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13 agosto, 2008

La violencia y el género.

No es la primera vez que en esta bitácora hablamos del tratamiento dispensado por el feminismo institucional y algunos medios de comunicación a la violencia de pareja, y destacado el diferente trato que la misma da a según qué sucesos y el sexo de sus protagonistas, y así ha sido recogido en diferentes entradas de la bitácora.

Hasta el presente lo que sabíamos era que desde ese feminismo se había establecido un protocolo sobre como deberían informar los medios de comunicación en los casos de violencia de género. Protocolo con pautas diferentes según que el sexo del agresor fuera hombre o mujer.

En el caso de la violencia masculina, la agresión no podía ser presentada como un suceso singular sino formando parte de la “violencia machista”, y debía ser denominada de ese modo, o como violencia de género, incluso como terrorismo de género, nunca como violencia doméstica y, a efectos de su publicación habría que darle un tratamiento destacado y preferente, a poder ser en primera página de los diarios o abriendo los informativos de radio y televisión y, en ningún caso, dejando que la noticia quedase relegada al ámbito local.

Se evitarían datos que pudiesen interpretarse como atenuantes así como publicar opiniones de vecinos o familiares en los que estos expresasen su sorpresa o hablasen de la buena marcha de la pareja. Se evitaría también hacer mención a la nacionalidad del agresor así como a su estado de salud mental, adicción a las drogas o cualquier otro. Estos casos serían recogidos como violencia de género en las estadísticas oficiales y seguirían un tratamiento específico.

También se procuraría no hacer referencia a lo que sucede en otros países así como el dato de que esta violencia es mayor en prácticamente todos los de nuestro entorno cultural y político, incluyendo entre ellos a todos los nórdicos, Suecia, Noruega, Finlandia pero también EE.UU., Alemania, Francia, etc.

En el supuesto de que la agresora fuera mujer entonces el tratamiento sería el de un suceso singular que por lo tanto tendría el tratamiento que cada medio quisiese darle, incluyendo claro está, cualquier circunstancia que el periodista pudiese estimar relevante. Esta información podía mantenerse en el ámbito de lo local y no entraría en la estadística de violencia de género.

Esto era más o menos lo que yo había deducido y empezado a tener claro. Pero mi sorpresa aumenta cuando observo que esa práctica informativa va mucho más allá y se extiende al silenciamiento de las estadística sobre suicidios (10 diarios de los cuales 7 masculinos por 3 femeninos), incluso al tratamiento que se da a las muertes por accidente laboral y otros casos de violencia, tal como sucedió con la paliza propinada por una chica a una inmigrante ecuatoriana y cuyas imágenes salieron por televisión, donde inmediatamente desde ciertos medios y plumas, también desde la Delegación del Gobierno de Madrid, a lo que se apeló fue a qué tipo de educación estaban recibiendo estas chicas de parte de su familia y la escuela, cuando hasta el presente el tratamiento no había sido ese .

Lo que ya de ningún modo me puedo explicar y creo que se escapa a cualquier consideración que yo pueda hacer aquí es el hecho de que determinados medios hayan decidido no publicar o silenciar diferentes casos de ahogamiento de padres o abuelos que se habían lanzado al agua para salvar a sus hijos o nietos, de los que se han producido varios este verano. Por ejemplo en el informativo de TV1 el caso de un padre muerto al intentar rescatar a sus hijos, se dio la noticia diciendo que el padre había muerto “mientras nadaba con sus hijos”.

Si me resulta difícilmente asumible que la información relacionada con la ley de violencia se ofrezca según el antedicho protocolo con el pretexto de que así se combate mejor dicha violencia, máxime si tenemos en cuenta que a pesar de ese protocolo, el incremento de recursos y las nuevas medidas que año a año se van adoptando, por ningún lado se observa una disminución de la misma; lo que entra de lleno en la indignidad moral, es tratar de silenciar aquellos casos en los que la muerte del varón se produce por acudir en auxilio de uno de los suyos.

Todo lo anterior es sin embargo muy coherente con esa ideología que ha declarado “al hombre como el enemigo a batir”, que con tanto rigor y precisión explica Elisabeth Badinter en su libro: Por mal camino, y que sin embargo parece la fuente de inspiración de determinadas instancias de la Administración y algunos medios de comunicación.

P.D. A estos efectos quizá interese seguir el tratamiento dado por la prensa a la mujer de Vigo presunta asesina de un joven u otros casos recientes en los que él ha sido la víctima y ella el verdugo. Y visitar el siguiente enlace: http://personales.ya.com/josumezo/malaprensa/2008/07/cuarentena-12-millones-de-mujeres.html en el que merece la pena lo que escribe Josu y explorar los comentarios que hay en la misma, en particular ese trabajo realizado en Madrid sobre violencia entre chicos y chicas, por su carácter de pionero en lo que a nuestro país se refiere.

6 comentarios:

  1. Anónimo2:59 p. m.

    Obsérvese el tratamiento que ahora mismo se le ha dado al caso del hombre que está en coma por haber intentado proteger a una mujer (la cual, según parece, no estaba demasiado interesada en ser protegida). Menos mal que alguien se atreve a comentar algo:

    http://www.abc.es/20080814/opinion-firmas/heroe-victima-20080814.html

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  2. Anónimo2:41 p. m.

