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16 diciembre, 2006

Contra la violencia de género

Como sigo con muy poco tiempo, traigo al blog un nuevo artículo de Xosé Luis Barreiro Rivas publicado en La Voz de Galicia el 25/11/2006 donde con su particular lucidez vuelve a poner el dedo en la llaga en relación con violencia de género.

Contra la violencia de género

LA LEY contra la violencia de género, aprobada por unanimidad, y en respuesta a una demanda social tan dramática como evidente, se está mostrando como un rotundo fracaso. Y sólo la necesidad de «mantenella y no enmendalla», que va implícita en todas las formas de pensamiento único, está permitiendo que el sempiterno discurso sobre la falta de medios y la escasa implicación de los jueces sustituya a la necesaria evaluación de una política que no sólo no ofrece soluciones claras, sino que empieza a dar muestras de constituir -¡seamos valientes!- una parte del problema.
En esta ley, idolatrada por el pensamiento correcto, admirada por propios y extraños, y puesta de ejemplo por conferenciantes pagados que nadan a favor de la corriente, se dejan ver todos los vicios que van anexos a la diarrea legislativa que padecemos, cuyo verdadero objetivo consiste en dar la sensación de que hemos hecho los deberes y solucionado un problema, cuando lo único que hemos logrado es pasarnos las responsabilidades de unos a otros como pasan sus cartas los trileros: del ejecutivo a los jueces, de los jueces a la policía, de la policía a la sociedad y de la sociedad a los políticos.
El primer error de esta ley proviene de hacer un diagnóstico muy simple de un problema complejo, que impide analizar las causas y los ambientes en los que se genera y activa la violencia de género, para centrarse sólo en el momento final del proceso. El segundo error viene de asumir un análisis maniqueo de la pareja, que, si bien permite sacar rápidas consecuencias, puede desfigurar los hechos. El tercer error, muy grave y generalizado, consiste en haber maleado las técnicas procesales para llegar al problema por atajos varios, sin advertir que la propia ley iba a crear un amplio campo de injusticias, abusos y errores procesales. La quinta equivocación consiste en positivar situaciones negativas, como si el hecho de romper parejas y extender sospechas generalizadas sobre conductas masculinas fuese algo equivalente a la felicidad y el progreso. Y el sexto error, y por ahora último, consiste en fiar la corrección de las conductas criminales al agravamiento de las penas, sin darse cuenta de que el que ejerce la violencia de género ya da por descontado un castigo que entiende y acepta como un colofón de su crimen.
A favor de la ley se invoca su capacidad de concienciación y la extensión de la protección social y policial a las mujeres agredidas. Pero ésta es una línea judicial y policial insostenible e ineficaz. Y por eso sería bueno que empezásemos a reflexionar sobre si la felicidad está en los juzgados y al margen de los valores. Porque mucho me temo que estamos equivocados.

2 comentarios:

  1. Anónimo7:35 p. m.

    Comprendo muy bien esa sensación que usted sufre de estar hablando para las paredes. La característica de los momentos de caza de brujas es, precisamente, que hace falta ser heroico para reconocer lo obvio. Cuando conservar la lucidez resulta casi imposible, la presencia de argumentados como los suyos, basados en la lógica y en los datos, y no en el prejuicio fácil o sin más en el puro insulto resulta especialmente reconfortante. La existencia de Internet supone un alivio para quienes, por innata necesidad de raciocinio, nos negamos a adoptar sin más la ortodoxia impuesta. No me cabe duda de que su bitácora tiene muchos lectores potenciales, pero, por alguna razón, carece de visibilidad (yo, que llevo algún tiempo interesado en la información sobre este tema, no la había encontrado hasta ahora y, como le decía, el hallazgo fue absolutamente casual).
    Al igual que usted, yo también tengo muchas otras cosas que atender en mi vida profesional y personal. El problema de la violencia doméstica no tiene ninguna relación directa con mi vida (ni tengo tales problemas con mi cónyuge, ni los he tenido, ni me parece verosímil que vaya a tenerlos), y está al margen también de mis ocupaciones profesionales (al menos por el momento). Me interesa este tema, sin embargo, por lo que creo que tiene de significativo en el momento actual, pues en él se dan cita varias tendencias de nuestra sociedad que realmente me asustan y contra las que siento la responsabilidad moral de luchar:
    (1) la transformación del feminismo en todo lo contrario a lo que yo durante mucho tiempo pensé que era (un movimiento basado en la racionalidad que luchaba porque el sexo de cada cual no prejuzgara definitivamente todos los aspectos de su vida);
    (2) la consideración de que el derecho penal es la fórmula universal para resolver todo tipo de problemas;
    (3) la facilidad con la que los medios de comunicación crean histerias colectivas basadas en datos incompletos, exagerados o, sencillamente, falsos.
    En otro orden de cosas, comparto con usted el interés por los artículos de Barreiro Rivas, y no solamente, por cierto por los relativos a la violencia doméstica. Respecto a este asunto tengo noticia de tres artículos de este autor. Los dos últimos son precisamente los que usted recoge. Aunque es posible que usted ya tenga noticia del primero, por si no fuera así, me permito incluirlo aquí (supongo que hubiera sido más correcto hacérselo llegar en un correo electrónico, pero como no he sido capaz de encontrar su dirección).

