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21 abril, 2007

Volver a la Ilustración

Leo, de Gregorio Peces-Barba: Volver a la Ilustración (El País, 16 de abril de 2007) http://www.almendron.com/tribuna/?p=15055 , y compartiendo la mayor parte de las cosas que dice en él, como cuando afirma “La defensa del individuo y de su autonomía moral constituye un desiderátum de civilización que debe ser el objetivo de la pedagogía de la libertad en el ámbito educativo y también en el social y político.” O cuanto dice en relación con abandonar del debate político el odio y el desprecio del otro, las descalificaciones totales y sin remisión en: “.. la búsqueda de caminos alternativos marcados por la tolerancia, la amistad cívica y el juego limpio.” Así como “La Ilustración supuso la conquista de la autonomía moral de las personas y la superación del paternalismo de la teología como gran controladora del pensamiento y de la acción humana. La persona supo caminar por sí misma y toda la cultura de las luces produjo un gigantesco esfuerzo por salir de la minoría de edad y para aprender y saber.”

Y alabando su pertinencia para el análisis de la realidad política y de los partidos en nuestro país en el momento presente, entiendo que, con lógica parecida, todo lo contenido en él, conviene a una realidad quizá algo menos evidente, más desconocida en su significación profunda y del largo plazo, cual la que se refiere a todo lo que tiene que ver con las políticas de género, y una ideología como la que representa el feminismo institucional al que, según mi opinión, le son aplicables las grandes consideraciones contenidas en el artículo, en lo que representa de vuelta a la minoría de edad, negación del otro, leninismo, etc.

Esta es la ideología que subyace en leyes como la de igualdad o contra la violencia de género, donde el individuo, la persona humana, ha desaparecido, para quedar subsumida en una categoría, la de género que lo determina de forma absoluta. Es la división de los seres humanos en dos categorías, dos clases, que dependiendo de en cual de ellas se nos integre supondrá una diferente consideración jurídica, política, moral. Es una ideología en la que la idea de derecho a lo que más se asemeja es a la concepción leninista del mismo, no sólo porque se entienda como la principal arma de transformación social, también por el escaso respeto hacia las garantías jurídicas y la presunción de inocencia. Una ideología que no se caracteriza, por su amor y respeto a la verdad, y en la que pareciera que todo vale. La manipulación constante de las estadísticas de discriminación salarial, acoso laboral o violencia doméstica, es un hecho denunciado por otras feministas y estadísticos y profesionales de distintos campos relacionados con la materia.

Una ideología que no admite de buen grado la pluralidad de opiniones y que se ha autoerigido en la gestora de la moralidad pública: sus posiciones en relación con la prostitución, y en particular la negación del derecho de expresión a las mujeres que la desean ejercer libremente, deja bien a las claras que su falta de respeto por la autonomía de las personas, no se queda en el mero plano teórico; pero al tiempo muestra la hipocresía de su planteamiento como si su negativa a regularizar la prostitución redundase en cualquier otra cosa que no sea el perjuicio de quienes la ejercen, como si por el hecho de no reconocerla fuese a desaparecer.

Una ideología que admite de muy mal grado la discrepancia y la diversidad de opiniones. La persecución a que se ha sometido a la señora María Sanahuja, decana de los juzgados de Barcelona, y a cuantas desde otras visiones del feminismo han osado discrepar de sus planteamientos es una muestra de lo que digo. Una ideología en fin, que ha optado por manifestarse lo mínimo imprescindible, porque seguramente es consciente de que sus toscos postulados no resistirían la luz pública, y que en coherencia, dirige todos sus esfuerzos a mantener estas cuestiones en al ámbito de las creencias más que en el de las ideas.

Y, llegados a este punto, quisiera recoger aquí, la perplejidad ya expresada por Elisabeth Badinter e Ivon Dallaire, en el sentido de que siendo los hombres los más perjudicados por estas políticas, sean los que menos disconformidad expresan. No en vano quienes en mayor número y con más fuerza están poniendo en evidencia a este feminismo son otras mujeres, en su mayor parte con otra visión y práctica del feminismo. Quizá apuntar que para explicar este extraño comportamiento haya que pensar no sólo en el miedo a ser tachado de machista o retrogrado, también en la práctica seguida en partidos políticos y organizaciones sociales durante decenios, consistente en considerar que deberían ser las mujeres quienes se ocuparan de estos temas y, como no, en el buen cuidado que este feminismo puso y sigue poniendo en mantener este territorio como coto privado.

Una última cuestión, el señor Peces-Barba en su apoyo entusiasta a una asignatura como Educación para la Ciudadanía, ha llegado a desarrollar los contenidos de la misma, en línea con lo recogido en el artículo citado más arriba, planteamiento que a mí particularmente me gusta. Pues bien, debiera saber que, al menos en mi Comunidad, en lo que más se está insistiendo es en la atención preferente que esta asignatura debe dar al tema de la “igualdad”. Y mucho me temo que de lo que se esté hablando es de igualdad de género, con lo que finalmente podría resultar que cuando se apuntaba a una asignatura para la formación de ciudadanos del siglo XXI, pueda terminar convirtiéndose en una asignatura marcadamente ideológica cuyos contenidos fundamentales versen sobre la perspectiva y el enfoque de género; es decir, dándole la vuelta completamente al planteamiento del señor Peces-Barba, y al que correspondería a una materia que lleva por título: Educación para la ciudadanía.

1 comentario:

  1. Anónimo9:27 p. m.

    Pero precisamente Peces Barba, más allá de sus proclamas teóricas, ha apoyado con todo entusiasmo la vigente ley "de violencia de género". Precisamente son personas como Peces Barba, tan capaces de decir una cosa y hacer otra completamente distinta, las que dan el tono moral de nuestra época (y, mucho me temo, de todas las épocas).

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