexión un poco amplia sobre el momento que nos ha tocado vivir en nuestro país.
La ecuación del feminismo de género es sencilla. Siendo como somos, mujeres y hombres, dos clases, dos géneros, la mitad del poder político y económico pertenece a las mujeres. Si históricamente no ha sido así eso fue debido a que el hombre lo impidió, pues no se debe olvidar que en esta “lucha de géneros” el hombre ejerce el papel de clase dominante y las mujeres el de clase oprimida y explotada. A partir de esa “perspectiva de género” las demás características de las personas: clase social, color de piel, etc. pasan a un muy segundo plano, cuando no desaparecen, situando en un primer y único plano la condición de hombre o mujer.
Así hay que interpretar la legislación de género en nuestro país, en la que el hecho fundamental y decisivo es la condición de hombre o mujer. Si eres hombre la ley penal será más rigurosa contigo, si eres mujer gozarás de un plus de presunción de veracidad, si eres hombre quedarás automáticamente excluido de cualquier acción positiva (así es como hay que llamar ahora a la discriminación positiva), si eres mujer en ti se concentrarán todas las posibles acciones positivas sea para acceder a puestos de responsabilidad, al poder político, al control de los medios de comunicación,..... La violencia de género es siempre violencia del hombre sobre la mujer y debe estar especialmente penada porque es el reflejo del deseo de dominio de ellos sobre ellas etc.
Por tanto, si uno quiere entender el mundo en el que vivimos debe tener presente lo anterior para no volverse mico cuando lee en la prensa o escucha alguna declaración de los lideres políticos en las que se habla de que las mujeres ganan tanto (20%, 30%,40%) menos que los hombres, pues aunque se juega con una ambigüedad calculada que induce al error, no es que se esté comparando un hombre y una mujer situados en el mismo puesto y con la misma jornada sino que, sencillamente se compara lo que gana un hombre y una mujer por término medio y eso al margen del puesto de trabajo, la antigüedad... incluso el numero de horas trabajadas por unos y otras. Es decir, sin tener en cuenta, por ejemplo, que el hombre trabaja fuera de casa por término medio 2 horas y pico más que la mujer.
No se está considerando al hombre y la mujer sino a los géneros. De hecho un hombre situado en la misma posición, es decir, cuando cobra menos que otro por los mismos motivos que la mujer, no sufriría discriminación, porque ésta sólo es posible entre los géneros. Tampoco sucedería eso cuando la diferencia salarial lo fuese por razón del territorio en que se habita. Así, por ejemplo, la Agencia Estatal Tributaria, en base a las declaraciones de la renta de 2005 concluyó que los hombres declaraban unos ingresos por trabajo superiores en un 30 % a los de las mujeres. Este dato se utilizó profusamente como indicador de la discriminación salarial femenina. La Agencia tributaria también había extraído el dato de que las rentas salariales de los madrileños eran un 70 % más altas que las de los extremeños, pero aquí nadie hizo la lectura, a pesar de ser la brecha dos veces y media más grande, de que se tratara de ninguna discriminación, mucho menos de que fuese discriminación a los extremeños por ser extremeños.
Para redondear el victimismo femenino, el hecho de trabajar menos fuera de casa no se presenta como ventaja, sino como discriminación salarial, al tiempo que se presenta como discriminación el trabajar más en el hogar. De hecho las cifras nos hablan de que por término medio los hombres trabajan 2 horas y pico más que las mujeres fuera de casa, y ellas aproximadamente ese tiempo a mayores en el hogar y el cuidado de los hijos. Este aparente empate se presenta a la opinión pública como una doble discriminación de la mujer y como un doble privilegio del hombre y como un escándalo público lo poco que los hombres van al mercado, hacen las camas o planchan, incluso cuando él es el único que trabaja fuera.
De ese modo la mujer siempre resulta discriminada, el hombre sin embargo nunca. Situaciones como la pérdida efectiva de la paternidad en caso de separación si no hay acuerdo pareciera como que no forman parte de este paisaje, como tampoco formaría parte del mismo la pérdida de la presunción de inocencia en casos de denuncia por maltrato. Los criterios de equidad y simetría han dejado de valer para juzgar a unas y otros, y sólo el género es una categoría válida. Claro está que justamente el género se caracteriza por eso, por su falta de simetría y equidad, y así por justicia de género debemos entender una justicia que diferencia el trato penal para hombres y mujeres, igualdad de género, la discriminación positiva y todas las leyes de apoyo a la mujer, perspectiva de género un enfoque de los sexos caracterizado por hacer de ellos la clase dominante y opresora, y de ellas la clase dominada y oprimida.
