En relación con la brecha salarial del post anterior, decir que ese dato del 30 % coincide con la información de la Agencia tributaria que publicaba, entre otros, El País de 11 de enero 2006 con el titular de: Los hombres declaran a Hacienda un salario medio un 30% superior al de las mujeres, y un subtitular que decía: El sueldo medio anual de los madrileños es un 70 % más alto que el de los extremeños. Si esto es así y todo apunta en esa dirección, hay que decir que ese dato no es ni más ni menos que el resultado de dividir las rentas salariales declaradas por los hombres entre el número de ellos y compararlo con las renta salarial media declarada por las mujeres. Otro tanto sucede con la comparación entre el sueldo medio de los extremeños y el de los madrileños.
Que un dato tan tosco como ese, que no tiene en cuenta, ni categorías profesionales, ni antigüedad, ni duración de la jornada laboral, ni sectores productivos, etc. se presente como medida de la discriminación salarial de las mujeres, no puedo entenderlo más que como fruto de un alineamiento completamente acrítico con las tesis del feminismo de género dispuesto, una vez abandonada cualquier idea de igualdad, a sostener el privilegio a costa de lo que sea, la estadística, las garantías jurídicas, la desigualdad penal, etc. De hecho aún cuando la brecha salarial entre extremeños y madrileños es superior a la que separa a hombres y mujeres, sólo en este último caso se analiza como discriminatoria. El por qué se me escapa, en cualquier caso, supone una doble vara de medir que algo debe indicar.
Para los que dan como bueno un dato como ése les formularía dos preguntas, la primera y más evidente sería, si no urge más resolver la discriminación de los extremeños por ser mayor, pues en su caso la brecha es del 70 %, o bien, si lo justo no sería que cobrase lo mismo quien trabaja 6 horas que quien lo hace 8, incluso yendo más lejos preguntar por qué, cada uno de nosotros, no puede reclamar el sueldo de un director general de multinacional, en aras de la igualdad y no discriminación, pues para todos los casos, la falta de criterio sería la misma.
No es de recibo que en nombre de una pretendida igualdad de género, nos carguemos las garantías jurídicas para el varón, la igualdad ante la ley de hombres y mujeres, se invierta la carga de la prueba, nos carguemos incluso, las reglas de la estadística y creo que algo más que de la estadística y encima se pretenda que los hombres nos estemos callados contemplando como se nos hace responsables de todo cuanto de malo sucede en esta sociedad. Haría falta estar muy ciego para no ver en todo ello un atropello. Lo que no descarto es que en nuestro país haya muchos ciegos.
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