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10 febrero, 2008

Dolores que no duelen

Leí el otro día en la prensa las declaraciones del portavoz de una asociación de padres separados, quien decía que aunque ahora volvía a tener pareja, cada uno vivía en la suya porque no quería tener que pasar de nuevo porque “me echen de mi casa”. Y el viernes pasado el reportaje de El País en el que se aborda el estado en que quedan muchos hombres tras un proceso de separación. No sólo expulsados de sus casas y alejados de sus hijos, también en la más absoluta indigencia teniendo, con sus 40 o 50 años, que volver a vivir con sus padres, ahora que el Gobierno concede ayudas para vivienda a los menores de 30 años en la intención de que puedan independizarse.

Y con toda la crudeza del reportaje, que creo es mucha, máxime si le añadimos guindas como la opinión de las mujeres juristas, o las situaciones en que uno paga la hipoteca de la vivienda en la que ahora vive la ex-pareja junto a su compañero, o el dato de que de las 202 viviendas que la Comunidad de Madrid destinará a cubrir esta carencia se reparten con el siguiente criterio: "En el primer paquete, consistente en 40 viviendas, 38 han ido a parar a mujeres y sólo 2 a hombres". Con todo y eso estoy convencido de que lo que el reportaje avanza es sólo la punta del iceberg de un problema de muchísima mayor dimensión. Quizá sólo haya que detenerse a mirar la proliferación de hombres que cada día en mayor número llenan las calles abandonados de todo el mundo.

Y por un momento, he pensado que hay dolores que duelen y dolores que pasan desapercibidos. Me refiero claro está a dolores de tipo social, esos dolores que vivimos indirectamente, dolores como el que sentimos con un reportaje como el anterior. Y he pensado que los dolores de los hombres es como si fuesen menos dolores. He pensado en los 1.000 muertos anuales en accidente laboral, o los veintitantos guardias civiles que se suicidan al año, o el elevado porcentaje de separados y viudos incapaces de afrontar su nueva situación, o los 11 marineros muertos en lo que va de año, y he pensado que esos dolores los sentimos menos porque sencillamente permanecen en el silencio.

En el silencio y en el olvido. Como diría una feminista son invisibles para la sociedad. En alguna otra entrada he recogido que un accidente laboral en el que habían muerto 6 trabajadores no había sido portada de ningún periódico de los de gran tirada y me supongo que tampoco de los de menor, a excepción seguramente de la localidad donde se había producido. Pero estoy por asegurar que lo mismo sucede con los más de 1.000 al año. Y estos también dejan familia. Seguramente se trata de un asunto sobre el que sería muy conveniente que reflexionásemos un poco más.

6 comentarios:

  1. Anónimo12:44 p. m.

    Es muy triste. Y no me cabe ninguna duda de que si en un accidente laboral hubiesen muerto seis mujeres esa noticia la tendríamos en las portadas y los informativos abrirían con ella.

    Check your privileges, es lo que se suele decir a los hombres que cuestionan el patriarcado. Cierto, hay hombres que tienen privilegios, pero también hay hombres que están en lo más bajo de la escala de la opresión, y esos no les interesan a nadie.

    Es curioso esto de los hombres en los extremos de la escala. Emilio, creo que tú trabajas en la educación, ¿no has notado que en tus clases el alumno más brillante y el más problemático suelen ser, en ambos casos, chicos?

    Leyendo los comentarios del reportaje de El Pais he visto que hay algunos de mujeres casadas con divorciados, que tienen que ver cómo sus maridos sufren el abuso de las leyes. También está el caso de los abuelos paternos, que tienen que renunciar a sus nietos.

    La mujer casada con un divorciado, y a la madre de un divorciado que ya no puede disfrutar de sus nietos ya pueden sentir ese dolor invisible del que hablas. Quizá sea esa la única forma de luchar, denunciando el sufrimiento emocional de las mujeres al ver a sus hombres tratados injustamente.

    ¿Qué hay detrás de todo esto? Voy a lanzar una idea a ver qué opinas tú y tus lectores: yo creo que puede influir precisamente eso que tanto critican las feministas. La caballerosidad.

