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09 agosto, 2012

El balance que el neofeminismo se niega a realizar


Hemos hablado muchas veces en esta bitácora de que el feminismo no ha tenido nunca, con algún éxito electoral,  un partido propio,  pero también  de que esto no ha sido óbice para que desde su perspectiva los resultados de las políticas de los últimos años hayan sido óptimos, lo que explica su rechazo y aversión a un debate en el que se plantee con claridad  si el poder  es  del sexo que con más frecuencia lo encarna  o del sexo  a  quien mejor sirve  y si esa estrategia encubierta no produce mucho mejores resultados que si el poder estuviese encarnado por ellas mismas, y esto aunque solo fuese porque obligaría a rendir cuentas sabiendo a quien pedírselas y sin que la responsabilidad acabe, como ahora mismo, perdida en una maraña en la que resulta muy complicado discernir quién es quién y quién debe responder de lo que pasa.

Porque es verdad que la legislación de género puesta en marcha en nuestro país en las tres últimas décadas es de la autoría intelectual del neofeminismo y eso es así, sea que nos refiramos a la Ley contra la violencia de género,  la Ley de divorcio  -en particular lo que se refiere a la custodia de los hijos y al reparto del patrimonio conyugal en caso de separación-, la de igualdad  o tantas otras, pero  lo cierto es que todas ellas  han sido aprobadas con amplio apoyo parlamentario. Y lo fueron sin que estuviesen  en ningún programa electoral de forma clara y en su auténtico significado y  sobre todo sin un debate clarificador en la sociedad ya que el peso del lobby feminista fue absolutamente determinante para que todas las voces críticas fuesen siendo acalladas poco a poco.

De la reforma de la Ley de divorcio se dijo, paradojas de la política,  que se hacía para que incluyera la custodia compartida  y de la de violencia de género para acabar con la violencia contra las mujeres, pero sin que en ningún momento se  explicase  a la opinión pública que eso iba a suponer la ruptura de la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, y sin que sepamos por qué cada año se renueva el apoyo a una ley cuya efectividad en relación con el objetivo primeramente señalado es tan baja. En relación con la “custodia compartida” recogida en esa reforma de la Ley de Divorcio entiendo que no hacen falta mayores comentarios a tenor de las tensiones actuales para este enésimo intento de incorporarla,  como opción preferente, a nuestra legislación, al igual que sucede en tantos otros países de nuestro entorno.  

Por lo que atañe a la cuestión de a quién beneficia una estrategia como ésta no cabe duda a tenor de lo que se observa en el día a día  y de la alegría con que están siendo celebrados estos cambios por parte del neofeminismo.  Como tampoco la tenemos del perjuicio que a todos ocasiona el que las cosas se produzcan de esta manera y no de una forma más clara y transparente. Hasta el punto de que entiendo que  sería bueno profundizar en qué parte de responsabilidad tiene un tema como éste, con tantas ramificaciones, en el descrédito actual  de la política y de quienes la representan. También del distanciamiento de los ciudadanos de una clase política, que una vez en el poder deciden  hacer lo que figuraba en su programa electoral y lo que no, y vive sumida en una gravísima crisis de representatividad: cuando uno cree que ha votado una línea ideológica o programática lo que resulta es un batiburrillo en el que todo tiene cabida.

Lo que, sin embargo,  en esta entrada me gustaría resaltar como novedad es el hecho de que en el plano de lo ideológico nos encontramos con algo parecido. Más que una ideología propia el feminismo y ahora el neofeminismo lo que ha hecho es aprovechar el ambiente intelectual y político dominante en cada momento histórico para ir consolidando derechos  en torno a una cada vez más difusa idea de igualdad, lo que indudablemente ha conducido finalmente a profundas contradicciones y negaciones entre lo que hoy proclama y exige y lo que ha sido su trayectoria histórica. Nació al socaire de las ideas ilustradas, y fue en el ambiente liberal y en buena medida gracias al apoyo de una figura tan relevante como  Stuart Mill que formuló su derecho a la igualdad jurídica, como sería luego con Marx y Engels y otras figuras y movimientos de la izquierda de los siglos XIX y primera mitad del siglo XX que situaría en un primer plano los derechos económicos, sociales y políticos.

