Todo lo relativo a las relaciones de pareja, incluidos los hijos, sigue en nuestro país un férreo patrón de género. La ley de divorcio con las lagunas conocidas, el no reconocimiento de la custodia compartida, la violencia de pareja y contra los hijos dividida en violencia de género y violencia genérica dependiendo del sexo de la víctima y el agresor, y siempre buscando unas leyes que no dejen margen de actuación al juez y haya que interpretar unívocamente en un determinado sentido…
Y ahora el SAP, una asunto sobre el que existen múltiples pronunciamientos de especialistas pero que el feminismo institucional y de género lleva muchos años decidido a clausurar presentándolo no como lo que es: la caracterización como síndrome lo que vive un niño a quien uno de sus progenitores pretende que desprecie y aborrezca al otro y que, como no puede ser de otro modo, merece el máximo de respeto y consideración a diferentes especialistas y terapeutas; sino coma una artimaña más de los maltratadores para impedir lo que de hecho no parece haber nada que impida: la concesión de la custodia de los hijos a la madre en unas proporciones próximas al 100 % de los casos.
Lo cierto es que, sea con esa u otra denominación, lamentablemente se produce en muchos más casos de los deseados y la víctima mayor la constituye la criatura manipulada. Pues bien, en otro alarde de campeones del género, el Gobierno se mete a decidir algo que a quien corresponde dilucidar es a los diferentes especialistas en la materia, y lo hace primero llevando el asunto al Congreso y ahora “instando” a los jueces a que no lo tengan en consideración, como si “instar” a los jueces no fuese sinónimo de escaso respeto por la independencia judicial y la división de poderes, como ya en alguna ocasión más le tuvieron que recordar al Delegado del Gobierno para esta materia, las distintas asociaciones de jueces.
En lo relativo al respeto a la democracia y en particular a la independencia de los jueces y a las garantías jurídicas de los ciudadanos, el Gobierno y el PSOE parecen cada día más, empujados por una pendiente que los ciudadanos no podemos tomarnos con tranquilidad. Un día proponen una regulación de Internet en la que muchos ven claros indicios de censura y control, otro día proponen directamente la inversión de la carga de la prueba en la ley de igualdad de trato, en lo relativo a la violencia de género y a pesar de la escasísima eficacia de la norma: el número de víctimas no desciende sin embargo van ya cerca de 500.000 de denuncias, se mantiene una regulación cuestionada por múltiples juristas y rechazada de forma mayoritaria por amplios sectores sociales, ámbito en el que con reiteración la injerencia del Gobierno ha sido visto como abusiva, y finalmente se aborda el SAP en los términos que estamos viendo.
Fuera del debate científico sobre la existencia como patología médica del SAP, donde no tengo elementos de juicio para opinar, parece que la negativa del SAP, desde algunso sectores (el que representa Lorente, sobre todo) que con negar la validez científica del síndrome están diciendo que las mujeres no malmeten ni condicionan a sus hijos en contra del padre (o viceversa) osea, están mediante la negación de un posible sindrome, enviando una vez más el mensaje que las mujeres son todas buenas y santas y jamás harían una cosa así, y cuando alguna lo hace, nunca será suficiente como argumento para retirar una custodia.
ResponderEliminar¿¿quien hace el informe sobre el tema que se va a editar proximamente??? Ana Maria Pérez del Campo. Toma ya. ES como si pedimos a Ariel Sharon que haga un informe sobre la situación de los palestinos.
Os digo una cosa, con este gobierno, despidámonos de custodias compartidas, de modificaciones en la LVG, de normalización de la prostitución voluntaria. El problema es que los que les sustituirán no van a modificar tampoco mucho la cuestión.
Nacho, Oviedo
Es curioso que cuando en algún programa de telebasura se aborda el tema del SAP, primero aparece una mujer víctima del síndrome, y a continuación se presenta el caso de un hombre víctima, como queriendo ser equidistantes, admitiendo que existe, pero que son víctimas por igual padres y madres. Aún así, las feministas presentes en el coloquio suelen soltar alaridos, llamando maltratada a la víctima femenina y casi maltratador a la víctima masculina.
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