Si John Stuart Mill levantara la cabeza y observa en qué ha venido a parar su petición de igualdad jurídica para la mujer, seguramente se llevase más de una gran sorpresa. Pero si además tratase de encontrar, entre las mujeres de hoy, alguna que emule su gesto de ayer de pedir que no le fueran de aplicación las ventajas, que para el matrimonio la ley de aquel momento le confería, se daría cuenta de que por ese lado no tendría seguidora alguna. Y si ya estudiase con detalle y comparase aquellas ventajas para el varón, con las ventajas actuales para la mujer, se daría cuenta de que si las de antes eran importantes las de ahora producen vértigo.
Si además descubriese que para muchos el ejercicio de cargos públicos por parte de la mujer, debería estar blindado a la crítica, porque el ejercicio ciudadano del derecho de opinión y expresión sería interpretado en este caso como reacción machista, y que otro tanto de lo mismo sucede con la violencia, de la que la mujer no podría ser acusada porque en ella siempre sería una violencia de reacción de la que el responsable en última instancia vendría a ser siempre el varón, en lugar de formular el liberalismo quizá decidiese dedicarse a otra cosa, visto el uso instrumental y torticero que de sus palabras y hechos se vendría a hacer con el paso del tiempo.
Detrás de cada gran hombre hay una gran mujer, dice el dicho feminista. Ahora habrá que acuñar otro en el que se diga que detrás de cada conquista del feminismo lo que hay es sobretodo hombres dispuestos a llevarlas adelante y dar la cara, en leyes menos misándricas, pero también en las más misándricas.
El liberal Stuart Mill seguro que también se escandalizaría por el sesgo de género de este artículo, en el que siempre se pondera el hecho de que ya el 55% de los universitarios sean mujeres...si aludir a las causas: el impacto negativo que las nuevas pedagogías tienen en Primaria y Secundaria en los alumnos varones y que son causa fundamental de que el fracaso escolar masculino, como ya hemos señalado numerosas veces, doble al femenino. Los ministerios pertinentes del actual gobierno, (y del próximo que vengan), no parecen inquietos. El artículo en cuestión:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/sociedad/formadas/peores/empleos/elpepisoc/20101114elpepisoc_1/Tes
Una cantinela repetida mil veces, estimado Plutarco, termina fijándose al oído. Si son más en la Universidad, lo que hay que celebrar no es ese hecho, sino lamentar que no encuentran empleo a la medida de su titulación, si lo encuentran que no progresan como debieran por el techo de cristal...
ResponderEliminarEs el eterno lamento de quien sólo se ve a sí misma, porque el que está al lado no importa y por eso no es reseñable que sólo represente el 45% en la Universidad, como tampoco interesa porque en algunas profesiones son el 100%, particularmente aquellas más sacrificadas...
No es novedad que visión de género signifique visión de lo que interese a la mujer con desprecio por lo que puede interesar al hombre.
En este asunto Plutarco el razonamiento feminista no es muy sofisticado, se basa en el mero interés, sin reparar ni en leyes de la economía, ni intereses generales, ni grandes postulados éticos. Si tú eres hombre y en algo positivo eres más que yo mujer, entonces se hace necesario revisar las condiciones en que eso se produce porque sólo puede ser fruto de la malevolencia de los hombres. Hombres que dirigen empresas, por ejemplo. Si yo mujer estoy por delante tuya en algo positivo entonces es que me lo merezco. Por ejemplo, puestos de la administración pública. El razonamiento feminista es un conjunto de trucos y estrategias para favorecer la prevalencia femenina, sin importar lo que pase.
ResponderEliminarEl fracaso escolar masculino está bien porque es masculino, por tanto no es preciso conocer en qué circunstancias se produce y si quizá tiene algo que ver con el prejuicio feminista recogido en nuestra legislación de que niños y niñas son idénticos y por tanto el método ha de ser igual para ambos y si la absoluta prevalencia de la presencia femenina en casa y la escuela no está favoreciendo un menor desarrollo del niño como la neurociencia está demostrando al igual que los estudios de campo.
Sin embargo en el mundo laboral las mujeres deben ganar -¡ojo! allí donde ganan menos- igual que los hombres independientemente del número de horas que dediquen o de la dificultad de desempeño de funciones que sólo los hombres asumen. Hay que repetirlo una vez más: es falso que las mujeres estén discriminadas salarialmente, prejuicio de partida de muchas mujeres para luego justificar en base a él no sé qué cosas.
Lo más increíble de todo este asunto es que partiendo de la desigualdad jurídica en perjuicio de la mujer que señalaba Mill hemos venido a parar en desigualdad jurídica en grave perjuicio del hombre. Como increíble es, que el feminismo siga hablando de combatir roles y estereotipos de género, al tiempo que los cosifica y los legaliza, social y jurídicamente.
Por fin, gracias al artículo que señala Plutarco, ya he entendido en qué consiste la tan nombrada "perspectiva de género". Consiste, por ejemplo, en escribir un artículo sobre diferencias hombre-mujer en el que hablan 8 mujeres y 3 hombres. ¿Paridad?, no, hoy no, ya si eso... otro día. Es lógico, la opinión femenina es más importante y sabia que la masculina, eso es lo que quiere decir "igualdad" ¿no?. Por cierto ¿alguien sabe la proporción de hombres y mujeres que trabajaban en el Ministerio de Igualdad, ese que defendía con ahínco la paridad? Seguro que es un dato interesante.
ResponderEliminarLa conclusión que insinúa el artículo es la siguiente: las mujeres "ganan" en los estudios gracias a su esfuerzo y capacidad; "pierden" en el mercado laboral porque se las discrimina y obstaculiza. Pero para los hombres, este rasero no vale, hay que crear otro (en nombre de la igualdad, claro): los hombres "perdemos" en los estudios por nuestra propia ineptitud, y "ganamos" en las empresas porque somos unos privilegiados. O dicho de otra manera: todo el mérito para las mujeres, toda la culpa para los hombres.
¡Gracias, El País, ya sé lo que es la perspectiva de género!
También se podría formular como: si ganas tú es que has hecho trampa, si gano yo es que no has podido o no te he dejado hacerla.
ResponderEliminarComo nos demuestra el feminismo: con lo fácil que resulta formular las verdades científicas... la cantidad de tiempo que llevamos perdido por culpa de unos hombres empeñados en buscarle tres pies al gato.
Alberto
¿De verdad pensáis que “alguien” mueve los hilos? El conspirador debe estar por encima de lo que predica. Si él mismo se cree sinceramente su mensaje (sin mediar autoengaño), no hay dolo ni, por tanto, conspiración. ¿Se creen las feministas y nuestros gobernantes, de uno y otro sexo, las tonterías de “género”? Pienso que, en su mayoría, sí. La ingenuidad, por estar asociada al fanatismo, es tan peligrosa o más que la astucia o el cálculo racional. A mí no me cabe la menor duda de que, al menos aquí, estamos gobernados por tontos. Obviamente, el interés de reclutar el voto femenino está, seguramente, detrás de los intereses políticos de los partidos más fuertes. Pero eso no explica más que una parte del fenómeno.
ResponderEliminarDesconozco la explicación del alcance de la injusticia promovida por la ideología de “género”. Quizá, amigos, todo sea bastante sencillo, quizá no sea necesario intentar rastrear posibles intereses ocultos o conspiraciones de largo alcance. Me mueve, al decir esto, un deseo de parsimonia científica. Considérese lo siguiente: desde la noche de los tiempos, las mujeres han dominado al hombre allá donde ellas tenía poder para decidir y manipular: tradicionalmente, el ámbito doméstico. No tenían acceso a lo público, cierto, pero no por culpa de ninguna suerte de misoginia patriarcal, sino por razones infraestructurales y estructurales. La revolución tecnológica e industrial permitió a las mujeres reclamar su justar porción de poder político. Una vez conseguido, no se han limitado a ejercer un feminismo de igualdad, sino a súper-compensar el desequilibrio inicial por vía del victimismo. Y aunque el victimismo es un fenómeno general de nuestras sociedades (pseudo)progresistas, el de las mujeres, en general, es superlativo. La capacidad y disposición naturales de la mujer para manipular a sus semejantes y, especialmente, al hombre, es proverbial. La mujer simplemente ha trasladado a lo público el dominio que sobre el varón ya ejercía en lo doméstico.