Pero será a partir de los años sesenta del siglo pasado cuando al calor de las reivindicación de los derechos de las minorías en primer lugar en EE.UU, y posteriormente a través de todo el mundo, que en una clara apropiación indebida jugó a situarse como tal minoría y a exigir el mismo tratamiento que éstas, en particular todo lo referente a la discriminación positiva, viniendo a parar en que no solo no se trataba de una minoría comparable a las demás, tampoco que pudiese asimilarse su discriminación a algo de una naturaleza bien diferente como la discriminación racial. Pero lo cierto es que dicha estrategia le funcionó con el resultado de que los derechos conseguidos fueron mayores a los de cualquier otra particularmente en lo referido a la discriminación positiva, que si en el resto de los casos se entendió como una estrategia temporal y para cuando dicha minoría estuviese en desventaja, para el caso de las mujeres esas limitaciones jamás existieron ni en lo referido a la temporalidad ni en lo referente a la situación de desventaja.

Y es en la deriva de esta falsa consideración como minoría y de asimilación de la discriminación femenina con la discriminación racial que nace el feminismo radical americano que tan profundamente marcaría el devenir del feminismo posterior y que  he definido como neofeminismo porque a mí entender supone una ruptura tan grande con todo lo anterior que usar la misma denominación solo puede conducir a la confusión y al desconcierto.  Otro ejemplo de asimilación absolutamente improcedente lo llevó adelante  Andrea Dworkin una de las figuras destacadas de este feminismo cuando  comparaba la persecución de la mujer con el holocausto y gustaba de presentarlas como  “survivor”. Ni que decir tiene que lo que tuvo su origen en los EE.UU se ha trasladado a Europa con algún agravante, no sólo por lo que supone de mímesis sino porque lo que en la sociedad americana representaban movimientos sociales de base que debían ganarse los apoyos en la arena política  aquí en la U.E  ha sido recogido como política oficial y bien sabido es, que el peso de lo público en nuestras sociedades es muy superior al que representa en países como EE.UU.

Donde este oportunismo ideológico ha asumido caracteres imposibles  de admitir es cuando en nuestro país plantea la asimilación de la discriminación de la mujer  y la violencia de género con la violencia terrorista, consiguiendo arrancar a las fuerzas políticas un protocolo de actuación idéntico para ambas, con la excepción del delito de apología del machismo, que por asimilación con el de apología del terrorismo  habían querido incorporar a nuestra legislación y por el que todavía determinadas posiciones neofeministas siguen peleando.  Asimilación que finalmente ha conducido no solo a la desigualdad jurídica de varones y mujeres en la violencia de pareja, también a que las muertes en ese ámbito tengan un tratamiento tan absolutamente diferenciado que mientras unas suponen un delito contra la sociedad, las otras apenas si encuentran eco en las  páginas de sucesos.

La gran paradoja de todo este asunto está en que carecer de líder, partido político propio y una ideología clara y coherente, ha significado para el feminismo y el neofeminismo una completa ventaja ya que como tantas otras veces sucede en la vida social la invisibilidad constituye la mejor estrategia de pervivencia, y de este modo sus 110 años de feminismo y los 40 de neofeminismo han transcurrido sin realizar ni un solo balance, sin dar cuenta ni en una sola ocasión de lo hecho y lo que restaba por realizar, sin necesidad de explicar cómo lo que nació como proyecto de igualdad ha derivado en la prevalencia  de género actual. Y si desde el plano de sus intereses una actuación de ese tipo no pueda ser considerada más que como un auténtico éxito, desde el plano social constituye un verdadero fraude a la sociedad y fracaso de la democracia que desde siempre se entendió consustancial con el debate y la claridad, con la visibilidad de los distintos agentes, con la necesidad de rendir cuentas y con el derecho de la ciudadanía a exigir responsabilidades, circunstancias éstas totalmente imposibles para el caso que nos ocupa caracterizado justamente por haber burlado todas y cada una de estas cosas. 