    Los protocolos para el tratamiento informativo de la violencia "de género" se parecen bastante a la censura de los países beligerantes en tiempos de guerra: hay que magnificar las atrocidades del enemigo y ocultar las del propio bando. Además de evitar cualquier análisis un poco crítico de la situación.

    Por supuesto, para llevar a cabo esta labor propagandística hay que asumir que existe una "guerra de sexos" y convencer a la sociedad de que estamos luchando en el bando correcto (contra las hordas machistas).

    Eso es lo que muchos nos negamos a aceptar, que haya tal guerra y que se quiera movilizar a los medios de comunicación para difundir consignas en detrimento de la buena práctica periodística. Porque ya es sabido que la primera víctima de una guerra es la verdad.

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  3. Anónimo7:36 p. m.

    Y cuando no es posible echarle la culpa de algo a nada "políticamente incorrecto", entonces todo es un asuntillo sin importancia.

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    Manos blancas no ofenden, de David Torres en El Mundo
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    Dice la alcadesa de Colmenarejo que la paliza monumental que le propinaron a una menor ecuatoriana no tenía tintes racistas. Menos mal. Una vacaburra encolerizada le rompió la boca, le arrancó mechones de pelo y le pateó la cabeza mientras la pobre víctima aún seguía tendida en el suelo, pero no la llamó panchita ni champiñón, que hubiera sido lo verdaderamente imperdonable. Según la alcaldesa, sólo era una discusión entre crías a las que se les fue un poco la mano.Afortunadamente para la agredida, tampoco la reventó a golpes un maromo, un varón, uno de esos seres cuya dotación cromosómica XY lo predispone a la violencia desde el cigoto. No, por suerte para ella, María José recibió su metódica ración de hostias de una sufrida camarada hembra (una criatura pacífica por naturaleza) y quienes vitoreaban y jaleaban la somanta con los gritos rituales de «mátala, mátala» también eran niñas, así que todo queda en familia. La familia XX, para ser exactos. Los teléfonos de la ministra Bibiana pueden seguir durmiendo el sueño de los justos.

    Sin nada más a lo que aferrarnos, sin motivaciones racistas ni machistas, nos queda únicamente una pelea de crías un pelín subida de tono. Despegadas las etiquetas con las que habitualmente los sociólogos clasifican estas cosas, habrá que recurrir al alcohol, al calor veraniego o a la simple y atávica mala leche para explicarnos el salvajismo abusón de esta cuadrúpeda y su coro de mironas, que alentaron la tunda con la sádica excitación de un circo romano mientras la grababan en un móvil para que las amiguitas ausentes pudieran disfrutar luego del espectáculo. También para que todos viéramos que se trataba de una diversión inocente, un juego de niñatas aficionadas al pressing catch.

    Aunque esta variante descafeinada y portátil del cine snuff prolifera más y más en los colegios, los sociólogos todavía no le han inventado una etiqueta para domesticarla y guardarla en sus tarros, ni los pedagogos han discurrido la manera de adaptarla al programa escolar (parece un cruce entre gimnasia, lucha libre y trabajos audiovisuales). Sin embargo, se empeña en persistir como una aberración de las leyes estadísticas, ésas que dicen que la violencia se ejerce siempre siguiendo unos patrones preestablecidos de género y raza.

    Quizá la verdadera causa de este vídeo de primera protagonizado por la vacaburra de Colmenarejo esté en las sabias palabras de aquel pastor que, interrogado acerca de los motivos de la violación de una menor, soltó: «Verá usted, yo creo que lo hizo pa’ satisfacerse».

    © Mundinteractivos, S.A

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  4. Una información como la recogida en la siguiente noticia http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=3&idNoticia=334119 no pasará nunca de las páginas de local.¿Por qué?
    ¿Quizá para la teoría de género sea aplicable lo que en algún caso es máxima de algún periodista y mudando los términos podamos decir: que la realidad no nos estropea una tan exacta teoría? Sólo así es entendible lo que está pasando.

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  5. Anónimo11:02 p. m.

    Y, para más ironía, resulta que la madre de la niña agresora es un cargo "de confianza" de Izquierda Unida, contratada por el ayuntamiento de su localidad para encargarse de la lucha contra la "violencia de género".

    http://www.elmundo.es/elmundo/2008/08/20/madrid/1219224389.html

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  6. Anónimo1:20 p. m.

    Muy mal tienen que ir las cosas para que un periódico como "El País" se preste a insertar en un lugar destacado de su web una vacuidad como ésta:

    http://www.elpais.com/articulo/opinion/maltrato/leyes/elpepiopi/20080821elpepiopi_9/Tes

    Que nadie se moleste en buscar en el texto ni una chispa de originalidad. Todo se limita a un refrito de tópicos para llegar a la conclusión de que hacen falta más leyes contra el maltrato, como si las que hay fueran pocas.

    El autor es tan vago (en los dos sentidos de la palabra) que ni siquiera sugiere como tendrían que estar orientadas, según él, estas leyes, aunque viendo la tónica del escrito es fácil de imaginar.

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