¿Estoy diciendo que la mujer, en general, tiende a manipular por inclinación natural? Sí, ni más ni menos. Ayer mismo tuve ocasión de hablar con dos mujeres que reconocían la dificultad para tratar con mujeres. Una de ellas se refería a la educación de niños y niñas. Tenía un niño y una niña, de tres y cinco años respectivamente. Afirmaba que era mucho más fácil educar al niño que a la niña. Al crío lo veía, por comparación, más sencillo, más noble (así lo dijo). Con la cría tenía que discutir y combatir su juego de argucias y teatralidad. Otra mujer presente, molesta con la observación, dijo que los hombres eran más simples, más torpes, que no se enteraban de nada. Otra agregó que eso dependía de la persona, que no se podía generalizar. La que estaba de acuerdo con la primera es médico endocrino. Todos los días tiene que tratar a personas con obesidad. Les prescribe dietas para bajar de peso. Pues bien, esta señora afirmaba que prefería mil veces a un paciente hombre que a una mujer. Lo explicaba: el hombre, a los dos meses de haberle sido prescrita la dieta en cuestión, llega a consulta y dice, a lo llano: “doctora, yo no puedo seguir esta dieta”. Y ahí se acaba todo. La mujer en cambio llega a consulta y despliega mil y una excusas para intentar justificar por qué está igual de gorda.
(sigue)
Raus, además de que no estoy de acuerdo contigo en lo de que quienes nos gobiernan sean tontos, creo que un lenguaje tan destemplado y una acusación tan genérica como la que haces no contribuye a clarificar las cuestiones; y más bien, es como si les diera razón a quienes desearían que una bitácora como ésta no existiese.
ResponderEliminarAlberto
sigue...
ResponderEliminarAlega, por ejemplo, que ha comido lo que ponía en el papel, o incluso menos, pero que esto y lo otro y lo de más allá. Mi amiga endocrino dice salir con la cabeza como un bombo. Aclara que no cree que todas esas excusas las digan para engañar, sino que se autoengañan, que se acaban creyendo ellas mismas sus propias mentiras a base de racionalizaciones. Cosa que condice perfectamente con lo que sabemos de la inclinación del ser humano al autoengaño (véase Pinker en La Tabla Rasa): creerse la propia mentira es la mejor estrategia para engañar al otro. Por otro lado, todos sabemos las miles de vueltas que las mujeres le dan a la cabeza cuando van a comprar algo. Es como para echarse a temblar.
Sea como fuere, el engaño, la tergiversación y la manipulación femeninos están ahí, desde la noche de los tiempos. Cuando la relación es entre hombre y mujer, él suele acatar los deseos de ella. No en vano hablamos del típico calzonazos, incluso del bragazas (epítetos que no existen para aplicarlos a la mujer).
Esto explicaría la acción feminista de género: el feminismo radical no es otra cosa que la típica conducta femenina natural llevada a lo público. ¿Pero qué hay de la otra parte? ¿Por qué los hombres se dejan manipular por las mujeres? Porque sienten una tremenda fascinación por ellas, porque son emocionalmente dependientes de ellas. Las pruebas son abundantísimas. Esa fascinación tiene un fortísimo componente sexual, sin duda. Muchos hombres tragan quina a diario por no ver enfadada a la mujer, quien utiliza el sexo como moneda de negociación para decantar todo a su favor. Una vez una chica me confesó que ella solucionaba los conflictos con su novio en la cama. Él tenía un fuerte carácter, como ella. Pero cuando ella se desnudaba y se metía en la cama, ahí se acababa todo: él no podía resistir la tentación. Y ella, claro, aprovechaba la debilidad de él para resolver a su favor. Elena Fisher nos cuenta que los suicidios por desengaño amoroso son mucho más frecuentes en los hombres que en las mujeres. No recuerdo bien si decía del orden de 3 ó 4 veces superior. De hecho, no es raro que el uxoricida acabe suicidándose. Eso revela, en general, un estado anímico muy alterado y una dependencia emocional de la mujer. Ellas, en cambio, suelen ser más dadas al asesinato frío y calculado; normalmente, el envenenamiento. Cerca del 70% de las separaciones están promovidas y provocadas por las mujeres. En las prisiones masculinas, si el preso ha matado a uno o varios hombres, pocos de sus compañeros lo despreciarán. Quizá lo respeten o teman. Si se trata de un violador o asesino de mujeres, lo pasará muy mal.
Un amigo mío tiene dos hijos: niño y niña. El niño es 2 ó 3 años mayor que la niña. Cuando nació la nena me dijo que le iba a resultar más difícil educar a la cría, por aquello de que le sería más duro castigarla. En los Simpson el cabezón de Homer no tiene ningún problema en estrujar el cuello de Bart, pero jamás se le ha visto hacer lo mismo a Lisa. Cuando me saqué el carnet, hará ya más de 20 años, el instructor de la autoescuela me dijo que llevaba un mes de los nervios. Le pregunté por qué. Me dijo que tenía a más alumnas de lo habitual y a ellas no les podía corregir con la misma severidad que a ellos.
Obviamente, el hecho de que detrás del feminismo haya, según opino, una natural propensión femenina a la manipulación y una inclinación del hombre a consentir ser mangoneado por la mujer, no significa que estemos condenados a vivir bajo un feminismo radical como el que tenemos. La evidencia y la razón deben superar cualesquiera de estas inclinaciones naturales. Simplemente, nos conviene saber a qué nos enfrentamos.
Señor Alberto, permítame decirle lo siguiente: creo que antes que juzgar la opinión del otro hay que oírla hasta el final, cosa que usted no ha hecho. Al pie de lo que usted ha leído ponía “(sigue)”. No obstante, admito su discrepancia. Ahora bien, quizá sea usted tan amable de argumentarla. No sé a qué se refiere cuando dice que utilizo un “lenguaje tan destemplado”. En relación con lo de la “acusación tan genérica”, le diré que no pretendo decir que todas y cada una de las mujeres sean dominantes, sino que lo son una mayoría. Y si dijera que los alemanes son más altos que los españoles, esperaría no tener que aclarar que es una regla con excepciones, que no todos y cada uno de los alemanes es más alto que todos y cada uno de los españoles. Ignoro por qué dice usted eso de que lo que yo he dicho “es como si les diera razón a quienes desearían que una bitácora como ésta no existiese”. Quizá desee usted explicarse.
ResponderEliminarPor último, lleva usted razón en que estamos en desacuerdo sobre la inteligencia de nuestros gobernantes.
Saludos.
Me ratifico en todo lo dicho.
ResponderEliminarAlberto
Señor Alberto, lo que yo quisiera es que usted justificara con argumentos su desacuerdo, porque yo admito que puedo estar equivocado, pero para salir de mi error necesito algo más que la mera opinión telegráfica.
ResponderEliminarSaludos.
En mi opinión Raus pareces olvidar que el movimiento feminista es un movimiento de larga trayectoria en nuestro país, pero mucho más larga en otros, que goza de gran predicamento en muchos ambientes y que goza del apoyo de la mayor parte de la clase política y sindical en aquí y fuera de aquí. Que goza del apoyo de bastantes instituciones internacionales y de un gran número de varones entre ellos muchos “ilustrados”. Y que existen muchos libros y artículos periodísticos y de todo tipo en su apoyo.
ResponderEliminarY sobretodo que goza de gran poder político y social. Y eso no es óbice para que a muchos nos parezca un movimiento con unas propuestas inasumibles desde el lado masculino, pero también para el conjunto social, porque en última instancia para llevar adelante sus “propuestas de género” está produciendo no sólo muchos damnificados directos también una importante pérdida de calidad de nuestra democracia, de las garantías jurídicas y, en general, de la vida social sobre las que es necesario llamar la atención.