21 comentarios:

  1. Anónimo11:58 a. m.

    En primer lugar felicitarte por una entrada tan clarificadora e interesante. En lo que hablas del oportunismo tengo la impresión de que das en el clavo y yo diría que algo de eso ha habido por ejemplo con el 15M.

    Alberto

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  2. También lo había pensado Alberto pero al final las entradas han de tener una dimensión y me parecía que ésta ya era demasiado extensa. Un saludo y gracias por tu comentario.

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    1. Anónimo5:29 p. m.

      ¿No te parece un enorme contrasentido que un país que ilegaliza partidos políticos por no condenar la violencia esté gobernado por personas que jamás condenan la violencia que las mujeres ejercen sobre los hombres?

      Atentamente:
      Alex

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    2. Es verdad lo que dices Alex. Se trata de otra anomalía difícil de explicar como tantas cosas relativas a este tema.

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  3. Resulta reconfortante ver que das por sentado que los delitos, imputaciones o acusaciones de terrorismo cnnstituyen una legislación excepcional y un tratamiento, tanto mediático como legal, completamente distinto y separado de los delitos penales normales. Siempre me ha indignado mucho que delinquir contra el Estado (sus instituciones, representantes y símbolos) sea considerado infinitamente maś grave y maś importante que delinquir simplemente contra la vida de las personas.
    Cualquier persona asesinada está igualmente asesinada, y sus parientes, o ellas mismas, son igual de víctimas que las de delitos cometidos por terrroristas. Sin embargo, varios cientos de homicidos al año merecen el uno por ciento (si llega) de atención mediática y de importancia política, y el uno por mil (si llega) de atención, asistencia y ayuda a sus víctimas.
    La combinación de ideología y reverencia al poder, y el desprecio que ese poder sigue teniendo por los ciudadanos (y el espejismo en que nos sumen a estos desde la propaganda y los medios) es lo único que explica eso.
    Me alegro ver que en realidad lo sabemos y lo damos por sentado y sobreentendido, aunque sea un tabú referirse a ello.

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    1. Sería interesante Aloe que nos explicases, si como parece lo das por bueno, por qué crees deban ser tratados de modo distinto los muertos por violencia de pareja según el sexo del asesinado y, si de verdad crees que no se deben hacer distingos entre los muertos, por qué no proclamas tu rechazo a la Ley integral contra la violencia de género y el sexismo penal y de todo tipo a que conduce. La entrada va de la violencia de pareja no de la terrorista como pareces querer entender. Lo que señalo en la entrada es que para mí no existen ningún parecido entre ellas y por ello no entiendo la asimilación de los protocolos de ambas.

      Como no dices nada al respecto entiendo que estás de acuerdo en cuanto al contenido central en este punto: el oportunismo ideológico del neofeminismo para colar de rondón una legislación según la que, los ciudadanos por el motivo exclusivo del sexo son tratados penalmente de forma diferente y sus muertes consideradas de forma radicalmente distinta: las de ella como un crimen social, y las de ellos ni tan siquiera son lamentadas con ocasión de los pronunciamientos de los organismos públicos encargados del seguimiento de estos temas, amén de que el tratamiento mediático y de las instituciones solo da cuenta de las muertas no de los muertos.

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    2. Yo no creo que deban ser tratados de forma distinta los muertos por violencia según su sexo. Tampoco tengo claro que la Ley que mencionas diga eso, es más, creo que no dice eso. Si me atacan en la calle, me roban y me dejan por muerta la ley no establece pena maś grave para el agresor porque yo sea una mujer. Ciertamente establece una figura penal discutible para el caso de que haya una relación conyugal o sentimental entre agredida y agresor, que probablemente podríamos habernos ahorrado con una técnica jurídica más afinada (por ejemplo, considerando un agravante la relación de confianza, la dependencia económica y emocional, o la constancia de trato abusivo e intento de sometimiento de la otra persona).
      ¿Qué pasa? Pues en esto, como en todas nuestras leyes, el legislador funciona a brochazos gordos porque el comportamiento de nuestros jueces, cuya calidad es deleznable, obliga a que todas las leyes establezcan reglas estedreotipadas y supuestos de hecho fijos a gran escala: porque los jueces jamás hacen más que lo mínimo y obligado, aplicando las reglas penales y civiles como maquinitas de corta-pega e instruyendo con completa desidia y a mínimos.