Y en esto no debemos llamarnos a engaño, este feminismo jamás habla de igualdad a secas, la igualdad siempre tiene apellidos, y lo que le preocupa es el llamado “empoderamiento” de la mujer, sin importar si excede o no del 50 %. De hecho se propugna la igualdad allí donde la mujer está subrepresentada pero no donde mantiene sobrerrepresentación. Hay que corregir el acceso a las carreras donde la mujer lo hace en menor proporción, pero no allí donde lo hace en mayor. El fracaso escolar masculino en la enseñanza primaria y secundaria, no se considera un problema al que prestar atención, pues aquí parecería que sencillamente los alumnos obtienen lo que se merecen. (Y los estudios demuestran que este fracaso no está tanto relacionado con los conocimientos como con la valoración de las actitudes). No deja de ser curioso que, toda desventaja femenina se entienda como discriminación, si es masculina, entonces ya no lo es. De hecho nadie habla del siglo XXI como el siglo de la igualdad sino como el siglo de las mujeres.
Y ahora nos tropezamos con el llamado techo de cristal. Que dice este feminismo sobre el mismo. Pues fundamentalmente constata su existencia. Las mujeres reducen su presencia a medida que se sube en la escala de promoción laboral. ¿A qué se deba? No son necesarios sesudos estudios, se debe a que, si por definición esta sociedad patriarcal discrimina a la mujer, si el hombre busca dominar a la mujer, el techo de cristal es fruto de la acción concertada de los hombres para impedir su ascenso laboral y social. Estamos ante otro caso de discriminación. Es el mismo argumento que para las diferencias salariales. Estas existen en las cifras abrumadoras que se dan más arriba, pero ni los juzgados ni la inspección de trabajo conocen casos concretos en una proporción que llegue al 1%. Otro tanto sucede con la promoción de la mujer en el campo de ciencia y otros.
Ni la ciencia ni ningún estudio riguroso avala estas tesis del feminismo. Más bien al contrario, pero eso no es óbice para que nuestra legislación de género se haga eco de todas ellas. Si lo que se analiza es la violencia de pareja, los estudios más serios dicen que no se puede reducir algo tan complejo a una única causa, sea ésta el deseo de dominación o cualquier otra, pero también que esa misma violencia existe cuando las parejas no son heterosexuales y no en proporción menor, o que también se produce con características similares de madres a hijos. En relación con los estudios elegidos por unos y otras, nada hay que impida a una mujer realizar estudios de ingeniería o de otras carreras técnicas, excepto sus propias decisiones, de la misma manera que los hombres no van a determinadas carreras o lo hacen en menor proporción que las mujeres porque les atraen menos. Es más, hay estudios muy serios en la línea de que el espacio escolar, al menos en las primeras etapas, se adapta mucho mejor a las niñas que a los niños.
En el trabajo no existe discriminación salarial de la mujer por ser mujer, ni existe ninguna acción concertada de los varones para cerrarles el paso llegado un determinado nivel. Quizá merezca traer a colocación el testimonio de Sari Baldauf, finlandesa de 49 años que recientemente y cuando ocupaba el segundo puesto en la multinacional de teléfonos móviles Nokia, escribió una carta al presidente de la compañía para comunicarle el abandono de su puesto para dedicarse a su vida. Y si importante es el gesto, las palabras no lo fueron menos y así en declaraciones a la prensa dijo:
"PARA UNA MUJER", "es más sencillo elegir si quiere trabajar o quedarse en casa. Los hombres son menos libres, sufren una presión social muy fuerte". Pero es la única diferencia de género que admite. "Cuando trabajas, eres tú mismo. No creo que exista un modelo femenino y otro masculino de ejercer el poder. Es un estereotipo, una opinión caduca, superada; yo nunca he sentido que tuviera que ser como un hombre, ni tampoco he percibido nunca que esto fuese lo que los demás esperaban de mí. Las diferencias son sólo culturales y personales. Quizá para las mujeres sea más fácil abrirse a las emociones, ser capaces de escuchar. Diferencias difuminadas, desde luego, en un país nórdico; en Finlandia, las mujeres tienen derecho al voto desde 1906. El presidente de la República es una mujer, al igual que la mitad de los ministros del Gobierno".
