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En la
sociedad tradicional la mujer se ocupaba básicamente de la casa y los hijos y
el varón ejercía de proveedor y protector.
No como fruto de ningún “pacto
sexual” -el papel de cada uno en la reproducción no ha sido nunca una
elección y el hombre no podía haber decidido que sería él quien pariría los
hijos-, tampoco ningún “pacto social”, sino como consecuencia directa de
que eran las mujeres quienes traían los hijos al mundo, lo que las colocaba en
una posición que empujaba a que fuesen ellas quienes los atendiesen en los
primeros años de vida y mientras no podían valerse por sí mismos. Las labores
de provisión y defensa asignadas al varón derivaron de esta realidad.
Esta
situación que durante miles y miles de años es imposible verla asociada a cualquier
privilegio, máxime si tenemos en cuenta que todo estaba lleno de peligros y que estos se multiplicaban
fuera de la cueva. Fue sin embargo en este contexto y ligado a las tareas relacionadas
con la caza en grupo que los hombres, los varones, comienzan a organizarse, a
reconocer jerarquía, pero también el
enorme valor de la cooperación. Si la caza estaba bien organizada y dirigida
eran capaces de vencer al mamut, en otro caso todos corrían mucho peligro.
Mientras tanto en el ámbito de las mujeres esta verticalidad en la organización
no era tan necesaria y reinaba una mayor horizontalidad.
Con la
llegada de la agricultura y la ganadería fue la experiencia de los varones en
la organización social lo que los colocó en posición de ventaja en relación con
lo público y la cultura y ese es el motivo por el que ésta nace de la
mano de los hombres y tiene como misión principal actuar como elemento cohesionador y de cemento de las
estructuras sociales que se estaban creando, primero con base en el mito para
dar paso en la Grecia clásica al pensamiento racional. La cultura buscaba
mantener un orden social que cada vez
era menos natural y que por eso mismo exigía que la cultura jugara ese papel ya que se necesitaba una fuerte cohesión para
hacer operativo el conjunto. Fue necesario un gran aparato cultural y
propagandístico para convencer a los hombres de que morir en defensa de los suyos constituía un honor.
La
apelación a definir un canon masculino y femenino formaba parte de ese plano de
necesidades. De la mujer se exaltaban sus valores familiares, a los hombres se
dirigían las demandas para mantener el orden social, cultivando las virtudes de
fortaleza, valentía y defensa de los suyos. En Antígona están bien recogidas
todas esas necesidades simultáneamente y cuál era el resultado de no conseguir conciliar
la ley natural y la ley de los hombres. La separación era radical pero no se
podía renunciar a los grandes sacrificios que representaba cada rol. El hombre
debía construir los caminos y los puentes, levantar las ciudades y estar
dispuesto a entregar su vida en defensa de los suyos, ya fuese que lo que corriese peligro fuese la comunidad, o
simplemente la familia y los más cercanos.
Que un sistema tan rígido no podría ser eterno
y acabó derivando en enormes disfuncionalidades e injusticias parece que es la conclusión
que a partir del siglo XIX comienza a extenderse en los sectores más avanzados
de la sociedad. Que había que encontrar otro orden de cosas que hiciese posible
una mejor y más igualitaria convivencia pronto se hizo extensible a casi todo
el mundo, aunque no se tuviese muy claro las consecuencias de cada una de las
decisiones de “igualdad” que se iban tomando. Que en la consecución de
determinados cambios las resistencias eran más sólidas de lo que pudiese
pensarse resultó cierto. Que eses dificultades no derivaban de un maquiavélico
plan masculino también. Que en otros ámbitos esa resistencia no existió y más
bien lo que sucedió fue todo lo contrario es históricamente constatable.
