Leída de un tirón la entrada de Ricardo de Querol: Apiádense del divorciado, no deja de ser uno más de esos escritos misándricos y desinformados a que nos tiene acostumbrados. Sin embargo, en un segundo momento llaman la atención las enormes precauciones a que se ve obligado, consciente de que el terreno que pisa se mueve, a más velocidad de la que parece, en dirección contraria a la visión sesgada y de género que vierte en sus escritos. Y así a poco de empezar escribe el siguiente párrafo, no sé si consciente de que, lo que en él relata, es fruto de la decisión de los jueces en aplicación de la legislación que padecemos
“Hay hombres arruinados por un mal divorcio que ven cómo su ex mujer mantiene el mismo nivel de vida a costa de su precariedad…”
Y un poco más adelante estos dos párrafos que en quien cita como autoridad a Lorente y suscribe todos los mandatos de género no es poca cosa.
“Si es usted de los que ve estas cosas en blanco y negro, si observa en todo hombre a un maltratador en potencia, o si este blog le parece el brazo armado del hembrismo revanchista…”
“Si, por el contrario, entiende que no hay nada más complejo que las relaciones de pareja, que es díficil identificar a buenos y malos en la rupturas cuando no hay violencia y que cada divorcio tiene sus circunstancias especiales…”
En relación con el párrafo que viene a continuación y dado que lo suyo no parece la Historia recordarle que hace unas décadas en este país regía una dictadura que no reconocía derechos, no sólo a las mujeres, sino a casi nadie, o que la actual legislación sobre el divorcio y la custodia de los hijos es de hace tan sólo 6 años y que por tanto esos argumentos de lo que cambió la sociedad desde el año 1981 no valen y más bien constituyen uno de los múltiples momentos del escrito en que se mezclan cosas sin criterio lo que solo puede conducir a la confusión.
“Hasta hace pocas décadas en España, una mujer que se separaba no se enfrentaba solo al reproche social, sino a la falta de recursos económicos. Eso disuadía de romper la pareja incluso a aquellas que sufrían situaciones insoportables. En un país donde la mayoría de casadas no tenían empleos remunerados se creó en 1981 la pensión compensatoria como corrección de una situación demasiado desequilibrada. El país ha cambiado mucho desde entonces. Las mujeres ya no son las desvalidas señoras de su hogar de tiempos pasados. Por eso dicen los abogados que cada vez es más difícil conseguir una pensión compensatoria, más aún de forma indefinida, lo que refleja el avance en el mundo laboral de la mujer, pero también un estado de opinión en amplios sectores de que la protección de la divorciada estaba yendo demasiado lejos y generando agravios.”
A pesar de que trata de volver el SAP no contra quienes lo niegan sino contra quienes decimos que constituye un grave problema de los que las víctimas son los niños, escribe lo siguiente.
“Es este un asunto espinoso. Se llame como se quiera es difícil afirmar con esa rotundidad que no existe ningún caso de manipulación emocional de los menores.”
Es decir lo niega nominalmente pero lo reconoce como hecho que es lo que los no negacionistas reclamamos, que se reconozca al margen de que se considere síndrome o se le dé otra denominación, y esto es justamente lo que el Gobierno siguiendo el dictado del feminismo de género, y en un acto de injerencia intolerable en la justicia, pretende como “inexistente”.
En fin la ambigüedad calculada que traspira todo el escrito no sólo revela un gran oportunismo personal, refleja también que en este terreno no está todo dicho de una vez y para siempre y para quien como el autor seguramente tiene que ir aceptando que el muro del género no es infranqueable y ha de admitir ahora la decisión del Tribunal Supremo y, un poco más adelante la custodia compartida, procura decir sobre cada asunto de los que aborda una cosa y la contraria, en previsión de que de otro modo, en un futuro no muy lejano no le vaya a suceder que se encuentre sin coartada cuando más cosas cambien, por ejemplo, en relación con el SAP incluso con la Ley de violencia de género o la de Igualdad.