Pienso en la idea de igualdad que se nos está vendiendo y se me viene a la cabeza aquella campaña que decía: Te lo diré 1000 veces… ¡Somos iguales! Y me pregunto:
¿Por qué habría de ser necesario repetirlo mil veces? ¿Será que lo que se proclama con las palabras no se corresponde con los hechos y se trata más de vencer que de convencer?
¿Por qué esa necesidad del feminismo de género de esconderse detrás de una campaña publicitaria tras otra?
¿Por qué esa necesidad de esconderse siempre detrás de algo y no dar nunca la cara?
Cuando el feminismo dice IGUALDAD, ¿qué quiere decir?
¿Quiere decir, que la guerra es cosa de hombres y que por eso sólo a ellos compete?
¿Quiere decir, no a la custodia compartida?
¿Quiere decir, que la ley debe ser y aplicarse diferente según el sexo?
¿Quiere decir, que los recursos públicos deben aplicarse preferentemente a favor de las mujeres?
¿Quiere decir, que el feminismo institucional tiene derecho a una parte de la Administración en exclusiva porque ellas lo valen?
¿Quiere decir, que existe un género bueno y un género malo, un género víctima y un género verdugo?
Si realmente quiere decir todas esas cosas, ¿cómo es posible que sigan hablando de igualdad?
Eso no es igualdad. Esas son las derivaciones de una ideología para la cual hay un sexo con derechos y otro sin ellos; una ideología que practica un vulgar racismo de género; una ideología a la que sólo preocupa el poder y sus manifestaciones y que para alcanzar sus fines no duda en todo tipo de tretas y artimañas que eviten que alguna vez tenga que explicar, argumentar y rendir cuentas y hacerlo en primera persona y a la luz pública.
Una ideología que ha convertido su mensaje y sus prácticas en un Credo que, como toda verdad revelada, no puede ser discutido, sólo acatado, y en su expresión más genuina pretende que la situación de la mujer en el patriarcado es equiparable a la de los judíos bajo el nazismo y por tanto lícito que se aplique a quien discrepe los mismos criterios que si del Holocausto o el terrorismo se tratase. Un Credo en el que no puede faltar un pecado original, claro que, en este caso, referido exclusivamente al varón tocado de una mancha que exigiría “cambiar al hombre”, olvidando lo que ya hace tanto tiempo dijo Spinoza:
“Se imaginan, sin duda, que cumplen una misión divina y que alcanzan la máxima sabiduría haciendo múltiples elogios de una naturaleza humana inventada para acusar de este modo más despiadadamente la que existe de hecho. No conciben a los hombres tal cual son, sino como ellos quisiesen que fuesen. Con frecuencia, en lugar de una ética, escriben una sátira.” B. Spinoza, El filósofo y la política
Una ideología que practica el viejo principio del privilegiado de negar al otro lo que exige para sí. Las mujeres según esto tendrían derecho al trabajo –determinado tipo de trabajos, con 21 fórmulas especiales de contratación y derecho a la conciliación familiar-; a la participación en la política y en la economía con iguales oportunidades de acceso que los hombres –paridad-; y a todo tipo de discriminaciones positivas: en los medios de comunicación, en el acceso a todo tipo de puestos, en la producción cinematográfica… Los hombres jamás serían acreedores a ningún estímulo o ayuda, ni tan siquiera cuando la realidad muestra su inferioridad objetiva.
Los hijos, no cabe discusión, son suyos, lo mismo que el domicilio conyugal, y por supuesto todas la virtudes asociadas no sólo al hecho de parir también todas las relacionadas con el cuidado y la crianza. Virtudes que por supuesto no sólo corresponderían a aquellas mujeres que efectivamente son o han sido madres, sino a todas las mujeres y a las que de ningún modo son acreedores los hombres incluidos los que han sido padres y tal vez, grandes y buenos padres. Poco importa que la mujer madre y trabajadora sea sólo una parte del género femenino, o que el hombre con poder sea una minoría, lo real no puede desmentir a lo simbólico.
Para lograr ese ambicioso objetivo lo jurídico y lo político se han revelado las grandes armas de este feminismo. En lo jurídico blindando la situación de la mujer a lo largo de toda su vida, al tiempo que se castiga durísimamente al hombre, a quien no se le reconocen en ningún momento derechos en igualdad y ante quien quedan olvidadas todas las grandes conquistas de la modernidad y la democracia, particularmente la presunción de inocencia. En lo político el feminismo ha conseguido, sin ocupar los puestos más destacados, que tanto los sindicatos como los partidos políticos lleven a cabo sus políticas como si de una encomienda ineludible se tratase.
Una ideología que bajo el pretexto de que casi todo cuando han dicho y escrito los hombres es machista y misógino, pretenden un mundo plano, sin dimensiones, olvidando tanto el tiempo y con ello la historia -también la del pensamiento-, como el espacio de tal modo que nada importarían ni civilizaciones, ni culturas, ni matices, la cosa sería tan simple como que, aquí lo que hay son hombres y mujeres y lo que se debe hacer es lo que ellas digan, pues su condición de víctimas las hace acreedoras a todos los derechos como la condición de verdugo del hombre sólo le reportaría débitos. No tenemos nada que demostrar y porque nosotras lo valemos serían sus credenciales.