A mí en particular me produce bastante perplejidad explicarme no sólo cómo ha conseguido tanto poder, sino los concretos mecanismos para su ejercicio de la forma en que lo está haciendo, consiguiendo lo que ningún otro poder consigue, la unanimidad de casi todos y sobretodo su blindaje frente a cualquier crítica. El hecho de que me pregunte quién mueve los hilos tiene que ver con todo esto porque estando presente en mil sitios a la vez, y no de forma neutral, por ningún lado se ve la crítica, por decirlo de modo abreviado debe ser el único poder que carece de contrapoder y eso en cierto modo lo hace imbatible.
Lo que a veces quiero tener claro, ya que otras veces me puede la ansiedad, es que poner en claro todo esto para una mayoría social va a llevar tiempo y va a ser necesaria no sólo una gran dosis de inteligencia también una capacidad enorme de paciencia.
Emilio, desde un principio he dicho que no conozco la explicación cabal del feminismo. Faltaría más. Y lo que propongo es una hipótesis, nada más. No olvido esto que me dices, por eso subrayo que “Obviamente, el interés de reclutar el voto femenino está, seguramente, detrás de los intereses políticos de los partidos más fuertes. Pero eso no explica más que una parte del fenómeno”.
ResponderEliminarPor otro lado, la existencia de intereses políticos no desmiente la conjetura de que el feminismo reproduce en la esfera política y legislativa buena parte de la dominación femenina en el ámbito doméstico. O, yo al menos, no alcanzo a ver que haya incompatibilidad entre dicha reproducción y los intereses políticos. Supongo que opinarás que si no hubiese interés político o económico en potenciar y mantener el feminismo, éste ya habría sido eliminado. Bien, yo admito que las tropelías feministas no pueden mantenerse sólo por la fascinación y debilidad que el hombre suele sentir por la mujer, pero entiendo que, dadas ciertas condiciones socio-políticas e ideológicas, la debilidad masculina ha de tenerse en consideración. Creo que tendemos a pensar que las mujeres son tratadas con más deferencia general por vivir en sociedades feministas, cuando, en realidad, la deferencia y el trato de favor hacia la mujer se remontan a épocas en que no existía el feminismo. Al contrario, eran típicamente machistas.
Opino que es indudable que el hombre condesciende a la mujer. Baste recordar cómo el varón, ante ciertos trances o catástrofes, antepone la vida de las mujeres a la suya. Todos conocemos qué pasó en el Titánic. ¿Cuál es la razón de semejante autosacrificio y heroicidad? Me parece que es bastante clara la existencia de un instinto protector masculino. O que alguien me explique cuál es mecanismo que se halla detrás de tan extraordinaria singularidad. ¿Acaso, estimado Emilio, esto no ha de producirnos perplejidad?
Sigue...
...Sigue.
ResponderEliminarYo puedo entender que, en principio, quepa cuestionar que la pública dominación feminista sea un reflejo y una extensión del dominio femenino en lo doméstico. Y no sé si alguien cree que, en realidad, no son las mujeres quienes, en general, dominan en casa. Hoy mismo me ha contado un amigo lo siguiente. Ha acompañado a su madre a la carnicería. Él no ha entrado, se ha quedado fuera, esperándola. Pasados unos minutos, en vista de la tardanza de aquélla, mi amigo entra en la carnicería. Entonces, la carnicera, al verlo, exclama: “¡Anda, si no era tu marido el que te estaba esperando fuera, si resulta que es tu hijo! Ay, perdona, chica, y yo dándote palique y haciendo esperar a tu hijo. A los maridos los tenemos dominados, pero a los hijos no. Los hijos nos dominan a nosotras”. Poca duda cabe: ellas se saben dominadoras del hombre (aunque los hijos son otra historia). Y si es verdad, como parece, que las mujeres dominan en lo doméstico, ¿por qué razón habrían de desprenderse de su inclinación dominadora al entrar en la esfera pública? Si se desprendiesen, estaríamos ante un fenómeno de lo más curioso, digno de estudio.
Otra cosa es que se cuestione que las mujeres dominen en lo doméstico, cuestionamiento que no me parecería muy sensato, la verdad. O se me podría decir que en el ámbito público las mujeres pierden, en algún grado, su capacidad para dominar al hombre. Sin embargo, lo que observamos por doquier es la inveterada deferencia del hombre para con la mujer. Cuando las mujeres ocupan los puestos de trabajo menos peligrosos o se les concede sin rechistar que ocupen puestos de dirección por cuota, ¿está detrás una conquista feminista o, sencillamente, femenina? ¿O acaso no ha ocurrido algo muy parecido a esto desde siempre jamás? Esa discriminación por la cual el hombre acomete lo más peligroso por sistema y ella queda para labores menos arriesgadas, ¿no será una suerte de continuismo de la sempiterna deferencia masculina hacia las mujeres (quizá de su incombustible deseo de conquistarlas)?
Por lo demás, encuentro que la marcada subjetividad de las teorías feministas no difiere de la subjetividad femenina desplegada en las relaciones de pareja.
Piénsese, de nuevo, en la cuestión de las cuotas. Las feministas alegan en defensa de esas cuotas la existencia del famoso “techo de cristal”. Ese “techo de cristal”, esa supuesta y fantasmal oposición masculina a que la mujer medre laboral, social y políticamente no existen en absoluto como fenómeno general. No resistiría un análisis serio y objetivo. No obstante, se imponen las cuotas por ley en diversos trabajos. Si la mujer quiere ser bombero, encontrará que las pruebas físicas a superar en la oposición son menos duras que las que habrán de superar los hombres. Y quien dice bombero, dice policía y otras actividades.
ResponderEliminar¿Por qué no se ve natural que un hombre de similares capacidades físicas que una mujer tenga que superar un examen rebajado en dificultad? ¿O por qué los hombres menos fuertes que la media no exigen su ley de cuotas? ¿No será que, desde siempre, se ve de lo más natural ayudar a la mujer, apoyarla, tenderle la mano para que cruce el charco? Jamás en la mili se hizo exención de rigor para los hombres menos dotados físicamente. Al contrario, el débil, o fue motivo de burla de los otros o, sencillamente, tuvo que apretar más las tuercas para estar a la altura de la exigencia media, lo pasara o mal que lo pasara. Pero para la mujer, en general, no supone ninguna suerte de deshonra u ofensa que sea beneficiaria de un ostensible y descarado trato de favor. Aunque la ley de cuotas recibe críticas, incluso de las mujeres, no deja de verse natural que ellas reciban trato deferencial. Las mujeres, la mayoría, no se escandalizan por ese trato, sino, al contrario, lo reclaman como lo más natural del mundo. Huelga decir que siempre hay excepciones. Si se ayuda sistemática a un hombre normal, su virilidad u hombría será cuestionada. O su valía como varón. Pero si se ayuda a una mujer, ¿qué quedará cuestionada en ella? ¿Su feminidad?
