Leer el discurso de género no es sencillo
y tengo la impresión de que se trata de una estratagema para hacer más difícil
su inteligibilidad y en consecuencia la respuesta que se le haya de dar. Se
trata de un enfoque en el que uno no sabe nunca a qué atenerse porque cuando se
espera que la lógica vaya en una dirección lo que se encuentra es que va en la
contraria, y que esta vez es en esa dirección pero en cualquier momento puede
ser en la opuesta. La ambivalencia, es decir, entender como válida una
respuesta y su contraria, se convierte así en una de sus notas más destacadas.
Y así, después de haber identificado
machismo y maltrato o machismo y sociedad patriarcal o todavía machismo y sexismo
y de explicarnos que por sociedad patriarcal debemos entender aquella
construida en beneficio del hombre y detrimento de la mujer y en su versión de género como aquella
construida en beneficio de la dominación masculina sobre las mujeres,
dominación que se valdría de todos los medios posibles incluida la violencia,
resulta que cuando la justicia no inculpa a las mujeres de los corruptos
también estaríamos hablando de machismo aunque cueste ver en ello nada que se
asemeje a lo de más arriba, más bien al contrario diría yo.
Pero la cosa no acaba ahí y como vimos en
la penúltima entrada el académico no duda en calificar como machista el hecho
de que el género masculino sea el no marcado, o que en el Congreso de los
diputados el proyecto de Ley del aborto del P.P. haya sido calificado del mismo
modo, aún cuando su autoría pertenezca a una partido político conformado por
hombres y mujeres y esté auspiciado por sectores muy conservadores de la
sociedad entre los que se encuentra la Iglesia, que si su cúpula está conformada
por hombres, no son estos su principal clientela ya que son muchas más las
mujeres practicantes, pero también por
los grupos pro-vida compuestos en su inmensa mayoría por mujeres.
Los ejemplos podrían multiplicarse ya que el término es como una especie de saco
sin fondo donde cuando alguien quiere sacarse de encima un tema incómodo o una
explicación matizada sencillamente puede recurrir a él en la completa seguridad
de que nadie tendrá nada que reprochar en el temor de que se puede volver contra él un anatema lo suficientemente
ofensivo como para que alguien desee exponerse a que le sea colgado. Venimos así a caer en
la cuenta de que mediante un procedimiento en el que como por arte de
birlibirloque algo tan difuso e impreciso como machismo tanto vale para resolver la autoría de un
proyecto de ley, una ventaja moral y jurídica a favor de las mujeres o resolver
un tema lingüístico, como para fundamentar la discriminación de las mujeres o
ser equiparable a la violencia de género.
Pero es que si fuésemos al término género
nos encontraríamos ante una situación semejante y si en algún momento se dice
que las personas tenemos género que no sexo, en otros momentos se dicta una ley
llamada de violencia de género en la que en la práctica lo que se recoge es la
violencia de pareja cuando esta es heterosexual y es ejercida por el hombre
sobre la mujer. También contra los hijos pero sólo en el caso de que la misma
sea perpetrada por el padre, no así la perpetrada por la madre, y al lado nos
encontramos con que también existe una justicia de género, las enfermedades
mentales son catalogadas en función del género, o en la enseñanza se hace
necesaria la educación de género.
No sé qué méritos cabrá atribuir al
feminismo de género pero el de la claridad tengo para mí que no y mientras todo
esto sucede las cosas en sociedad discurren como si nada de lo anterior
precisase ser aclarado aunque sea tanto lo
que está en juego. El resultado sin
embargo viene a derivar en una idea que se impone en todas las mentes: en esta
sociedad hay un sexo que representa el lado oscuro de la misma y hay otro sexo
carente siempre de cualquier responsabilidad si de lo que se habla es de lo
rechazable o lo indigno.
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