      Por tanto dejar discrecionalidad en sus manos (que averiguen y establezcan el caso concreto) es lo mismo que dejar que no hagan nada (y eso es así en todos los delitos económicos, p.e. y en todos los procedimientos civiles, hasta donde he visto en mi vida laboral, y van unos cuantos).
      Asi que estoy de acuerdo en que algunas disposiciones de esa ley son muy mejorables y técnicamente chapuceras.
      ¿Servían las que había antes? Pues con los jueces que tenemos, no. Pero en lugar de mejorar la judicatura, las leyes procesales y la consideración y ayuda a las víctimas de delitos (de todos los delitos), los políticos se tiran a lo fácil y rentable electoralmente.

      Vista esta cuestión, la cuestión que yo planteaba es que si los muertos son distintos cuando se consideran delitos de terrorismo (y la legislación llega a ser excepcional y exorbitante en ese caso incluso en lo procesal y las pruebas, como hemos aprendido todos en el proceso a Garzón) no hay razón de principio alguna para no hacer legislaciones a la medida de cada tema rentable políticamente, grupo de interés, poder o prejuicio.
      Si vamos a ver los números de los homicidios, hace bastantes años que vienen a ser de este orden:
      - Homicidios en general: bastantes cientos. Es difícil saber cuantos, porque las estadísticas son cada vez peores, pero creo que alrededor de los seiscientos.
      - Homicidios incluidos en la violencia de género: muchas decenas, casi el centenar.
      - Homicidios por terrorismo: aparte del atentado de los trenes de Madrid (para cuya prevención no se hizo precisamente la legislación excepcional) los de ETA hace muchos años que no llegan a la decena.

      Ahora podemos hacer un resumen mental de la importancia mediatíca, atención a las víctimas, atención policial y judicial, leyes especiales, beneficios legales... respectivamente. Son claramente de importancia inversamente proporcional al número y la importancia reales.
      ¿Cual sería el equilibrio?
      En mi opinión, el equilibro sería aproximadamente la atención, importancia, medidas y ayuda que se prestan al caso intermedio.
      La verdadera vergüenza es que quinientos asesinatos al año no importen nada (de hecho, casi la mitad no se resuelven), y la vergúenza secundaria es que los muertos de un problema que ya es completamente menor sean mil veces más importantes que los de las otras dos categorias, y sobre todo la primera. Para colmo, estamos todos sometidos al chantaje permanente de los familiares de personas asesinadas hace treinta años, con privilegios vitalicios, mientras las victimas de la semana pasada no reciben ni diez euros, ni una palmadita gratis en el hombro.

      Pedro a lo que iba: si admitimos legislación excepcional para los delitos de nuestras manías, y para que atentar contra el Estado sea maś grave que atentar contra la vida de los ciudadanos, poco nos podemos quejar de que la excepción se contagie...

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    3. Creo que el primer párrafo de la exposición de motivos de la LIV marca el tono penal que deben seguir los jueces y juezas en la imposición de penas, amén, de como señala Emilio, del tratamiento mediático e institucional que reciben las muertas frente a los muertos:

      "La violencia de género no es un problema que afecte
      al ámbito privado. Al contrario, se manifiesta como el
      símbolo más brutal de la desigualdad existente en nuestra sociedad. Se trata de una violencia que se dirige sobre las mujeres por el hecho mismo de serlo, por ser consideradas, por sus agresores, carentes de los derechos mínimos de libertad, respeto y capacidad de decisión".

      Calificar la violencia de género de manera unidirecional como el "símbolo más brutal de la desigualdad" no cabe duda que predispone a considerar el insulto de una mujer a un hombre como falta leve, mientras que la respuesta verbal que exprese ese hombre hacia esa mujer pueda ser merecedora de detención inmediata.

      No cabe duda en cualquier caso que la implantación de estas leyes se ve favorecida por la presión y el chantaje de diversos grupos. Recuperar el sentido libertario del individuo frente al Estado y los grupos podría minar ese efecto contagio.