Que es
sin embargo cuando más cerca se estuvo de aproximarse a esos objetivos que
irrumpe en escena lo que aquí definimos como neofeminismo, tratado en distintas
entradas: por ejemplo ésta o esta otra y también ésta o ésta; primero en su formulación como
feminismo radical y culturalista y luego en su expresión de género para
transformar lo que constituiría una conquista de civilización en un quítate tú
para ponerme yo que ha abierto una profunda brecha entre diferentes
corrientes y colectivos feministas y particularmente con los hombres por cuanto ha desplazado al plano de las personas: marido, padre, hermano… al varón en
general, esa voluntad de dominio y explotación y con ello dado lugar a toda esa legislación
de género que pretende no ya el cambio de la estructuras sociales sino “cambiar
la masculinidad” a la que considera como una entidad amenazante y opresora para todos los
colectivos que no sean los varones heterosexuales.
Afrontar
con honestidad un debate que resitúe el papel de los sexos en la sociedad
teniendo en cuenta que éste es el contexto en que nos movemos exige por lo
tanto muchas consideraciones previas, la
primera que no puede hacerse desde la convicción de que todos los derechos
sobre la reproducción y la sexualidad son femeninos, o que los hijos pertenecen
a las madres y con ellos el hogar familiar, que no se puede mantener por más
tiempo la actual asimetría jurídica y de
derechos de hombres y mujeres y que sabiendo como todos sabemos que la mejor
manera de hacer camino es al andar no se puede seguir manteniendo un sistema
educativo que condena a los varones al fracaso escolar primero y a la exclusión
social después. Que no puede ser que el
impacto de género se mida solo si quien
sale perjudicada es la mujer pero no si lo es el varón. Y sobre todo que de ese
proceso lo que ha de emerger es la idea de persona y ciudadano más allá del sexo con el que cada
uno y cada una debamos convivir.
La larga mano del feminismo actúa otra vez. En El País de hoy aparece la siguiente encuesta sobre ciencia:
ResponderEliminarhttp://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/23/actualidad/1366735673_087917.html
y la encuesta:
http://haveyoursay.eisri-summit.eu/index.php/255959/lang-es
Sorprende la redacción en femenino y parece que está pensada para ser respondida solo por mujeres, al estilo de las encuestas sobre malos tratos etc. Pero leyendo los comentarios me encuentro con el de Javier PG
"La pregunta a) es incoherente con la última pregunta. Si yo no soy mujer ¿por qué iba a responder esa pregunta? Sencillamente he respondido porque la pregunta original en la encuesta en inglés es: How much do you feel that your gender has influenced your professional life?
Lamentablemente la mala traducción de la encuesta va a causar un sesgo y unos resultados poco fiables"
Arturo
feminismo.
ResponderEliminar(Del lat. femĭna, mujer, hembra, e -ismo).
1. m. Doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres.
2. m. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres.
Estas son las definiciones que da la RAE de feminismo. Observad que no existe ninguna alusión a la igualdad en lo relativo a las obligaciones, como no hace tampoco ninguna referencia a la igualdad de derechos en lo relativo a los hijos.
De ese modo la RAE clava lo que pasa: igualdad en los derechos que antes disfrutaban los hombres, pero sin el correlato de esa misma igualdad en las obligaciones y silencio en lo relativo a los hijos... A esto yo le llamo ecuación de género.
Alberto
Lo escribí en un tuit ayer y lo repito hoy en torno a la relación de los sexos históricamente lo que ha habido es un gran pacto de silencio y lo que ahora sucede es que ese pacto se está reeditando. No tengo claro a tenor de la actitud de feministas y mayoría social que ninguno de esos colectivos tenga interés en un gran debate social abierto a todos. En el post que comenta la entrada y para no desmerecer con todo lo que hasta el momento ha sucedido, se pone en guardia frente a quienes no acepten sus dictados, indefectiblemente tiene que tratarse de los que quieren reeditar la sociedad patriarcal.
ResponderEliminarQuizá una noticia como esta debiera provocar algún tipo de alarma http://padresdivorciados.blogspot.com.es/2013/04/mas-de-la-mitad-de-los-hombres.html
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