El régimen de cuotas es algo sumamente contradictorio dentro de las reivindicaciones feministas: mujeres que quieren ser consideradas en igualdad, que no haya apreciaciones sexistas, que no importe el sexo del opositor, pero que, a la hora de la verdad, aceptan gustosas ser objeto de privilegios (privi-legio: ley privada). Aceptan sin rubor no ser objeto de derechos, sino de privilegios: que se las ayude a medrar. Es decir: la mujer ha conseguido que el trato deferencial que recibe del hombre de manera espontánea en la vida cotidiana (doméstica y no doméstica) se convierta en sistemático y legalmente reglado en la esfera pública. Mientras en lo doméstico o privado ella lo consigue informalmente, en lo público lo consigue por vía de ley. Esos paralelismos entre lo doméstico-privado y lo público no me parecen casuales precisamente, estimado Emilio. Otra cosa es que, aparte, sea preciso estudiar a qué sectores o poderes puede beneficiar todo esto. Pero es cuestión que, a mi juicio, no contradice la hipótesis del paralelismo aquí esbozada.
la reaccion de los hombres ante toda esta majaderia misandrica es la de hacer la vista gorda y pensar que ya pasará el temporal de discriminaciones positivas que nos toca padecer en estos grandiosos tiempos de igualdad para las mujeres. Respecto a la discusion que manteneis con Raus yo estoy con el porque me parece evidente que tiene razon y es de sentido comun y comprobable todo lo que dice, la voluntad de poder de las mujeres ya no se oculta, ellas lo llaman apoderamiento, palabra ridicula de nuevo cuño, quieren el poder para procurarse nuevos privilegios en forma de ayudas de todo tipo, sobre todo economicas, poco mas hay que comentar, la caballerosidad se lo permite y se lo procura, quien no sea caballero será machista o misogino, no veo la complejidad del fenomeno por ninguna parte, hay miedo a la reaccion en contra por evitar que te cuelguen un sanbenito feo pero hay razon y ciencia en contra del fundamentalismo de genero y esto es alentador y esperanzador asi que mientras haya conciencia lucida de la injusticia habrá la opcion del cambio y la superacion de esta injusticia
ResponderEliminarPienso, Anónimo, Emilio y demás lectores, que, en general, hay una fuerte tendencia a imaginar que existen poderes ocultos para explicar muchos fenómenos sociales. Casi siempre se señala a la banca como el candidato a manipulador por antonomasia. La posmodernidad siente un especial recelo por el poder y creo que tendemos a buscar complejas razones y manos que operan en la sombra donde, seguramente, no hay tales cosas. He leído y oído tantas teorías rebuscadas para explicar tantas y tantas cosas que, de ser ciertas, habría más conspiradores que víctimas de conspiraciones.
ResponderEliminarLo que hay, en mi opinión, es mucho oportunismo de los agentes políticos y económicos, pero no exactamente conspiraciones propiamente dichas.
Sobre estas cuestiones del feminismo, la suposición de que éste es el producto de intereses ocultos, desplaza el peso de la culpa sobre el mismo hombre, cosa que me parece paradójica y contraproducente para quienes deseamos denunciar el feminismo de género o cualquier otra injusticia. Es como si la moneda siempre hubiese de caer del mismo lado. Si hasta del feminismo de género somos culpables también los hombres, apaga y vámonos. Y, de hecho, considerar a la mujer más o menos irresponsables de sus actos o creer que están movidas por manos masculinas ocultas, forma parte de la mentalidad caballeresca del hombre, siempre inclinado a disculpar a la bella damisela. Yo, por mi parte, lo tengo claro: las culpables de este feminismo de género son las mujeres que lo idean, lo apoyan o se sirven de él.
Hombres y mujeres aspiran a tener poder, doméstico y político. Pero lo que cambia de manera notable son los estilos que ellas y ellos utilizan para lograrlo. El hombre debe enfrentarse directamente con mundo, pelear cuerpo a cuerpo con él. La mujer, en cambio, acumula poder de manera indirecta: no se enfrenta al mundo directamente, sino que consigue que el hombre luche para ella o, simplemente, que él ceda parte de su poder por las buenas. Nadie puede negar que es esto lo que está pasando. La mujer se hace la víctima, el hombre muerde el anzuelo, le cede el paso y le pide perdón. El poder de la mujer consiste en conseguir que el hombre luche por ella. Pero esto no es nada nuevo. La novedad es que el terreno en disputa no es el doméstico, es el político. Desde siempre la mujer ha acumulado poder seduciendo a hombres poderosos. Ahora, simplemente, lo que hacen es arrebatarle al hombre el poder político y económico que por sí mismas no pueden o no quieren conseguir. Eso es lo que creo.
Raus, sin necesidad de pensar en conspiraciones, lo que sucede con las políticas de género dista mucho de ser claro. Tú mismo dices que acostumbran a actuar con intermediación de los hombres, lo que nos plantea un primer problema, cómo sabemos cuando estos actúan como mediadores y cuando de motu propio, y un segundo, no menos peliagudo, a quién responsabilizamos entonces: a la cabeza pensante o a la mano ejecutora.
ResponderEliminarEn lo que tengo la sensación de que estoy menos de acuerdo contigo, es si esto responde a algo perfectamente planificado o responde más bien a una cierta improvisación. En mi opinión hay en este asunto una planificación perfectamente establecida y, lo que es más importante, funciona a la perfección a pesar de la pluralidad de agentes implicados.
Desarrollar estas ideas como me gustaría seguramente me llevara un tiempo del que ahora mismo no dispongo por lo que recurriré a algún ejemplo.
La asignatura de Educación para la ciudadanía, a mí no me cabe duda, que si alguna intención tiene es la de propagación del feminismo de género, sin embargo sus principales impulsores, al menos públicamente, fueron personas del género masculino, pienso por ejemplo en Fernando Savater, J.A. Marina o Gregorio Peces Barba. Lo que suceda con ella, por eso mismo, difícilmente le podrá ser atribuido como responsabilidad al feminismo de género incluso al institucional.
Y aún te pondré otro no menos difícil, al menos para mí. Cómo actuar ante lo que está sucediendo con las campañas contra el cáncer. Incluso la idea de que sea un lazo rosa el que pretenda significar la lucha contra el mismo. Me asombra que a nadie se le ocurra la idea que en un asunto de ese calibre debería ser mejor dejar el género a un lado. Y aquí ya no se trata de miedo, se trata de si todos somos seres humanos o ya no y si el cáncer en un momento u otro nos puede tocar a todos.
Un tercero, en este país está resultando prácticamente imposible la revisión de un sistema educativo que no funciona, al igual que cualquier acuerdo sobre educación, pero eso no ha sido óbice para que entre lo que el Ministerio ha aprobado, vaya una importante medida relacionada con el empleo femenino, el compromiso de contratar a quienes hasta el momento atendían a la población infantil en la que ahora será nueva etapa educativa en la red pública.
Lo que parece absolutamente imposible es plantear cualquier medida en relación con el fracaso escolar masculino, qué digo medida, el solo reconocimiento de la existencia de ese aspecto diferencial, cosa que hasta el presente no ha hecho ni el Gobierno ni la oposición educativa, fuera de contadas individualidades.
La complejidad creo yo está en: por un lado identificar claramente los agentes causantes y a continuación poner en marcha algún mecanismo que obligue a dar cuenta de lo que hace. Lo que en la realidad sucede es que ni contamos con lo primero y en relación con lo segundo la experiencia nos está diciendo que la estrategia que siguen es la de retirarse antes de confrontar. No deja de ser significativo lo que ha venido sucediendo a propósito de estas cuestiones en Públicoy El País, después de observar el fuerte rechazo a algunas de las grandes cuestiones planteadas por el feminismo de género.
Resumiendo, si nuestro objetivo es que alguien nos explique lo que se está haciendo y por qué, tenemos que tener claro a quién preguntarle, pero también gozar de algún resorte que o bien obligue a dar respuesta o al menos dejar en evidencia esa falta, y lo cierto es que creo que no hemos conseguido ninguna de las dos cosas. De tal modo que los verdaderamente tontos, por utilizar tu expresión, no sean ni quienes nos gobiernan, ni el feminismo, sino quienes sufriendo las consecuencias no somos capaces de dar señales suficientes de que esto no nos gusta nada.
