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15 enero, 2014

El machismo y los enredos del lenguaje

Leer el discurso de género no es sencillo y tengo la impresión de que se trata de una estratagema para hacer más difícil su inteligibilidad y en consecuencia la respuesta que se le haya de dar. Se trata de un enfoque en el que uno no sabe nunca a qué atenerse porque cuando se espera que la lógica vaya en una dirección lo que se encuentra es que va en la contraria, y que esta vez es en esa dirección pero en cualquier momento puede ser en la opuesta. La ambivalencia, es decir, entender como válida una respuesta y su contraria, se convierte así en una de sus notas más destacadas.

Y así, después de haber identificado machismo y maltrato o machismo y sociedad patriarcal o todavía machismo y sexismo y de explicarnos que por sociedad patriarcal debemos entender aquella construida en beneficio del hombre y detrimento de la mujer  y en su versión de género como aquella construida en beneficio de la dominación masculina sobre las mujeres, dominación que se valdría de todos los medios posibles incluida la violencia, resulta que cuando la justicia no inculpa a las mujeres de los corruptos también estaríamos hablando de machismo aunque cueste ver en ello nada que se asemeje a lo de más arriba, más bien al contrario diría yo.

Pero la cosa no acaba ahí y como vimos en la penúltima entrada el académico no duda en calificar como machista el hecho de que el género masculino sea el no marcado, o que en el Congreso de los diputados el proyecto de Ley del aborto del P.P. haya sido calificado del mismo modo, aún cuando su autoría pertenezca a una partido político conformado por hombres y mujeres y esté auspiciado por sectores muy conservadores de la sociedad entre los que se encuentra la Iglesia, que si su cúpula está conformada por hombres, no son estos su principal clientela ya que son muchas más las mujeres practicantes,  pero también por los grupos pro-vida compuestos en su inmensa mayoría por mujeres.

Los ejemplos podrían multiplicarse  ya que el término es como una especie de saco sin fondo donde cuando alguien quiere sacarse de encima un tema incómodo o una explicación matizada sencillamente puede recurrir a él en la completa seguridad de que nadie tendrá nada que reprochar en el temor de que se puede volver contra él un anatema lo suficientemente ofensivo como para que alguien desee exponerse a que le sea colgado. Venimos así a caer en la cuenta de que mediante un procedimiento en el que como por arte de birlibirloque algo tan difuso e impreciso como machismo  tanto vale para resolver la autoría de un proyecto de ley, una ventaja moral y jurídica a favor de las mujeres o resolver un tema lingüístico, como para fundamentar la discriminación de las mujeres o ser equiparable a la violencia de género.

Pero es que si fuésemos al término género nos encontraríamos ante una situación semejante y si en algún momento se dice que las personas tenemos género que no sexo, en otros momentos se dicta una ley llamada de violencia de género en la que en la práctica lo que se recoge es la violencia de pareja cuando esta es heterosexual y es ejercida por el hombre sobre la mujer. También contra los hijos pero sólo en el caso de que la misma sea perpetrada por el padre, no así la perpetrada por la madre, y al lado nos encontramos con que también existe una justicia de género, las enfermedades mentales son catalogadas en función del género, o en la enseñanza se hace necesaria la educación de género.

No sé qué méritos cabrá atribuir al feminismo de género pero el de la claridad tengo para mí que no y mientras todo esto sucede las cosas en sociedad discurren como si nada de lo anterior precisase ser aclarado aunque  sea tanto lo que está en juego.  El resultado sin embargo viene a derivar en una idea que se impone en todas las mentes: en esta sociedad hay un sexo que representa el lado oscuro de la misma y hay otro sexo carente siempre de cualquier responsabilidad si de lo que se habla es de lo rechazable o lo indigno.


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