Lo que viene sucediendo con el contrato a tiempo parcial muestra muchas cosas, pero sobretodo, la frivolidad de una clase política y sindical que lo había relegado a un segundo o tercer plano porque el feminismo así lo había decidido al considerarlo como una de las fórmulas de la discriminación laboral de las mujeres. Por ese motivo, por ejemplo, en la Administración pública estaba prácticamente prohibido, a pesar de que, según muchos técnicos constituía la mejor fórmula para distintos puestos de lo público.
Ahora y como en Alemania se ha demostrado una forma eficaz para mantener el empleo se habla de él como si de una fórmula mágica se tratase y se quiere devolverle una dignidad que nunca debió haber perdido. Duele constatar cómo en lo político muchas cosas se deciden porque el lobby feminista las apoya o se dejan de considerar porque al lobby no le gustan, sin que haya detrás un trabajo de estudio y reflexión independiente. Observad por ejemplo que es ahora que tan cerca estamos de los cuatro millones de parados cuando menos referencias existen a su distribución por sexos.
Para que no todo sea de un color tan cenizo, ojead esta viñeta de Erlich
Es, en efecto, una característica que también comparte el feminismo con las ideologías totalitarias: están dispuestas a que la sociedad pague cualquier coste, sea el que sea, antes de reconocer la existencia de hechos, por palmarios que éstos sean, que puedan contradecir sus prejuicios. Si la realidad y los hechos no se adaptan a la ideología, ¡tanto peor para los hechos y la realidad!
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En una época en la que se sabía ya muy bien que el principal activo bélico de un país era su potencial científico, el régimen Nazi, al mismo tiempo que se preparaba para una "guerra total", se deshizo de la mitad de sus científicos más eminentes por el hecho de que estos eran judíos: la bomba atómica americana hubiera sido, sin lugar a dudas, una bomba atómica alemana, si desde Einstein hasta Fermi no hubieran tenido que huír debido a las leyes raciales.
En los momentos más crudos de la guerra, cuando el frente oriental comenzaba a desplomarse, los trenes que transportaban soldados alemanes tenían que demorarse constantelmente: tenía toda la prioridad el transporte de los judíos y gitanos destinados a los campos de concentración.
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Otro tanto sucedió una y otra vez en la Rusia Soviética: durante décadas se consideró que las explicaciones darwinistas y la genética no eran más que absurdas proyecciones de los prejuicios burgueses, y los estudios de biología y la ingeniería agrícola estuvieron dominados por teorías delirantes, pero que, a juicio de Stalin, eran conformes con la ortodoxia comunista.
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Del mismo modo, el feminismo ha decidido que todos y cada uno de los problemas existentes, desde el cambio climático hasta los asesinatos, son sólo el fruto de la maldad de los varones, necesitados urgentemente de una "reeducación especial" (muy semejante, sin duda, a aquella que se impartía en los campos de concentración soviétios). Cualquier intento de solucionar los problemas que se desvíe de estos presupuestos está prohibido de antemano.
(Athini)