En este sentido que indica Raus, siempre me ha llamado la atención el poder que ejercen las Primeras Damas en EE. UU. (aquí no, afortunadamente), siendo el caso más llamativo el de Hillary Clinton. Esta mujer incluso intentó hacer una reforma sanitaria, un tema importantísimo, que no llegó a buen término. Sin embargo, ella nunca se había presentado a ninguna elección, por tanto nadie la había votado, no participaba en los debates electorales (tan importantes allí), no se exponía a las críticas ni tenía que dar explicaciones a parlamentarios o periodistas; esos marrones se los comía su marido. Pero eso no impedía a esta mujer acumular un considerable poder, que realmente había conquistado su marido, y que ella utilizaba como si fuera suyo. Me parece que muchas mujeres han hecho eso desde siempre, y hasta cierto punto estaba justificado cuando no podían salir al primer plano público. Ahora que sí pueden, muchas prefieren seguir utilizando esas argucias para ganar poder mediante oscuros lobbies de presión que nunca se presentan a elecciones, aunque se arrogan la representación de las mujeres, o mediante la influencia que ejercen sobre sus poderosos maridos. Es decir, pretenden gozar del poder sin la desagradable contrapartida de la responsabilidad. A veces, la visibiliad que tanto reclaman no les conviene, prefieren un discreto segundo plano y que den la cara otros.
ResponderEliminarHumberto
Por mi parte, Emilio, lo tengo claro: voy a responsabilizar tanto a la cabeza pensante como a la mano ejecutora. Verás, los ejemplos que pones de intervención masculina creo que no desmienten el patrón conductual de mujeres y hombres. Obviamente, el feminismo de género cuenta con la connivencia o con la colaboración sincera de muchos hombres y de instituciones creadas por hombres.
ResponderEliminar¿Pero en qué se diferencia esa colaboración pública de la colaboración o autoinculpación masculina en, por ejemplo, las relaciones de pareja? Precisamente, el hecho anotado de que la mujer se sirve del hombre para alcanzar poder, que actúa sobre el mundo indirectamente, explica bastante bien la confusión existente sobre la responsabilidad o autoría de las políticas de género. Es que, precisamente, el hecho de que la mujer convenza al hombre para que sea él quien dé la cara por ella o que sea él quien ejecute un delito, no es nada insólito en las relaciones cotidianas, informales y privadas entre hombres y mujeres.
Efectivamente, las mujeres no pueden conseguir ciertas cuotas de poder sin la aquiescencia masculina, y lo que yo intento explicar, Emilio, es precisamente eso: que la mujer, tanto en lo doméstico como en lo público, consigue la colaboración del hombre o su directa implicación. O si prefieres, que él actúe para ella.
Fíjate en el caso de las campañas contra el cáncer. ¿Resulta evidente que no debería importar el sexo del enfermo? Sí, resulta evidente. Pero ellas han tergiversado todo para hacer creer a la población que la lucha contra el cáncer debe ser, principal o exclusivamente, la lucha contra el cáncer de mama (generalmente femenino). ¿Conquista feminista o típica conquista femenina en el espacio público? Porque si esto vemos en nuestras sociedades dominadas por el feminismo de género, lo que vemos en las sociedades llamadas machistas es exactamente lo mismo: La vida de la mujer vale más que la del hombre; o que alguien me explique por qué ante una catástrofe como la del Titánic, se salve a muchas más mujeres que a hombres. Lo que yo intento explicar, Emilio, es que la consigna de “las mujeres primero” no es una consigna de los tiempos feministas, no es de ahora: es intemporal. Precisamente muy propia de sociedades consideradas rabiosamente machistas. Que ahora se pretenda que la vida de las mujeres con cáncer valga más que las de los hombres no es nada nuevo bajo el sol.
Más sangrante que lo que está ocurriendo en la desastrosa enseñanza de este país es lo que está ocurriendo con las denuncias falsas de mujeres a sus parejas masculinas. ¿Qué penas están sufriendo ellas cuando se descubre que han presentado una denuncia falsa? Ninguna, impunidad total. Más en general: no sé dónde leí que las mujeres son las autoras del 25% de los delitos, pero que sólo se les imputaba el 8%. Ignoro la fiabilidad del dato. Pero lo que sí sé es que no contradice el hecho de que el hombre, en cuanto que caballero, tiende a considerar inculpable a la dama (esto ya se veía en el Quijote), o a considerarla irresponsable de sus actos, o menos responsable que al varón. Esta forma de pensar y de sentir explica la relativa impunidad del delito femenino. Por un lado, las feministas exigen que se les considere seres completos, responsables de sus actos, mayores de edad. Pero, por otro, haciendo gala de un intemporal y plañidero victimismo, se las apañan para cargar las culpas de sus delitos sobre el propio hombre. De ahí que ya crea la población que cuando ellas matan a un hombre o bien es porque estaban esquizofrénicas o muy alteradas emocionalmente o bien, sencillamente, porque se trataba de un acto defensivo. ¿Conquista feminista o simple extensión del patrón conductual femenino/masculino observado hasta la fecha?
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ResponderEliminarUna observación sencilla. ¿Algún hombre duerme abrazado a su oso de peluche? ¿Algún hombre duerme con muñecos en su habitación? No. ¿Y las mujeres? Las mujeres, especialmente las jóvenes, sí. Ellas pueden dormir abrazadas a su peluche y nadie se extraña de nada. ¿Por qué? porque a ellas se les permite conservar un grado acentuado de infantilidad. Ellas, al menos las jóvenes (pero ya mayores de edad), no se desprenden de su mentalidad infantil. Rasgo que les interesa sobremanera conservar para cuando necesiten exhibir una conmovedora imagen de inocencia e irresponsabilidad. Eso sí, ya se las apañan ellas para darle la vuelta a la tortilla y decir que los hombres somos como niños, que no maduramos nunca, etc.
Las mujeres tienen en su mente una orden grabada a sangre y fuego: ellas están para ser servidas, cortejadas y cuidadas por ellos. Y ellos, respondiendo a una atávica compulsión y debilidad por la mujer, están pre-dispuestos a servirlas. Los hombres suelen estar muy dispuestos a sacarle a la mujer las castañas del fuego. Hace ya años, un amigo y yo fuimos a una discoteca de Valencia. Una chica que fumaba elegantemente hizo un movimiento con la mano y le quemó el ojo a mi amigo. Fue un accidente. Por fortuna no fue grave. Durante unos días llevó un parche en el ojo, como Falconeti. Pues bien, durante los días que así anduvo, se vio obligado a conducir el coche, pues su señora se negaba a cogerlo. ¡Ni siquiera en esas condiciones quería conducir! Y allí tenías a mi pobre amigo, tuerto de un ojo, conduciendo por toda Valencia, sin importar que le dolía y lloraba el ojo en cuestión.
La consigna es clara: los hombres, que me saquen las castañas del fuego. Sé que más de una protestaría. Diría que es justo lo contrario. Que son ellas, pobrecitas, las que están para servir y complacer al hombre. Lo de siempre: le dan la vuelta a la tortilla para presentarse como las víctimas de ese gran opresor que es el hombre. Como son ellas las que hacen la cena para todos los miembros de la familia, incluido él, o son las que planchan los calzoncillos, la conclusión femenina/feminista es que ellas están para servir al hombre. Como si el salir a vérsalas con el mundo para llevar un sueldo a casa no fuera, en general, mucho más duro y peligroso que planchar calzoncillos o hacer la comida. Y también en esto mienten descaradamente: he oído decir que el mayor número de accidentes laborales se produce en las casas. Y las víctimas son ellas, claro. Y sobre cuestión de asesinatos, ya ni te cuento. No importa que el 70% de las víctimas de asesinato sean hombres. Eso da igual: las mujeres se presentan como el blanco predilecto de los asesinos. Lo que importa subrayar es que tantas mujeres han muerto a manos de los hombres.
Toda esta tergiversación de la realidad no es, insisto, nada nueva. Ha existido desde siempre. Ahora, tras el ascenso de la mujer al trabajo remunerado, esa tergiversación favorable a los intereses femeninos (de mucha mujeres, que no de todas) está conquistando el terreno público. El doméstico ya lo tenían en el bolsillo.
Los tontos siempre hemos sido los hombres. No es cosa de ahora.
Me supongo que es lo bueno que tiene el pluralismo y la democracia que no todos tenemos que coincidir en las mismas apreciaciones y a mí me sucede eso con lo que expones y como lo expones.