    Puede parecer una tontería, pero yo creo que la caballerosidad es algo que sigue influyendo de forma notable en la sociedad, aunque parezca algo anticuado y pasado de moda. En el fondo, es lo que hace que en una película nos preocupe más el sufrimiento de una mujer que la muerte de un hombre. Es lo que permite que una mujer nos diga insultos que jamás permitiríamos a otro hombre, lo que hace que en el Titanic se gritara eso de mujeres y niños primero, y que gracias a eso una soltera de 60 años tuviese prioridad sobre un padre de familia de 30.

    A muchas feministas les parece que se les discrimina, y muchas veces con razón, pero me gustaría saber lo que dirían si realmente consiguiesen acabar con la caballerosidad y que empezasen a sufrir lo mismo que muchos hombres. Quizás entonces empezarían a luchar por la igualdad de verdad.

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  2. Creo que estás en lo cierto. En la llamada sociedad patriarcal el hombre mantenía un nivel de exigencias altísimo no menor que las mujeres. Entre otras cosas conseguir el sustento y dar protección, y eso aunque se nos pretenda decir otra cosa nunca fue moco de pavo, si exceptuamos apenas algunos lustros del siglo pasado. Y entre otras exigencias implicaba como nos contó Amaia Beranoaguirre lo que relata del Titanic o la historia del padre que perdió su vida tratando de salvar a su hijo. Los bomberos siguen siendo todos hombres. Es un tema que abordarlo convenientemente exigiría tiempo e ingenio. Mientras tanto decir que las mujeres, también el feminismo de género, mantienen absoluto silencio sobre la disimetría que supone que el 98% de los trabajadores de la construcción sean hombres, o los bomberos citados. En general, todas las tareas que supongan riesgo para la vida. En estos asuntos parece que no les importa que la paridad se rompa de forma tan absoluta. Mientras tanto tendremos que lidiar con argumentos como los de este artículo http://blogs.publico.es/dominiopublico/300/el-machismo-contraataca/
    Un saludo

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  3. Anónimo2:05 a. m.

    En el blog de Glenn Sacks, uno de los más importantes sobre los derechos masculinos en internet, hay una entrada sobre la feliz idea del PP de reducir los impuestos a las mujeres.

    http://glennsacks.com/blog/?p=1787#more-1787

    Menciona un artículo de Gilles Saint-Paul que analiza la propuesta en profundidad, aquí:

    http://www.voxeu.org/index.php?q=node/922


    Como ves, semejantes derivas en el funcionamiento de nuestro país ya están llamando la atención fuera de nuestras fronteras.

    Ya se que el inglés dificulta un poco las cosas así que intentaré traducir lo mejor que pueda un par de párrafos del artículo de Saint-Paul, que me parece muy interesante :


    [...] Todas las objeciones prácticas de la propuesta sugieren que las supuestas ventajas de los impuestos sesgados según el sexo pueden resultar mucho menores de lo que los autores piensan. Pero mi opinion es que una propuesta así está mal y es peligrosa no sólo por esos problemas prácticos, sino porque supone abolir la igualdad ante la ley. Los autores no parecen darse cuenta de que están contribuyendo a la decadencia de las instituciones democráticas.

    [...]

    El Sr. Rajoy, dijo que el objetivo era conseguir la igualdad entre hombres y mujeres, por lo tanto las mujeres deberían pagar menos impuestos que los hombres hasta que se alcance la igualdad. Cuando tal objetivo se consiga, los impuestos sesgados deberían eliminarse.

    Por "igualdad" el Sr. Rajoy no puede referirse a igualdad de derechos, porque es precisamente lo que la propuesta propone abolir. En realidad, él persigue la igualdad de resultados, pero incluso tal planteamiento es engañoso, ya que un hombre ganará menos que una mujer con las mismas habilidades haciendo el mismo trabajo en la misma empresa. A causa del impuesto, la mujer recibirá en la práctica más paga que el hombre por el mismo trabajo. Por lo tanto, el Sr. Rajoy y los demás que defienden los impuestos sesgados no están interesados en igualdad de resultados, sino en igualdad de estadísticas. Quieren igualar el salario medio y la tasa media de ocupación entre hombres y mujeres.

