Es
posible que a algunos os haya causado un cierto estupor el hecho de que una plantilla de presentadores en la proporción de siete a uno como se acaba de aprobar para TV1 no signifique
desigualdad para algunas personas y organizaciones. Pero lo cierto es que
circunstancias de ese tenor se dan en nuestra sociedad y quienes piensan de ese modo constituyen un colectivo mucho más numeroso del que en principio se podría pensar. Véase sino este
reportaje de El País de julio pasado, en el que con el título “El aluvión
de médicas aún encuentra recelos” ya se nos sitúa “objetivamente” ante la
cuestión.
Como
siempre sucede en estas materias de la igualdad de género, para avalar
determinada hipótesis por disparatada que sea, bien se recurre a los “expertos”
sin necesidad de citar ni su obra ni tan siquiera su nombre, bien como en este
caso se dice: “Los estudios no ven inconveniente la feminización”. Luego
veremos que se trata de opiniones de personas, generalmente mujeres, que
ofrecen argumentos del siguiente tenor: “Hace décadas que las mujeres han
ocupado masivamente el sector de la educación” “¿Ha habido algún problema
porque la gran mayoría sean profesoras? Parece bastante claro que no ha pasado
nada.” Al margen de que no está tan
claro que no haya pasado nada, lo que resulta sorprendente es que lo que en su
caso pueda haber valido para la educación, que ya digo sería para abrir otro
debate, deba servir para la sanidad, la
justicia o los medios de comunicación.
Pero
también el argumento de Gabriela Cañas cuando dice que “Solo los prejuicios
pueden conducir a calificar de “problema” la feminización del sector”. Y esto luego de todas las campañas del neofeminismo de las
últimas décadas para imponer a todos una legislación plagada
de cuotas, discriminación positiva,
paridad y no sé cuantas cosas más. Cuando un día tras otro escuchamos lo de la
necesidad de promoción automática de la mujer a determinados puestos o que haya
que establecer ventajas a su favor para el acceso a las facultades técnicas, a puestos de catedráticas y rectoras o a los consejos de administración de las empresas. En fin, no sé si os suena aquello de
doble rasero, dos varas de medir, doble moral. Por lo visto los únicos capaces
de prejuicios son todos aquellos que no están de acuerdo con el credo de
género, según el cual, si es bueno para ellas, por fuerza ha de ser bueno.
yo mismo he sido una de las primeras víctimas de las primeras medidas que se tomaron basadas en la ideología de género. Hace 12 años hice un curso de telefonista-recepcionista y fui el único chico de 17 personas que estuvimos haciendo ese curso.
ResponderEliminarXabi
Interesante artículo sobre custodia compartida, que saca a relucir la táctica de manipulación de datos del feminismo de género ¡y la impunidad con la que siempre opera! En esta caso el tema es la custodia compartida, pero su proceder no es muy diferente al que emplea cuando se trata del SAP, la violencia de pareja, o cualquier otro.
ResponderEliminarhttp://www.lexfamily.es/revista.php?codigo=1037
Vuelve a la carga Lidia Falcón en Público con la siguiente diatriba: http://blogs.publico.es/dominiopublico/5717/la-perversa-alianza-del-machismo-con-el-izquierdismo/ en la que se contienen párrafos y frases como las que siguen:
ResponderEliminarEn los últimos años, una cohorte de hombres se ha organizado en asociaciones que denominan inocentemente de “separados” o “divorciados” o “por la custodia compartida”, que expresan sus reivindicaciones en actos públicos –algunos subvencionados con fondos estatales–, artículos, entrevistas y programas de televisión, y se presentan como víctimas de las agresiones e injusticias de las mujeres, de las reivindicaciones feministas, de la parcialidad de la justicia y del sesgo “antihombre” de las últimas leyes aprobadas, especialmente la Ley de Violencia de Género.
y frases como esta referida a la custodia compartida: ¡¡¡¡entre otros problemas que se les han creado a las mujeres en estos tiempos modernos!!!!
Ni un solo argumento, solo victimismo, también personal: quienes la contradicen son incultos y desconocen la sintaxis, y mucha misandria, tanta que parece no haber motivo por el que el hombre no pueda ser atacado, y así lo es: por izquierdista, por organizarse en asociaciones, por presentarse como víctimas o por denunciar el sesgo “antihombre” de la LICVG.
En fin, que en una sociedad como la nuestra parece normalizado que una señora pueda despotricar contra los hombres sin dejar títere con cabeza y sin necesidad de un solo argumento, solo expresando visceralidad y desprecio.
Alberto