ResponderEliminarA mí me queda claro que algunos de ustedes no están de acuerdo con lo que digo, pero no las razones del desacuerdo. Y es con eso con lo que yo disiento de ustedes. Porque, en democracia, las discrepancias están para discutirlas y tratar de alcanzar la verdad cueste lo que cueste. Ésa es su grandeza a mi juicio. Con todos mis respetos: no he hallado aquí disposición a discutir.
ResponderEliminarSaludos.
No, no es verdad que haya que alcanzar la verdad cueste lo que cueste. A donde la civilización nos ha traído es a la posibilidad de convivir y respetarnos aún cuando no estemos de acuerdo unos con otros. Creo por otro lado que pretender establecer la verdad sobre tantas y tan variadas cosas como planteas deberías entender que es tarea para algo más de un día.
ResponderEliminarEn relación con lo que dices a continuación de que no encontraste disposición a discutir tampoco se ajusta a la verdad, aunque seguramente tampoco te haya parecido que debieras detenerte un poco más en lo que decía el otro, y preferiste seguir adelante con una tesis completamente absolutista en la que una anécdota con un amigo tuyo con el ojo quemado y la negativa de su mujer a conducir te permite establecer la categoría de que todas las mujeres son iguales y además unas harpías.
Me sorprende, sin embargo, que siendo enseñante justamente del tema que no has querido entrar a discutir sea del fracaso escolar masculino. Si justamente en lo que te toca más de cerca no opinas como puedes decir luego que no encontraste disposición a discutir.
La educación y más en concreto el fracaso escolar masculino son sin embargo una pieza crucial. Como se tiene dicho muchas veces fracaso escolar en la mayoría de los casos termina derivando en exclusión laboral y ésta en exclusión social. Y en el asunto que tenemos entre manos inevitablemente se resolverá, si se resuelve, no en su totalidad y como por ensalmo, sino por parcelas, por lo que es importante que allí donde estemos hagamos ver la discriminación de género que se produce. Y no cabe duda que el abandono y fracaso escolar constituyen un asunto que merece el máximo de atención.
Hubiera preferido no haber tenido que escribir alguno de los comentarios anteriores, pero me he sentido obligado si quería ser coherente con lo que desde la bitácora vengo propugnando desde siempre: no a la culpabilidad en bloque porque es injusta, no a la conversión de la anécdota o el detalle en categoría, no a la causalidad estrafalaria: lo que le pasó un día a la hija de mi vecina, explica mejor que nada el comportamiento de no sé qué colectivos en el mundo entero en todas las épocas. Si todo eso se lo reprochamos al feminismo institucional y de género no me parece muy razonable que luego lo hagamos nosotros. Y no quiero con ello excluirme de la parte de responsabilidad que pueda haber tenido en todo ello. Uno debe aprender de los errores y espero que cada uno de nosotros sea capaz de sacar de lo sucedido una lección.
ResponderEliminarGracias por la lección, Emilio. Pero permíteme que diga alguna cosa al respecto. He empleado más de 4000 palabras intentando demostrar, entre otras cosas, que las mujeres, en general, dominan al hombre en el ámbito doméstico y en las relaciones de pareja. Sin embargo, tú infieres que he llegado a esa conclusión basándome en la anécdota del ojo quemado de mi amigo.
ResponderEliminarImaginemos que hubiese dicho otra cosa: que hubiese dicho aquí que, en general, las mujeres se orientan peor en el espacio que los hombres. Imaginemos que hubiera empleado como 4000 palabras para mostrar este dimorfismo sexual, y que, al final, contara la anécdota de que una amiga valenciana se perdió una vez en Valencia. ¿Sería lógico y justo concluir que yo he afirmado que las mujeres tienen, en general, menos sentido de la orientación que los hombres basándome en la anécdota de esa amiga que se pierde? ¿Sería lógico que se me echara en cara haber afirmado que todas las mujeres tienen mal sentido de la orientación?
O imaginemos que hubiese argumentado largamente que los hombres son, en general, más agresivos físicamente que las mujeres (cosa que creo que es cierta. Lo cual no justifica ninguna política de “género”, pues, en realidad, el hombre es mucho menos agresivo con las mujeres que con los hombres, excepciones aparte). Y supongamos que contara la anécdota de una brutal reyerta entre hombres presenciada en mi juventud (en realidad, podría contar muchas). ¿Sería lógico concluir que he derivado la afirmación de que los hombres son físicamente más agresivos que las mujeres de la anécdota de la reyerta? ¿Sería lógico que se me acusara de afirmar que todos los hombres son iguales y todos agresivos?
Emilio, discúlpame, pero tú no has presentado ninguna réplica refutadora de la hipótesis que yo he expuesto. ¿Por qué no tiene validez la confesión de las mujeres cuando aseguran que dominan a sus maridos? ¿Por qué no ha de tener validez el testimonio de las madres que aseguran que las niñas mangonean a sus hermanos como quieren y que emplean más argucias que ellos? ¿Por qué no ha de contar el documentadísimo testimonio de mi amiga endocrina sobre la diferencia de mentalidad de sus pacientes femeninos o masculinos? Nada dices de todo esto. Simplemente, rechazas toda la argumentación presentada arguyendo que baso mis afirmaciones en una anécdota. No, no es así, no es cierto.
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ResponderEliminarCuando digo que hay posiblemente una relación entre el deferencial trato caballeresco dispensado por los hombres a las mujeres y el feminismo de género, quizá te parezca una conexión estrafalaria. Pero veamos: ¿Qué es lo que propugna el feminismo de género? En resumidas cuentas esto: que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres. Huelga que exponga aquí las razones que sustentan este tremendo hecho. Bien, y yo pregunto: ¿es esto nuevo? ¿Sí? ¿Pues explíqueseme por qué en los patriarcales tiempos en que se hundió el Titánic YA valía más la vida de las mujeres que la de los hombres? ¿No estamos ante una fenómeno que merece una explicación? ¿Simple coincidencia? ¿No será más bien que el feminismo de género se está aprovechando de la implícita, general y patriarcal (o natural) creencia de que la vida de las mujeres es más valiosa que la de los hombres?
Si ya en épocas “machistas” la vida de las féminas era más valiosa que la de los varones, lo que hace el feminismo de género no es otra cosa explotar ese hecho en el terreno de lo público. La explotación consiste en lograr privi-legios (leyes privadas), que no derechos universales. Leyes privadas, leyes hechas a medida de los intereses particulares de las mujeres.
Si cualquiera de estas reflexiones parece estrafalaria o arbitraria, dígaseme por qué. Porque decir que son estrafalarias no las convierte en estrafalarias.
A mí, por cierto, lo que me parece estrafalario es pensar que el feminismo de género es el resultado de no sé qué suerte de conspiración de ocultos poderes masculinos, cuando, como es lógico, los máximos beneficiarios de las leyes de “género” son las mujeres. Y si no lo fueran, sería absurdo que las mujeres (muchas) votaran a partidos políticos pro-feministas. No son idiotas. Creo que carece de sentido buscarle tres pies al gato. Las teorías de la conspiración, tan en boga en estos tiempos posmodernos, sirven, entre otras cosas, para dejar en el limbo de la irresponsabilidad y la impunidad a aquellas mujeres que, con la gastada bandera del victimismo, incardinan la ideología de “género” en nuestra sociedad, o a aquéllas que lo votan o se sirven de él. Sí, porque, al final, parece que los supuestos poderes conspirativos están dirigidos mayormente por hombres. Circunstancia que hará que muchas sinvergüenzas se vayan de rositas después de haber sembrado el código penal de leyes leoninas y sexistas. Tanto las posmodernas teorías de la conspiración como el dogma de fe de la “tabla rasa” (hombres y mujeres son mentalmente iguales) están detrás del éxito del feminismo de género. Aunque, una vez más, el feminismo (y los millones de mujeres que lo apoyan) se las han apañado echar mano de ese dogma sólo cuando les conviene.