Una ideología que no se caracteriza ni por el cuidado de las formas, ni por su honestidad, ni por su altura. Una ideología a la que le cuesta el debate, la autocrítica, una ideología que no disimula su deseo de establecer el blindaje de sus verdades mediante la prohibición y la censura, una ideología que cada día niega con más fuerza e insistencia el derecho de expresión, que ha reducido la figura de los jueces en los asuntos de género a mera caricatura sólo capacitados para aplicar una norma definida hasta en sus más mínimos detalles de tal modo que sólo quepa la interpretación que el género desea y que ha establecido rigurosos protocolos sobre como han de contar estas noticias los medios de comunicación.
Una ideología que ha situado el debate en el nivel en el que se lo encontró Sócrates allá por el siglo V antes de Cristo cuando se hizo necesario diferenciar la razón de la mitología, pues está instalada en un lenguaje declarativo propio de la religión y del mito, como si no fuera necesario demostrar lo que se dice y bastase con un porque lo digo yo o porque yo lo valgo. Una ideología para la que la verdad es un término en desuso y su búsqueda una quimera imposible. Una ideología que se parapeta tras las víctimas de la violencia doméstica en un ejercicio de apropiación inadmisible y a las que sin ningún rubor usa como coartada para todos sus fines.
Una ideología que recurre demasiadas veces al anatema para rechazar cualquier crítica, no ya a sus planteamientos, sino también a la legislación de género aprobada bajo su inspiración como la Ley de divorcio: sea por su negativa de la custodia compartida, sea por el uso fraudulento que de la misma se está haciendo, sea porque las sentencias terminan concediendo la vivienda familiar y la custodia de los hijos a las madres, sea incluso por denunciar la manipulación de los hijos por parte de algún progenitor… La posición de este feminismo, equiparando la custodia compartida y el SAP al maltrato, revela mejor que ninguna otra cosa la perversión de una ideología que ha hecho de la amenaza y el anatema sus únicas formas de diálogo y respuesta.
No quiero dejar pasar por alto el artículo de Fernando Savater hoy en El País, porque parece que por fin se rompe,aunque tímidamente, el tabú, y al hablar sobre la identidad democrática no se olvida del género como hasta ahora venía siendo norma en él y tantos otros. Pero si por ese lado me complace felicitarlo por otro me gustaría recordarle que estando de acuerdo con él en la importancia de la educación cívica, sería conveniente que mirase los actuales manuales de Educación para la Ciudadanía para ver hasta qué punto en su mayoría lo que hacen es recoger punto por punto las tesis del feminismo de género en todo lo relativo a la igualdad de mujeres y hombres
ResponderEliminarMi teoría personal es que el feminismo de género es uno de los últimos reductos de la extrema izquierda, que perdió el tren de la Historia y se aferra ahora, a la desesperada, al disparatado tren del "género".
ResponderEliminarAhora bien, ¿por qué este empeño de ciertos grupos por subirse a ciertos trenes chiflados? Como las circunstancias sociales objetivas no parecen justificarlo, sus razones sólo pueden ser personales. ¿Por qué una mujer se hace feminista furibunda? Reitero: FURIBUNDA. Su problema emocional es tan obvio que cualquiera de sus argumentaciones sólo sonará, en definitiva, a excusa.
Temo que, así como en el pasado el poder político fue administrado directamente por los "poderes fácticos", en la actualidad es controlado (superficial pero desagradablemente) por ciertos grupos que utilizan la democracia como "terapia personal", es decir, para exorcizar sus propios demonios. Toda esta gente no hace política, sino catarsis, brujería. Y toda bruja necesita algún sapo al que sacarle los ojos.
El País lleva tres días con esta
ResponderEliminarnoticia
Por la que no parece mostrar ningún interés es por esta otra
Alberto
Emilio, mencionas la educación. Se habla de un pacto para la educación entre el PP y el PSOE para frenar las tasas de fracaso escolar. Nadie menciona, sin embargo, que en España, los chicos fracasan el doble que las chicas. En los países del norte de Europa, siempre puestos como ejemplo de política social, la diferencia en formación entre sexos al finalizar la secundaria apenas existe. Es un tema al que el Ministrio de Igualdad, cada vez más radicalizado en su feminismo de pancarta, tampoco ha prestado atención. Feliz año para todos los lectores y lectoras de este blog.
ResponderEliminar¿feminismo de género?
ResponderEliminarque yo sepa no existe tal cosa.
es gracias al Feminismo que podemos hablar de género como un constructo social, de manera que podemos diferenciarlo de sexo como algo biológico y así discernir las diferencias reales entre hombres y mujeres y las diferencias creadas en la cultura.
el feminismo no es malo, todas y todos deberíamos ser feministas. Todas y todos deberíamos creer y querer la igualdad.
Os estáis yendo a un extremo hembrista y lo llamáis feminista, ahí está una parte importante del problema de ignorancia que gira en torno a la igualdad y al feminismo.
Qué gracia lo de foribunda!!! si no fuérais tan ignorantes, sabríais lo que significa feminismo, que veo que no es así.
yo soy feminista foribunda,
tú machista retrógrado,
jajaa.
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ResponderEliminarTodas y todos deberíamos ser masculinistas. Todas y todos deberíamos creer y querer la igualdad.
ResponderEliminar¿Hay algo insólito en este enunciado? Pues será la falta de costumbre, porque no he hecho más que parafrasear a Marta.