    Supongamos por un momento que los políticos están interesados de verdad en tal objetivo. La pregunta es: ¿cuántos derechos civiles están dispuestos a abolir para alcanzar estos objetivos de planificación Staliniana? Las leyes anti-discriminación ya regulan las políticas de salarios y contratación de las empresas. Ahora se nos dice que eso no es suficiente y que los impuestos deben discriminar según el sexo. Dado que siempre hay alguna estadística que difiere entre dos grupos, siempre habrá alguna razón para que el gobierno socave los derechos constitucionales con la excusa de arreglar las desigualdades.

    Pero sería ingenuo creer que si alguna vez se alcanza la igualdad las políticas discriminatorias desaparecerían. ¿Quién puede creer seriamente que la bajada de impuestos para las mujeres propuesta por el PP se eliminaría el dia que las mujeres trabajen tanto y ganen lo mismo que los hombres en media? Las estadísticas que hay que igualar son escogidas cuidadosamente de acuerdo a la agenda política de "organised interest". En vez de eliminar las políticas igualadoras cuando se alcanza el objetivo, lo que se hace es cambiar el objetivo hacia alguna otra estadística que justifique mantenerlas o introducir otras nuevas. Un ejemplo es cómo el debate del alcance de las mujeres en las universidades se modificó para centrarse exclusivamente en las carreras científicas en cuanto las mujeres se convirtieron en mayoría en practicamente todas las demás áreas. Y todavía no hemos oido ninguna propuesta de "igualdad de resultados" defendiendo políticas de discriminación a favor del hombre en áreas en las que las mujeres van mejor, como la educación o la esperanza de vida.

    Entonces, ¿qué tenemos aquí? La "igualdad ante la Ley" se escribió en las constituciones en la época de la ilustración no sólo porque se creyera en ella, sino como garantía de que la democracia no degeneraría en tiranía. Si eliminamos los derechos individuales, una mayoría puede imponer un daño arbitrario a cualquier minoría. [...] el alza de la "corrección política" nos ha conducido a una situación donde los hombres son la única minoría a la que se puede perjudicar a cambio de beneficios electorales.

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  4. Anónimo2:16 a. m.

    Tampoco me resisto a traducir uno de los comentarios en el blog de Glenn Sacks:



    ¿Y qué tal si bajamos los impuestos a la gente bajita?

    Hay abundante investigación que demuestra que los ejecutivos y gestores más bajos ganan menos.

    ¿Y los jugadores de baloncesto más bajos?
    ¿Y los jugadores de fútbol con sobrepeso?
    ¿La gente con discapacidades?

    La mayoría de estos problemas son tan géneticos como el sexo femenino.

    Y se puede discutir si un hombre afectado por estas desventajas está en una posición peor que una mujer en la misma situación.

    Oh, lo olvidaba. Estos grupos desaventajados no son una mayoría de votantes...

    como las mujeres sí son.

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  5. Anónimo2:33 a. m.

    ¡Ja! perdona por el bombardeo, pero esto es muy bueno. Acabo de ver que en las referencias del artículo de St. Paul hay un enlace hasta un trabajo de la universidad de Harvard que habla precisamente de los impuestos a las personas altas :)

    http://www.economics.harvard.edu/faculty/mankiw/files/Optimal_Taxation_of_Height.pdf

    Resumiendo, demuestra académicamente y con todo lujo de detalles que siguiendo los mismos argumentos de los que defienden la idea de variar los impuestos en función del sexo, se llega a la conclusión de que habría que aumentar los impuestos a las personas altas.

    Y esto supone un dilema. ¿Por qué discriminar en función del sexo y no de la altura?

    Yo lo contesto: porque contentar a los bajitos no da todavía ninguna ventaja electoral.

    Alucinante.

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  6. Muchas gracias por las citas, son estupendas. Para mi desgracia actual elegí en su momento francés y el inglés que sé no me da para seguir una bitacora en esa lengua. En cualquier caso la coincidencia de ideas no puede ser mayor. Me reconforta saber que desde otras latitudes se pueda percibir exactamente lo mismo que yo vengo expresando en esta bitácora. La verdad constituye una importante dosis de moral. Ahora ya sólo hace falta que sean muchos y muchas quienes puedan acceder a nuestros planteamientos, para ver si de esa manera somos capaces de parar la deriva absolutamente enloquecida de nuestros políticos, que en estos asuntos han perdido pie completamente.

    Un saludo

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