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19 septiembre, 2009

Punto de encuentro

Ya sé que sonará muy vago pero a los hombres lo que nos falta es un punto de encuentro. Al menos es mi percepción, que tengo la impresión no se escapa mucho de lo que en verdad sucede. En esto hay que reconocerle al género que ha sabido hacerlo muy bien, por un lado, unir a las mujeres como una piña y, por otro, conseguir que los hombres, cuando no se miran con recelo entre sí, eludan considerar que existe un tema llamado hombres. Otras veces he tratado el tema de las diferencias abismales en cuanto a la conciencia de género de las mujeres y los hombres y no pretendo repetir lo ya dicho. De momento dejo esto aquí por si os sugiere alguna cosa o sencillamente pensáis que se trata de una idea que no puede conducir a ninguna parte.

En mi opinión el tema del género o del feminismo institucional como se prefiera llamarlo no es ya un problema ideológico, o sólo ideológico, o fundamentalmente ideológico, porque va mucho más allá y se trata de algo que está en las instituciones, en las leyes, en el campo social. Es un problema de poder político, también ideológico, pero fundamentalmente político. Al lobby feminista no sólo no le preocupa que se esté cuestionando su base ideológica, por otro lado lo suficientemente elástica como para defender la paridad de las listas electorales o de los consejos de administración de las empresas, para luego hacer trizas ese principio allí donde puede, léase por ejemplo: control de la programación de televisión, control de la publicidad, imposición de protocolos sobre cómo se debe informar en los temas relativos al género, consejo de mujeres para vigilar el impacto de géneros de los presupuestos generales del Estado, legislación sobre separaciones, primeras etapas de la educación, instituciones públicas exclusivas de la mujer: instituto de la mujer, consejerías de la mujer, etc.

En cualquier caso la actitud defensiva en la que nos movemos los hombres frente a las andanadas del feminismo lo que ponen de manifiesto es que ni tan siquiera estamos en los comienzos sino más atrás. Y en esta situación el gol del feminismo está en consagrar una nueva división social de género en la que los hombres seguiremos jugando el papel de protector y principal proveedor de la familia –es verdad que ahora desde una dimensión mucho más social-; en las ocupaciones de más esfuerzo y riesgo, con algún premio ocupando puestos de ejecutivos en la economía y la política, pero siempre y cuando todo ello haya recibido el visto bueno y la aprobación de dicho lobby, quienes en un discreto segundo plano y eludiendo las responsabilidades directas habrán señalado el rumbo a seguir. En algún momento yo también pensé que preocuparía a las ideólogas del género el día que las estadísticas de la destrucción de empleo no fueran mayoritariamente femeninas sino masculinas; hoy que sucede eso, y dichas ideólogas reaccionan como lo hacen, me doy cuenta lo equivocado que estaba.

1 comentario:

  1. Anónimo10:18 a. m.

    Sí, no estamos ni siquiera en el principio, sino mucho más atrás, valga la 'boutade', pero eso no debe inducirnos al desánimo. En realidad, hemos avanzado mucho más de lo que parece. El feminismo es, sin duda, la ideología dominante, la auténtica Religión de Estado, pero quienes hoy se atreven a criticarla saben que no están absolutamente solos. Aún no hay ese "punto de encuentro" que centralice todos los esfuerzos de volver a la racionalidad, pero van apareciendo pequeños "puntos de encuentro" parciales, como lo es esta misma página electrónica, y entre ellos, a su vez, se van estableciendo conexiones con otros "puntos de encuentro" semejantes (como la página de "buenamente" o "absurdistán"). El proceso será paralelo al de la condensación del vapor de agua: primero tienen que ir surgiendo gotas microscópicas, antes de que éstas den lugar a gotas de lluvia y, finalmente, la lluvia llene ríos y mares.

    Hace quince años, quien se atreviera a dudar de los dogmas feministas estaba condenado a tener la sensación de que absolutamente nadie pensaba como él: era total la ocultación que los medios de comunicación imponían a las discriminaciones a que era sometido el varón (incluso en una cosa tan evidente como el servicio militar). La aparición de Internet ha permitido que podamos saber que no somos los únicos que opinamos de una determinada manera. Cuando una persona ve aquello que nadie a su alrededor ve, esta persona puede tener la sospecha de haberse vuelto loca; sin embargo, cuando sabe que hay más, aunque sean minoritarios, que comparten su opinión y que han llegado a ella independientemente, entonces puede tener confianza: siempre han sido determinadas minorías pioneras las que a la larga han tenido la razón.

    (Athini)

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