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    4. las Exposiciones de motivos no son Derecho positivo, sino propaganda y exhibición de buenas intenciones, aunque hay quien defiende que deben ser una orientacion cuando el TS establece doctrina sobre un punto controvertido, al servir para interpretar la voluntad del legislador.
      Por tanto, los jueces, en esto como en todo, se atienen al articulado, a las leyes procesales, y a su incurable camastronería y ley del mínimo esfuerzo.

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    5. ¿Y quién dijo que lo fuera?

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    6. Yo he hablado de influencia, y desde luego que la propaganda neofeminista que introduce la ley en la exposición de motivos induce a jueces y juezas a actuar en una clara dirección para erradicar "el símbolo más brutal de la desigualdad" a partir de penas en función del sexo.

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    7. Si es como usted dice, va a ser que tengo razón en que la judicatura en España es penosa y está trufada de débiles de mente y de espíritu, deseando hacer la pelota a los de arriba en lugar de aplicar la ley en justicia. Otra cualidad que añadir a la lentitud y mala calidad de las instrucciones y actuaciones.

      Vaya joyas.

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    8. Aloe, su argumento y el mío no son, desde luego, incompatibles. Son más bien complementarios. Leyes corruptas y torticeras generan actuaciones corruptas. Recuerde que a los que se salen del tiesto, como la juez María Sanhauja, los comisarios neofeministas les hacen la vida imposible por artículos como este:

      http://www.pensamientocritico.org/marsan0105.htm

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    9. Anónimo10:36 a. m.

      Su actitud Aloe ejemplifica mejor que cualquier otra cosa esa estrategia del disimulo que en la entrada se recoge como característica del neofeminismo basada en hacer y deshacer en la política y la sociedad pero a hurtadillas, sin que se note, sin hacer ruido, sin dar la cara.

      Lleva usted en estas lides de opinar sobre temas de género muchísimos años y pretende que nos creamos que desconoce el diferente trato penal en la Ley contra la violencia de género o que nuestra legislación está atestada de cuotas y discriminación. Me parece de una gran desfachatez.

      Y cuando se critica la legislación de género y su autoría neofeminista pretende que en realidad de lo que se habla es de la mala calidad y los retrasos de la justicia. Demasiado burdo ¡¿no?!



      Alberto

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    10. Alberto, su actitud ejemplifica a la perfección la paranoia y las conclusiones basadas en ningún hecho salvo esquemas preconcebidos.

      Yo no soy abogada. Conozco algo de derecho, pero sobre todo derecho financiero y tributario. En la vida real soy una especie de contable-auditor, más que nada. Mi formación principal es de economista.
      Llevo muchos años en este mundo, desde luego, pero le aseguro que no tengo paciencia para leerme más leyes que las que me son obligatorias (y ya son demasiadas). Ni soy activista feminista (y ahora tampoco de ninguna otra cosa, antes una temporada del laicismo) ni lo he sido nunca.
      MI opinión de la judicatura en España se ha formado poco a poco y a regañadientes, forzada por el contacto real con esos seres y los papeles que producen.

      Es decir, que no ha acertado ni una.

      Adoro discutir, es un defecto que tengo y que internet ha exacerbado (porque ahora hay más gente para discutir de cosas diversas) y respeto la lógica, el conocimiento y la inteligencia. El conocimiento no se puede exigir a todo el mundo, la lógica sí. La buena fe discutiendo, también.

      Como le pasaba a Flaubert, con la edad soporto cada vez peor la estupidez. Afortunadamente para mi, también me río más con las pìruetas que los estúpidos pretender hacer pasar por razonamientos.
      Las historias de género me interesan relativamente. Hay muchos temas que me interesan más: Este blog es monotemático, pero yo no lo soy.

      Así que, mon pauvre Alberto, es dificil acertar menos que usted...

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    11. Anónimo6:53 p. m.

      Vamos, que tiene como pasatiempo hablar de lo que desconoce dado que su formación en derecho tributario no le da para saber lo que todo el mundo sabe:que la Ley contra la violencia de género considera falta en la mujer lo que en el hombre considera delito, y se dedica a opinar frivolamente -porque tiene el vicio de discutir- entre otras cosas sobre un tema que a tantos ha causado tan grave daño como ser detenido y metido en un calabozo por una denuncia falsa y, en una mezcla de ignorancia y desfachatez, solo así soy capaz de entenderlo, venir y contárnoslo. ¡Porca miseria!