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Me reprochas, además, que yo, siendo enseñante, no quiera hablar del mayor fracaso del alumnado masculino. Déjame que te saque de tu error: yo no soy enseñante. Ni soy maestro ni soy profesor. Si lees mi primer artículo en Deseducativos (“Así de crudo”), podrás comprobar que no lo soy, y podrás ver lo que sí soy. Con esto bastaría para dejar sin fundamento tu reproche. Pero es que, además, yo no me he negado nunca jamás a hablar del mayor fracaso masculino hasta donde yo conozco. Cuando salió el tema en Deseducativos, te dije, con un tal Pepe (éste sí docente), que el problema principal se deriva, a mi juicio, de que los niños necesitan ser educados con más firmeza que las niñas. Y que la ausencia de límites firmes en el hogar y el aula perjudica más a los chicos que a las chicas. Los chicos (los hombres) son físicamente más agresivos, o menos tranquilos, especialmente al llegar la pubertad. Tú, entre otras cosas, nos recordabas que hoy se valora mucho el comportamiento en clase de los alumnos/as y que eso se refleja en las notas. Nada que objetar. Pero eso está directamente relacionado con lo que yo digo: si la educación es permisiva –y lo es, como tú bien sabes- los chavales se verán especialmente perjudicados si el comportamiento en clase acaba pesando en la nota académica.
ResponderEliminarCuando quieras y donde quieras seguimos hablando de ello. Por mí no hay problema.
Creo, Emilio, que aquí estamos, en definitiva, en el mismo barco (y espero que no le pase lo que al Titánic), y que las hipótesis que no nos convencen de entrada merecen ser escuchadas y meditadas. De lo contrario, será imposible confirmarlas o refutarlas, sean ciertas o falsas. Yo no tengo ningún problema en escuchar teorías conspiratorias o cuasi-conspiratorias. De hecho, sé de varias relacionadas con lo del feminismo. Desearía que un hombre crítico como tú prestara atención a otro tipo de teorías: las que se centran en los aspectos psicológicos, culturales o evolutivos de la cuestión.
Saludos.
Raus:
ResponderEliminarPrimero, no sostengo ninguna teoría conspirativa. Sencillamente trato de expresar mi perplejidad ante la fuerza y variedad de recursos de poder del feminismo de género, que recorre desde organizaciones internacionales hasta colectivos de mujeres en cualquier empresa, sin que me sea fácil entender quien mueve los hilos en cada caso. Desde luego eres muy libre de pensar que afirmando que el dominio público de las mujeres es una mera extensión del doméstico, resuelves alguna cuestión, pues si a mí lo me preocupase fuese el SAP, o la custodia compartida, o el fracaso en la educación querría saber en qué me ayuda esa teoría.
Segundo, yo no he discutido en ningún momento, aunque ya que sacas el tema te diré que me parece una mera hipótesis en la que tendrías que emplearte mucho más, esa relación que tú estableces entre el dominio que las mujeres ejercían en el ámbito privado y el que ahora ejercen en al público, lo que discuto son las extrapolaciones y generalizaciones absolutamente abusivas a que te lleva ese tipo de postulados. Generalizar es injusto y tú lo haces una vez tras otra. Por ejemplo cuando dices: "Las mujeres tienen en su mente una orden grabada a sangre y fuego: ellas están para ser servidas, cortejadas y cuidadas por ellos"
El reproche que te hice en relación con la educación se refería exclusivamente a este hilo, pues no sé si te das cuenta de que lo despachaste sin más, argumentando que había otras cosas más sangrantes, como si el que hubiera otros problemas impidiera darle el realce que se merece la educación.
Finalmente me hablas constantemente del Titanic olvidando que sobre ese asunto he publicado una entrada hace ya meses resaltando justamente que habían sido los varones quienes se habían sacrificado y algunas entradas más como cuando recientemente me he referido a Haití para decir que si antes era: las mujeres y los niños primero, a la hora del reparto de la ayuda humanitaria, el principio había sido: sólo las mujeres y los niños, lo que en román paladino habría que expresar como sólo las mujeres.
En fin, que necesitamos instrumentos de todo tipo para conocer mejor y para desmontar más eficazmente el poder del feminismo de género y en ese terreno tengo la impresión de que lo que expones no nos ayuda, y sí nos puede hacer daño simplificar los problemas en un absurdo las mujeres así, los hombres asá, o las generalizaciones abusivas, máxime cuando uno de los reproches al feminismo de género es ese, dividir al mundo en dos, por una lado las buenas y por el otro los malos. No se puede combatir un maniqueísmo con otro.
Pues si no defiendes una teoría conspirativa, digamos, entonces, que ignoro qué quieres decir con la expresión “¿quién mueve los hilos?”
ResponderEliminar¿Cómo que no se debe generalizar? ¿No podemos decir que por lo general los hombres son más altos que las mujeres? ¿No podemos decir que, en general, las mujeres hablan más que los hombres? ¿No podemos decir que, en general, los hombres piensan más en sexo que las mujeres? Lo que no se puede decir (o no se debe decir) es que todas las mujeres sin excepción son menos altas que los hombres, porque no es así a ojos vista. O que todas las mujeres son más habladoras que cualquier hombre. Ni dar por sentado que Fulanita de Tal, por el hecho de ser mujer, es muy habladora, o más habladora que cualquier hombre. Puesto que siempre hay excepciones a la regla, no se puede saber dónde hallaremos la excepción. Por último: yo jamás propondría leyes en función del sexo del sujeto, con independencia de cuáles sean las propensiones generales (o instintos o capacidades) de cada sexo, por la sencilla razón de que eso debe ser por completo irrelevante para todo tribunal de justicia o ministerio de trabajo, etc. No es eso precisamente lo que hacen las leyes feministas: éstas sí proponen leyes en función del sexo.
Cuando digo que las mujeres tienen en su mente una orden grabada a sangre y fuego: “ellas están para ser servidas, cortejadas y cuidadas por ellos,” lo digo confiado en que mi lector no va pensar que todas y cada una de las mujeres llevan esa orden grabada en la mente; como espero que si digo que los hombres llevan grabada en la mente la orden (el instinto) de acostarse con todas las mujeres que puedan (expansión de genes), mi lector sobrentienda que en mi intención no está afirmar eso de todos y cada uno de los hombres de este mundo. Máxime cuando ya lo he explicado en este hilo con el ejemplo de la altura de alemanes y españoles.
Si te parece que no se puede generalizar sobre dimorfismos sexuales, no creo que soportes bien la lectura de La Tabla Rasa, de Pinker, pues está repleta de estas generalizaciones sobre los dos sexos. Quien, por cierto, en ese mismo libro se ve obligado a dar las mismas explicaciones que yo doy aquí sobre las generalizaciones. Espero que él se haya hecho entender mejor que yo.
Emilio, lo que me reprochabas es que yo, siendo enseñante, me negara a discutir sobre el fracaso escolar masculino. Que yo juzgue “más” sangrante las denuncias falsas impunes que el fracaso escolar masculino, no significa que no considere sangrante o muy grave esto último. Lo que yo quería era resaltar el tremendo hecho de que el feminismo radical alienta y consiente el delito de las mujeres. Por muy grave que sea, que lo es, el mayor fracaso masculino en la escuela, no creo que encierre prácticas delictivas. Insisto: sólo me interesaba, en ese momento, destacar los extremos truculentos a que puede llegar este feminismo; eso me interesaba, que no abajar la importancia de la debacle académica de los chicos.
Lo del Titánic. No, Emilio, o no me explico o no me entiendes. Si yo ya sé que has dedicado esas entradas a lo de Haití y lo del barco naufragante. Es que no me refiero a eso. Lo que estoy diciendo es que la creencia de que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres viene de lejos, que no es inédita en la historia humana o, al menos, en nuestra cultura. Si el trato privilegiado a las mujeres ya estaba arraigado en épocas pre-feministas, ¿cómo podemos estar seguros de que en el presente las feministas no están haciendo uso, consciente o inconsciente, de ese trato privilegiado para extender e imponer su doctrina?
