Luego de leer esta
documentada y razonada entrada de Pitiklinov, concluyendo lo único que
desde la ciencia y los datos se puede concluir en relación con la llamada
violencia de género, que se trata de una violencia bidireccional y no unidireccional como se
pretende, y que afecta tanto a parejas heterosexuales como homosexuales, lo que
se me ocurre es que quizá lo único que al autor se le escapa es que en nuestras
sociedades ese tema pertenece al terreno de lo ideológico y lo político y no de la ciencia y la reflexión razonada y
por eso su escrito es mucho más probable que lo que despierte sea persecución
política e ideológica, como en sus mismas líneas se recoge que sucede con
quienes se atreven a poner en cuestión el dogma de género, que una respuesta en
su mismo nivel: académica, documentada y, desde los hechos y no la ideología.
Vivimos en la cultura de la
imagen y como bien sabido es, una imagen vale más que mil palabras. El combate
entre el silencio reflexivo, la toma en consideración de los datos y la exposición razonada de unas conclusiones,
tiene poco que hacer ante la contundencia y la inmediatez de una imagen. Si cuando
alguien sorprende a un adolescente masturbándose lo que queda es la expresión
de culpa y haber sido pillado del chico, y cuando a quien se sorprende es a una
chica lo que queda es la tremenda indiscreción y asalto a la intimidad de quien
observa, estamos ante una diferencia de género. Y confío en que lo anterior no
suene a truco o juego de palabras, porque así están consiguiendo que veamos las cosas. Se
trata de hechos e imágenes muy similares pero en las que el foco de atención se
ha desplazado y con ello conseguido
hacer dos lecturas completamente contrapuestas.
Las diferencias de género existen para
ambos sexos: la esperanza de vida de los varones es entre 6 y 8 años menor, el
fracaso escolar es masculino, el suicidio es entre 3 y 4 veces mayor en los
hombres que entre las mujeres, los empleos de riesgo y esfuerzo los desempeñan
los hombres, y un largo etcétera que no es ahora el momento de enumerar. Pero,
por ejemplo, si cuando se habla de esperanza de vida, el resumen es parecido a
esto: Los malos hábitos y la inclinación de los hombres por el riesgo son dos
factores que explican la brecha entre la esperanza de vida masculina y la
femenina. Es un hecho que las mujeres viven más, pero también que con peor
calidad de vida que los varones. Se estará consiguiendo no solo neutralizar
esa evidente desventaja de los hombres, sino darle la vuelta al asunto y presentarlas
a ellas como las peor paradas.
Es más en la extrema izquierda, y en la
que no lo es tanto, no existe ningún reparo en silenciar esa brecha entre
hombres y mujeres, pero acudir a ella cuando de la diferente esperanza de vida de
ricos y pobres se trata para presentarla como la mayor de las injusticias sociales.
Y otro tanto de lo mismo con el suicidio que mientras se intentó ligar con la
crisis económica entonces constituía la mejor prueba de la maldad del sistema, pero
al observarse que no es así, sencillamente se ha olvidado el gravísimo problema
de salud que representa y se lo ha desligado de cualquier connotación de
injusticia social. Pensar en que algún día se pueda dar vuelta a esta curiosa
forma de ver el mundo va a exigir mucho esfuerzo de atención a estos aparentemente
pequeños detalles.
Podríamos continuar el análisis con la
educación y en lugar de poner el foco en el fracaso escolar masculino resaltar
la infrarrepresentación de las mujeres en las carreras técnicas, que es la mirada
que están consiguiendo imponer, y en cuanto al trabajo olvidar que los
empleos de mayor desgaste físico y emocional los desempeñan los hombres para
denunciar la discriminación laboral femenina, o como sucede en el caso del
suicidio declararlo tabú y así conseguir que se olvide un problema que
silenciosamente se lleva al día la escalofriante cifra de 10 personas, de ellas
entre 7 y 8 varones. El foco de género se ha impuesto en la observación de la
realidad social y con ello la mirada ideológica y política de asuntos tan
sensibles como la educación, la violencia, el empleo o los derechos políticos y
jurídicos de las personas y mientras esto siga siendo así el magnífico análisis
de Pitiklinov corre el riesgo de sufrir el mismo destino de tantos otros que
con el paso de los años han acabado en la papelera del olvido. En nuestra mano
debería estar exigir una rectificación a tanto desatino.
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