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05 mayo, 2006

Encuesta sobre acoso I

En este análisis sobre la encuesta: El acoso sexual a las mujeres en el ámbito laboral, presentada recientemente por la secretaria de Políticas de Igualdad, Soledad Murillo, y cuyos resultados fueron recogidos ampliamente por todos los medios de comunicación, me gustaría antes de ninguna otra cosa abordar dos cuestiones previas.
Una: el motivo que explica la cascada de legislación “de género” que nos está brindando el Gobierno socialista y, dos: el significado preciso que cabe atribuir al concepto de género en la concepción dominante del feminismo actual, conocido también por algunas autoras como feminismo institucional, por la proximidad que mantiene al poder de quien recibe su financiación y apoyo. Otros autores identifican a este feminismo como fundamentalista o radical.
Buena parte de la legislación puesta en marcha por el Gobierno socialista desde su llegada al poder se debe al compromiso alcanzado por el PSOE, cuando estaba en la oposición, con determinadas asociaciones de mujeres y al apoyo que éstas prestaron al mismo en las pasadas elecciones. Pero en buena medida se debe también a la necesaria trasposición a la legislación nacional de directivas de la Unión europea. En ese sentido por ejemplo, Elisabeth Badinter en su libro Fausse Route nos recuerda que:
“El 17 de abril de 2002, la señora Anna Diamantopoulou, comisaria encargada del empleo y de los asuntos sociales, anunciaba que el Parlamento Europeo acababa de adoptar una ley contra el acoso sexual definida así: “Un comportamiento no deseado, verbal, no verbal o físico, de índole sexual con el propósito o el efecto de atentar contra la dignidad de la persona y de crear un entorno intimidatorio, hostil, degradante, humillante u ofensivo.” No solo el acosador puede ser un colega o subordinado, sino que los términos son tan imprecisos y tan subjetivos que todo y no importa que puede ser calificado de acoso. Esta definición incluso no menciona ya, como lo hace la ley francesa actual, la noción de “artimañas repetidas”. Es la puerta abierta al visual harassment (mirada muy insistente) y otras sandeces. ¿Dónde queda entonces la frontera entre lo objetivo y lo subjetivo, lo real y lo imaginario? Sin hablar de lo que separa la violencia y la intención sexual. A título indiscutible de violencia, la señora Diamantopoulou citaba la colocación de fotos pornográficas en una pared, anunciando de esta forma que ese será el próximo objetivo. Nadie duda que estamos asistiendo a una deriva a la americana. No está lejano el momento en que, como en Princeton, será considerado acoso sexual “toda atención sexual no deseada que engendre un sentimiento de malestar o cause problemas en el escuela, el trabajo o en las relaciones sociales”.
Legislación que está en la raíz de la Ley de Igualdad en trámite de aprobación en las Cortes Generales, y muy relacionada con la encuesta que finalmente quiero que constituya el objetivo principal de este análisis.
La otra cuestión que me interesa clarificar desde le primer momento es, la significación del concepto de género en todo este asunto. Para ello, echaré mano de nuevo de una cita de la autora más arriba citada y lo completaré con algunas consideraciones propias. Dice Elisabeth Badinter: “Desde hace treinta años, el feminismo radical americano ha tejido pacientemente la red de un continuo del crimen sexual que quiere demostrar el largo martirologio femenino. En el espacio de algunos años aparecieron tres libros salidos de esta corriente que impusieron el tema de la opresión sexual de las mujeres. El primero trataba de la violación, el segundo del acoso sexual y el tercero de la pornografía. Obteniendo sus autoras Susan Brownmiller, Catharine MacKinnon y Andrea Dworkin, una considerable celebridad. A continuación, Dworkin y MacKinnon trabajaron juntas, puesto que estaban de acuerdo sobre lo esencial: las mujeres son una clase oprimida, y la sexualidad es la raíz misma de esta opresión. La dominación masculina reposa en el poder de los hombres para tratar a las mujeres como objetos sexuales. Este poder que se hace remontar al origen de la especie habría sido inaugurado por la violación. Sobretodo, a sus ojos, la violación, el acoso sexual, la pornografía y las vías de hecho (golpes y heridas) forman un conjunto que revela la misma violencia contra las mujeres. Sin olvidar la prostitución, el strip-tease y todo lo que tiene relación de cerca o de lejos con la sexualidad. El veredicto es sin apelación: es necesario obligar a los hombres a cambiar su sexualidad. Y para conseguir esto: modificar las leyes y sentarlos en los tribunales.”
Ambas cuestiones nos dan la perspectiva para situar convenientemente dicha encuesta, su fundamentación ideológica y política y su finalidad, que no es otra que afianzar la perspectiva de género en todos los estudios relacionados con el binomio hombre-mujer, cuyo contenido podemos resumir diciendo que, la sociedad patriarcal se sostiene en base a la violencia que el hombre ejerce sobre la mujer para mantenerla como un ser dominado. La violencia está sexuada, la violencia es del hombre. En esta concepción del feminismo no puede haber más que una víctima y un verdugo, la mujer víctima el hombre verdugo. El hombre ejerce violencia con ánimo de dominación, la “agresividad” de la mujer no tiene más fin que el defenderse.

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