      Alberto

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    12. Ciudadanos somos todos, y todos tenemos derecho a hablar de las leyes que nos obligan. Incluso usted.

      En cuanto a sus alegaciones, estimado Alberto... quiero citas legales, pruebas científicamente correctas y hechos demostrados.

      Las piruetas no sustituyen a estas tres importantes cosas.

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  4. Anónimo11:03 a. m.

    Los varones también han sido discriminados tradicionalmente. Y estas discriminaciones han tendido a procurar su muerte evitando la de las mujeres. Eran educados en la obligación de ser valientes, e, incluso, del desprecio por su propia vida. Ello facilitaba enviarlos a la guerra y que estuvieran dispuestos a realizar trabajos peligrosos. Aún hoy los hombres tienen un 3000% más de accidentes laborales mortales que las mujeres.
    Pero esta discriminación tradicional de los varones era legal, pues la discriminación por razón de sexo estaba permitida legalmente (no estaba prohibida). Y no sólo era legal, sino que, se trataba de que los hombres murieran en lugar de las mujeres, como sucedía en los naufragios: para los hombres hubiera sido una vergüenza salvarse ellos y dejar que las mujeres se ahogaran. Para las mujeres, no era vergüenza ninguna que ocurriera lo contrario, pues sus vidas eran las más importantes y era su derecho salvarse en primer lugar.
    Esta es una discriminación de los varones ahora olvidadada completamente. Era una discriminación, pero útil (pues evitaba que murieran mujeres) y honrosa para los varones (pues facilitaba su sacrificio útil para las mujeres y para la sociedad).
    Pero procurar la muerte de los varones a base de violar sus derechos, denigrarlos, o aunque sea ignorándolos y falseando la realidad, denigra a los varones perjudicados y a aquellos que les perjudican. Y también a las mujeres que colaboran.

    Un saludo:
    Tania

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    1. Me parece muy claro tu post especialmente ese último párrafo y dentro de él la última frase, aunque siempre habrá quien no se entere o no se quiera enterar.

      Un saludo

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  5. Tras unas breves vacaciones, me reincorporo al seguimiento del blog incluyendo unos párrafos de la última entrada de Pelle Billing, referida a la transformación personal de una ex feminista radical:

    “(Ella) ansiaba de manera patológica la desaparición de los hombres. Pero puedo entender esa línea de pensamiento La única solución aceptable de alguien creyente firmemente en los postulados del feminismo radical es que los hombres desaparezcan. Porque mientras existan, serán, intrínsecamente, los opresores de las mujeres.

    Felicito a esta mujer (Jessica Hopper) por su honestidad y la felicito por el abandono de ese odio . Pero al mismo tiempo es importante reconocer que no se trata de un ejemplo aislado. El feminismo radical está bastante extendido e importantes aspectos de su ideología forman parte del pensamiento del feminismo oficial.

    La ira crónica hacia el hombre forma parte esencial de la esfera de las políticas de género. Esto es terrible para los hombres, pero como demuestra Jessica Hopper en modo alguno beneficia a la personal que se alimenta de tales emociones.

    La solución consistiría en un nuevo enfoque de los temas de género. Un punto de vista que se ocupe tantos de los problemas a los que se enfrentan los hombres como las mujeres y que asuma que ambos roles tienen sus inconvenientes- no sólo el desempeñado por la mujer. “

    Estaré atento a cualquier reseña que sobre el libro del Pelle Billing se publique en inglés (el sueco se me escapa). A principios de año señalé en alguna entrada que Pelle Billing se había marcado como objetivo de cara el mes de Noviembre, y dentro del marco de sensibilización que sobre los problemas masculinos se dan en los países anglosajones en ese mes, alertar sobre el creciente fracaso escolar y el suicidio masculino.

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  6. Noticia pertinente para esta entrada:

    http://www.diarioelaguijon.com/noticia/4177/Cartas-al-Director/Los-padres-separados-no-queremos-seguir-siendo-parias.html

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