Después de los espantosos datos de paro y del terrible ataque a nuestra economía la semana anterior, el Gobierno pareció hacer propósito de la enmienda y, el miércoles pasado aceptó, a efectos de ese pacto que propone para superar la crisis, poner sobre la mesa de negociación todos los intocables: regulación del mercado laboral, reforma del sistema de pensiones, fraude fiscal, economía sumergida… con la excepción de uno, la reducción del número de ministerios.
Quién se atrevería a pronosticar que el hueso más duro en todo lo referente a la crisis lo iba a constituir la reducción de gasto por parte de la propia administración, sobretodo porque varios de los grupos políticos dispuestos al mismo, lo habían propuesto en más de una ocasión, pero también porque además de la carga simbólica que supone, no debería producirse reducción en la atención a esas áreas ya que las competencias podrían ser asumidas perfectamente por otros ministerios y porque a efectos de opinión pública ni se apreciaría la reducción si tenemos en cuenta que de varios de ellos prácticamente nadie conoce quien sea su titular.
Pero fijémonos también en lo siguiente: el día de esa gran ofensiva contra los talibanes de Afganistán, sabéis quién contó los pormenores de la misión, pues un general, porque a la ministra lo que le tocó ese día fue hablar de Haití, pero hay más, sabéis quién fue el artífice del trabajo de reflotar el crédito internacional de nuestra economía después de todos los dislates de la ministra y el presidente del Gobierno, pues no fue ella como se viene diciendo, sino el Secretario de estado de comercio. Sabéis a quien ha tocado pedir perdón por todas las chapuzas del Gobierno, a Celestino Corbacho, y aquí no digo yo que a él no le toque una parte.
Sabéis quién está en esa arriesgada comisión encargada de negociar el pacto anticrisis, pues el Ministro de Fomento, sabéis quién no está, María Teresa Fernández de la Vega. Sabéis quienes se han ido quedando por el camino: Jesús Caldera, Fernando López Aguilar, Pedro Solbes, César Antonio Molina… ¡Ojo! todos tuvieron algún problemilla con la ortodoxia feminista, Caldera con la no discriminación salarial, López Aguilar con la custodia compartida, Solbes no fue lo suficientemente obediente a Fernández de la Vega, César Antonio Molina dijo que mientras él fuera ministro de cultura no aceptaría bibliotecas de mujeres…
En fin, que se hacen apuestas acerca de la capacidad de pervivencia de ministros y ministras más allá de su valía y sus éxitos individuales. Para que luego nos venga Lorente hablando de esos hombres con todos los poderes y esas mujeres huérfanas de cualquier atisbo del mismo. Y que se aplique el cuento aquel de: cuando veas las barbas de tu vecino afeitar… De hecho, su caso tampoco es excepción. A pesar de ser quien más da la cara del Ministerio, es también quien con más boletos juega para ser relevado. Como dice Susan Pinker, en la entrevista que encontrareis en documentos: “La competición femenina tiende a ser subterránea y matizada, mientras que la competición masculina es más concreta.”
Perdón por tratar aquí algo no referido directamente a la entrada que nos ocupa, pero que es de inmediata actualidad: los dos últimos artículos de la feminista Marina Mayoral
ResponderEliminar.
En el primero de ellos (17 de febrero, titulado "Non era o violador") la autora, al tiempo que reconoce la existencia de algunos casos, que ella insiste en que son rarísimos, de falsas condenas contra varones acusados de violación, termina con la siguiente frase: "Erros como os que comento poden provocar que queden impunes moitos culpables." Es obvio que, a pesar de todo, la prioridad de Marina Mayoral no es evitar que se condene a inocentes, sino evitar que los culpables no queden impunes. Por otra parte, es obvio que Marina Mayoral ignora el más terrible caso de falsas acusaciones, el de Tommouhi y Mounib, lo que demuestra hasta qué punto nuestros medios de comunicación ocultan determinados asuntos.
.
En su siguiente artículo, publicado hoy mismo (22 de febrero, "Denuncias falsas"), la autora viene a reconocer que efectivamente hay algunas denuncias falsas, aunque insiste en lo infrecuentes que son. Pero para ilustrar este tipo de denuncias cuenta dos historias personales: la primera recoge los problemas que ella misma tuvo con una alumna lesbiana; la segunda es la historia de la ruptura amorosa de su propio hijo, cuya excompañera, una persona evidentemente agresiva, aparecía luego en una mesa redonda sobre violencia machista mostrándose como ejemplo de víctima de tal tipo de violencia. En relación con este segundo caso, y tras dejar bien claro que su hijo era el agredido y no el agresor, Marina Mayoral concluye: "pero se ela repetira a súa afirmación ante un xuíz, ¿a quen lle daría creto este?".
.
La realidad en ocasiones es tan terca que, poco a poco, desborda los diques de fanatismo. Incluso Marina Mayoral, que se ha hecho un nombre a base de ver machismo en todas partes, tiene que acabar reconociendo, muy a su pesar y con la boca pequeña, que la palabra de una mujer, sin más garantías, es suficiente para que un hombre sea acusado por violencia doméstica o, incluso, por violación.
.
http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2010/02/17/0003_8299935.htm
.
http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2010/02/22/0003_8310549.htm
.
(Athini)
A mi se me quedó grabado un artículo de esta señora en el que se quejaba amargamente de que los papeles de bobos en el cine quedaban reservados para las mujeres, citando como ejemplo a la adorable Doris de Buscando a Nemo.
ResponderEliminarEn cuanto a estos dos últimos artículos, me imagino a la marquesa de Medio Pollo (la de los anuncios de Gomaespuma) diciendo algo así como:
"Yo no soy racista. Mis criados negros son como de la familia"
Pues lo mismo.