Como si Leibniz no hubiera existido, en
la sociedad se ha restablecido que, quién tenía razón en la paradoja de Aquiles
y la tortuga, era Zenón y que, frente a la evidencia fáctica, Aquiles jamás
alcanzará a la tortuga porque siempre llegará tarde y cuando alcance el punto donde la tortuga
estaba, ésta habrá avanzado otro poco. Y parece que haga falta otro Leibniz que
demuestre que una suma de infinitos términos puede dar un resultado finito.
El feminismo lleva más de 150 años
diciendo lo que haría falta para lograr la igualdad, y lo que faltaba al
principio era la igualdad jurídica, más adelante se pensó que lo que impedía
una verdadera igualdad en el acceso a la educación y al mercado de trabajo, como
la desigualdad persistía se hicieron necesarios el derecho al voto, el divorcio
y el control de la natalidad, también el derecho al aborto y las políticas de conciliación
laboral y familiar, y aún después el
equilibrado acceso a la política y los consejos de administración, la educación
mixta primero y después la coeducación: privilegiando los contenidos de género,
y discriminación positiva, cuotas,
paridad, listas en cremallera… y hoy cuando todo eso existe se nos dice que los
obstáculos más duros están por salvar y como si nada hubiera cambiado se nos
sigue hablando de sociedad patriarcal como el primer día.
Por supuesto todo lo anterior desde una
mentalidad acreedora que a quien obliga principalmente es a los demás, sin necesidad de rendir cuentas y sin
importar lo que pase con el otro, porque en una cosa no se ha movido ni un
ápice su posición desde el primer momento, y es que lo único incuestionable es
la justeza de sus reivindicaciones, y los derechos no se mendigan se exigen, lo que la publicidad
resumió en porque yo lo valgo. Lo de la mayoría de edad parece que habrá de
esperar algunos siglos más.En ningún momento se ha planteado que en un
ejercicio de suma 100 si yo aumento mi cuota, algún otro la esté perdiendo, o
que lo que yo no haga otro lo tendrá que hacer, que si yo exijo visión de
conjunto alguna vez tendré que demostrar que la practico. Que si exijo ética de
la justicia luego no puedo decir que lo mío es la ética del cuidado.
Y ahora, cuando son mayoría en la
universidad y la escuela, y ocupan mayoritariamente los puestos de la
Administración y han trazado un perfil de empleos que las mantiene cerca de la familia y las aleja de los más sucios
y los de mayor esfuerzo y riesgo, y gozan de todos los derechos sobre la natalidad y la
reproducción, cuando el papel reservado al varón en la familia es el de
proveedor universal, cuando el mercado de trabajo está castigando más
fuertemente a los hombres, cuando las estadísticas de accidentalidad y muerte
de los varones son mucho más elevadas y la esperanza de vida menor, cuando los
sin techo lo son en más de un 80% masculinos … cuando todo eso sucede, el
feminismo de género no hace ni una mueca para reconocer esta realidad.
Por eso cuando se habla de competencia
intersexual los términos en el momento presente no puedan estar más alejados:
plena conciencia de género para ellas hasta hacer partícipes de sus propuestas
a buena parte de ellos, y nula por parte de ellos que parecen asistir resignados
a todo lo que pueda venir y a concentrar sus esfuerzos en el plano intrasexual.
No en vano el feminismo de las últimas décadas ha estado y sigue estando
protagonizado y mediatizado por mujeres de clase media-alta y es ahí donde
cuenta con sus mejores valedores masculinos.
La mentalidad acreedora de la que hablo
más arriba lleva a conclusiones tan chocantes que si los hechos demuestran que mientras ellos
participan más en foros de política o economía y ellas lo hacen en otros que
tratan temas de género, salud o belleza la denuncia al patriarcado continua intacta,
porque esto sucede así, ya que la
socialización sigue siendo sexista y a ellas las empuja siempre en la dirección
equivocada. Ni atisbo de duda en cuanto a lo que eso pueda significar de
ombliguismo y ausencia de interés por lo público.
Y, por supuesto, sin necesidad de
preguntarse a quién responsabilizamos de esa socialización en un mundo en el
que la educación de la infancia y más allá está principalmente en manos de
ellas, ni tampoco a quién reporta más
beneficios esa actitud pese a la constatación de que los hombres necesitarían
visitar más al médico o dedicar algún tiempo mayor a su cuidado personal.
Porque si lo hiciésemos lo que nos toparíamos, según esta visión, sería la
tiranía de la belleza y la moda que el patriarcado impone a las mujeres, y así
hasta entrar en un bucle sin retorno en el que ellas siempre serán las víctimas
y ellos los victimarios.
Después de leído todo lo anterior he
pensado que quizá el destino de esta entrada no vaya a ser mejor que el de otras
muchas que a lo largo de los últimos años he escrito sobre esta temática
porque, yo que lo escribo y vosotros que me leéis, vivamos una realidad
sociolaboral y poseamos unos recursos culturales que nos permitan sortear con
mayor facilidad esta guerra de sexos, ya que sus golpes más duros van dirigidos
a los varones de las clases más bajas sea: en la escuela, el mundo laboral o la
familia. Y esos difícilmente frecuentan foros como éste y es de ellos
justamente de quienes se han olvidado los manuales de empatía y solidaridad al
uso.
Tampoco explicaron nunca como los hijos consiguen convencer a sus madres de que los eduquen para que sean unos machistas y unos opresores. Y digo las madres, porque los padres han estado alejados de la educación y de la consecuente transmisión de valores
ResponderEliminarArturo
Efectivamente, y hoy mejor que nunca para decirlo, los padres han pasado de proveedores y protectores a proveedores y ausentes, aunque el papel protector siga reservado a otros hombres desde el Estado.
ResponderEliminarCreo, Emilio, que es una síntesis magnífica de lo que nos está pasando. Uno de tus mejores posts.
ResponderEliminarEnhorabuena y muchas gracias.
Me alegro que te haya gustado. Tengo un poco más de tiempo y puedo escribir y repensar un poco más las entradas. Ahora solo queda conseguir que tenga difusión.
EliminarMuchas Gracias por defender tan bien los derechos de los hombres (si es que aún nos queda alguno). Me habría encantado compartir este post en mi muro de facebook, pero por desgracia, vivimos en esta especie de jaula miserable que el feminismo radical está forjando desde los medios y las instituciones, Gracias desde el corazón a todos los "valientes" que tenéis la suerte de poder publicar joyas como estas, considero que tomar esa decisión conlleva numerosos riesgos. Seguid así!! Un abrazo!!
EliminarEs obvio que el funesto espíritu competitivo de la tortuga la lleva a estar dispuesta a todo (¡incluso a correr!) con tal de conseguir la valiosísima corona de laurel que se ofrece como premio. Por culpa del queloniocentrismo opresor, el empático e igualitario Aquiles se tiene que conformar con las diversas subvenciones (en metálico) establecidas por los ministerios, concejalías, institutos, etc dedicados a la promoción de Aquiles, con las numerosas becas específicas para estudios de y sobre Aquiles en los departamentos universitarios de estudios aquiléyicos, y con el uso de un moderno y completo gimnasio privado (dotado de un equipo multidisciplinar de especialistas en empoderdamiento).
ResponderEliminarEl nuevo reglamento de carreras establece que Aquiles nombra los árbitros y que si Aquiles dice que la tortuga ha hecho trampa, ésta, sin más trámites, queda descalificada. El público aclama unánime al deportivo Aquiles y abuchea a la tortuga por su antiigualitario espíritu competitivo.
(Athini Glaucopis)