    athini_glaucopis@hotmail.com
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    LA DURA TOZUDEZ DE LOS HECHOS

    (por José Luis Barreiro Rivas, en La Voz de Galicia, 3-mayo-2004)

    LAS GUERRAS de liberación, hechas por potencias civilizadas, tienen su historia de represión y tortura. Los ejércitos invencibles, que exhiben el armamento más sofisticado, se retiran de Faluya con el rabo entre las piernas, entregando su custodia a los retazos de ejército del dictador destituido.

    Los conflictos controlados de Colombia, Haití, África Central o Kosovo reverdecen cada poco, en contra de toda razón, con crueldad inenarrable.

    Y los maltratadores de Sevilla, Madrid o Alzira siguen liquidando y quemando a sus víctimas, como si no se hubiesen enterado de que ahora gobierna Rodríguez Zapatero.

    Y es que, de la misma manera que las universidades son un paraíso terrenal solamente alterado por el bullicio de los alumnos, también la política es un reino ideal que los hechos cotidianos se empeñan en negar.

    Por eso me parece importante dedicar dos líneas a la violencia familiar y de sexo, antes de que el PSOE entre en la dinámica de pura contención que ya traía el PP. Porque, aunque es verdad que el anteproyecto de ley integral anunciado por Caldera tiene un apartado dedicado a la prevención, todo apunta a que también los socialistas van a trabajar sobre la hipótesis de una esencial perversión de lo masculino, que convierte en algo pernicioso el análisis de las causas que llevan a un hombre a su locura destructiva y asesina.

    Hoy mismo veremos cómo las autoridades estudian protocolos de alejamiento imposibles de cumplir, modelos de prevención que extienden el problema como una mancha de aceite, formas de denuncia ciudadana que echan las culpas a los jueces y a la policía, e ideales de seguridad que acabarían llenando las calles de hombres con pulseras electrónicas y mujeres rodeadas de escoltas.

    Pero nadie parece dispuesto, en cambio, a replantearse el modelo de separación de matrimonios y de atribución de custodias y bienes patrimoniales que convierte a los hombres, a veces alcohólicos o neuróticos, en bombas ambulantes.

    Nadie cree que, de la misma manera que hay que acoger a las mujeres maltratadas, se hace necesario atender a hombres que, fracasados, expulsados de sus casas, condenados a la soledad, sometidos a un absurdo sistema de relación con sus hijos y tutelados por jueces que ni siquiera les dejan hablar, operan como lo que realmente son: auténticos enfermos y desesperados que asumen su degradación y su castigo antes de volar su mundo por los aires.

    No comprendo ni quiero relativizar ninguna violencia. Pero tampoco quiero callarme ante lo que ya es un evidente desastre de las políticas sociales de género, que parecen haber entrado, sin que nadie lo denuncie, en la peligrosa dinámica de la huida hacia delante.

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  2. Anónimo9:11 p. m.

    Saludos de nuevo, Emilio, coincidimos más o menos hace un año en AHIGE, en el que mantuvimos interesantes discusiones con los moderadores de aquel foro. Al igual que tú, mantengo un blog en el que comento mis impresiones sobre una auténtica igualdad no sexista, http://www.quediario.com/blogs/11718/ . Como tú, mi dedicación al blog es a “tiempo parcial”, y a título personal, no estoy afiliado a ningún grupo o partido ni recibo subvenciones. Me alegra saber que no has abandonado tu deseo de difundir una información que cada vez es más afín con hombres y mujeres de diferentes credos políticos. jlmendi@hotmail.com

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