Otro caso de parecido tenor es de Brenda Barnes, presidenta de Pepsi Cola en Estados Unidos, quien renunció a su trabajo para dedicar más tiempo a su marido y a sus tres hijos, de diez, ocho y siete años “No me marcho porque mis hijos me necesiten sino porque yo necesito estar más tiempo con ellos”.
Pero de nada valen las evidencias cuando la ideología es tan fuerte como lo que estamos comentando. Cualquier explicación que no pase por la dominación del hombre y la discriminación de la mujer no son válidas, y en nuestro país, que es un país de fundamentalistas de uno y otro signo, parece que nos ha tocado la peor parte, y ahora nos encontramos con una legislación que no tiene parangón en el mundo, y de la que desconocemos sus resultados finales; aunque a un año de aplicación de la Ley contra la violencia de género, y a pocos meses de una ley de divorcio que prometía custodia compartida y acabó como acabó, estemos comenzando a ver algunos de sus estragos.
Obsérvese que en todo este tiempo de paridades y 50% no he mencionado el hecho de que el 98 % de los trabajadores de la construcción son hombres, o la práctica totalidad de los cuerpos y fuerzas de seguridad, comenzando por los bomberos y terminando por la guardia civil, o los marineros de alta mar, o los camioneros, o tantas y tantas profesiones de los sectores primario, industrial y de construcción que se alejan de los estándares de comodidad y seguridad de los empleos del sector terciario donde se concentra la práctica totalidad de los empleos femeninos, y no he mencionado que la práctica totalidad de los accidentes de trabajo los sufren los hombres, más de 1.000 al año, ni tampoco he preguntado por qué se comienza a pensar la conciliación de vida laboral y familiar por el sector servicios, el empleo público y las mujeres, si donde la necesidad es mayor es en los empleos más arriba mencionados ocupados en la práctica totalidad por hombres, ni tampoco si la petición de igualar la jornada laboral dentro de casa se acompañará de la correspondiente a la de igualar también la del trabajo fuera, etc. Tampoco si no habrá que considerar una representación más equilibrada por sexos en todos los tramos educativos, incluidas las edades más tempranas, para que así no suceda que muchos niños y niñas no se tropiezan con la figura masculina, porque en su casa no está, y en la escuela tampoco, hasta edades muy avanzadas (1.400.000 niños viven en hogares monoparentales, en los que el cabeza de familia es una mujer en la casi totalidad de los casos). Como veis el tema es prácticamente interminable, y sería buena una reflexión colectiva, que no estuviese protagonizada exclusivamente por mujeres como parece ser su pretensión, y se abriese a todos y a todas porque estamos condenados a llegar a un acuerdo, pero entiendo que éste no puede venir vía imposición del lado de las mujeres, aún cuando como dije más arriba, se nos pretenda presentarlas a ellas como las víctimas del sistema, y a nosotros como los grandes beneficiarios.
Un post genial, Emilio. No creo que se pueda hacer un mejor resumen. Me guardo el enlace ;)
ResponderEliminarSaludos!
Alguien que sabe muy bien cómo funcionan las cosas dentro de los partidos, Joaquín Leguina, recuerda unas cuantas cosas obvias (de esas que hoy en día está prohibido recordar):
ResponderEliminarhttp://www.joaquinleguina.es/de-la-igualdad-y-sus-complicaciones
* (Fran) Emilio me he leído 4 veces el post, porque me ha gustado especialmente y por toda la información que contiene. He analizado detenidamente cada párrafo y lo que en él querías demostrar y no puedo decirte nada más que es genial. Pensamientos e ideas que yo también he tenido en algún momento, de forma dispersa e inconexa, tú los enlazas dentro de un mismo discurso perfectamente ilvanado y que refiere a un futuro y describe una realidad que ya está aquí.
ResponderEliminarMi enhorabuena Emilio. Un saludo.