ResponderEliminarLa creencia de que “la vida de las mujeres es más valiosa que la de los hombres” en sociedades feministas, ¿tiene o no tiene algo que ver con esa misma creencia en sociedades pre-feministas? Mi hipótesis es que sí tiene que ver. Pero si alguien cree que no tiene nada que ver la consigna PRE-FEMINISTA (o patriarcal) de “primero las mujeres”, con la consigna FEMINISTA de “primero las mujeres”, entiendo que debería tratar de explicarlo, que debería tratar de explicar que son sólo consignas CASUALMENTE coincidentes, que NO están CASUALMENTE relacionadas de ningún modo.
Cuando al final dices que tienes la impresión de que lo que expongo no nos ayuda a desmontar eficazmente el poder del feminismo de género, creo, Emilio, que sigues sin reparar en lo que te acabo de explicar: que, institucionalmente, la vida de las mujeres YA valía más en tiempos pasados, cuando no existía este feminismo que hoy tenemos aquí; y que, por tanto, las claves para entender el PODER del feminismo quizá haya que buscarlas en las raíces del pasado o de nuestro pasado, en la mentalidad, tanto de hombres como de mujeres, que, al cabo, comparten la creencia de que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres. Creo que si reparases en estos hechos, no juzgarías la hipótesis que presento como inútil. El poder del feminismo puede descansar, siquiera en parte, en prístinas estructuras mentales de hombres y mujeres, según las cuales la vida femenina debe anteponerse a la masculina (siempre que ello, obviamente, no acarree un mal mayor: ulteriores muertes, especialmente femeninas).
Las generalizaciones que yo hago de los sexos pueden ser o no ciertas, y eso es lo que habría que comprobar. Lo cual, sea cual sea el resultado, deja intacto el hecho de que sí se puede generalizar sobre los dos sexos, siempre que no se pretenda que un determinado rasgo, típicamente masculino o femenino, esté presente en todos los hombre o todas las mujeres.
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Piensas que mi visión es maniquea. Déjame que te recuerde que he dicho aquí que los hombres cometen, por lo menos, el 75% de los delitos y crímenes. En otras estadísticas (en la mayoría) la cifra se eleva al 90%. Y he dicho aquí, y en otros sitios (Deseducativos), que los hombres son físicamente más agresivos que las mujeres. Hay quien discute estos datos. A mí me parece incuestionable que el hombre delinque más. Mi opinión al respecto coincide con la de Helen Cronin (su teoría de las colas). Los varones son capaces de lo peor y de lo mejor: de lo más abyecto y de más asombroso. Las mujeres está más alejadas de los extremos, más concentradas en la media. Y espero no sea necesario que diga que hay mujeres muy capaces de lo peor y mujeres capaces de lo mejor. Por tanto, creo que disto mucho de tener una visión maniquea de los dos sexos.
ResponderEliminarPero Emilio, de lo que aquí hablamos no es de qué sexo es mejor o peor. Aquí estamos hablando del feminismo de género, estamos hablando de cómo es posible que tenga el poder que tiene. Y lo que yo intento explicar es que, en general, tanto hombres como mujeres, de esta época y de pasadas épocas, tienen la convicción interna (al menos en el plano público) de que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres. Las estructuras mentales que hacen posible esa creencia, o la creencia de que el (verdadero) hombre debe proteger a las mujeres, incluso con su propia vida, están detrás del poder arrollador del feminismo de “género”. Y pienso que si tú hiciese un alto en camino y te pararas a pensar en ello de verdad, convendrías conmigo que esas arcaicas estructuras mentales no son irrelevantes en orden a explicar lo que hoy está pasando: que la ideología feminista consigue imponer más y más privilegios para la población femenina, lo que supone arrebatar más y más derechos a la masculina. Lo cual no significa que la concesión de privilegios no haya de tener un fin, pues la razón (la justicia) debe tener fuerza para deshacer la maquinaria de privilegios feminista e imponer el imperio del derecho universal. Y yo te pido aquí, cortés y amistosamente, que repares, por favor, en esto que aquí digo y verás –eso creo- que dista mucho de ser irrelevante.
Saludos.
Aunque me parece todo un poco reiterativo, procuraré aclarar algunas de las dudas que aún planteas. ¿Quién mueve los hilos?, está formulada como pregunta. Hasta donde llego una teoría conspirativa es eso una teoría no una pregunta en la que por su propia naturaleza ni se afirma, ni se niega.
ResponderEliminarSupongo que no será necesario que en cada ocasión expliquemos que hay generalizaciones absolutamente necesarias, los seres humanos generalmente tenemos: cabeza, tronco y extremidades y generalizaciones absolutamente improcedentes: los hombres son maltratadores y las mujeres víctimas.
En montón de entradas, no sólo en la del Titanic o la de Haití, me he referido a los rasgos de la sociedad patriarcal que al feminismo no le interesa cuestionar: los hijos son de las madres, quienes deben ir a la guerra han de ser los hombres, la caballerosidad etc. o sea, que no sé de dónde sacas que para mí todo eso comenzó ayer.
En relación con el hecho del menor valor de la vida del hombre también me he referido en más de una ocasión por lo que agradezco tu recordatorio pero debo decirte que no representa novedad, ya que me parece uno de los rasgos que definen la relación entre los sexos desde hace mucho tiempo.
En fin, que no sé si queda alguna cosa por contestar pero tengo la sensación de que no estaría mal que nos releyéramos para saber lo que opina cada uno de nosotros de forma algo más cabal.
Un saludo
Fe de erratas. Donde dice "que son sólo consignas CASUALMENTE coincidentes, que NO están CASUALMENTE relacionadas de ningún modo." debe decir "que son sólo consignas CASUALMENTE coincidentes, que NO están CAUSALMENTE relacionadas de ningún modo".
ResponderEliminarLuego sigo. Pero ya muy brevemente.
Emilio, yo no he afirmado en ningún momento que tú hayas dicho que sea cosa nueva la creencia de que la vida de las mujeres vale más que la de los hombres. Sólo he dicho que no es algo nuevo, y lo he dicho para tratar de hacer entender mejor la hipótesis (insisto, hipótesis) de que el feminismo radical está causalmente relacionado con la mentalidad caballeresca del patriarcado.
ResponderEliminarDices que al feminismo no le interesa cuestionar ciertos rasgos del patriarcado. Totalmente de acuerdo. Ahora bien, yo intento ir algo más allá. Las mujeres, tras los cambios infraestructurales y estructurales necesarios, acceden a lo público. Y no es que no cuestionen esos rasgos patriarcales de que hablas, no sólo que no quieran cuestionar la mentalidad patriarcal, su misma sustancia, sino que esa mentalidad es el fundamento de su doctrina. Es decir: el feminismo radical lo que hace es transportar a todos los órdenes sociales y políticos la (quizá intemporal) mentalidad deferencial del hombre hacia la mujer.
Si ello fuera cierto, explicaría, al menos en parte, la falta de reacción del varón ante la creciente expansión de privilegios para las mujeres. Puesto que el hombre “de verdad” debe proteger a la mujer con su propia vida o cederle a ella el asiento más cómodo, no pocos hombres sentirán que no deben oponerse a la expansión de privilegios propugnado por el feminismo. Entenderán que es lógico o natural, por ejemplo, que ellas puedan ser bomberos tras superar pruebas físicas menos exigentes que las reservadas a ellos. Y ellas, muchas, que no todas, por supuesto, encontrarán igualmente natural que ellos (caballerosamente) colaboren en la introducción de privilegios para ellas.
Si estoy en lo cierto, la mentalidad patriarcal (y me parece a mí que, en realidad, la mentalidad masculina y femenina) contiene en sí los agentes generativos del feminismo radical; lo cual, obviamente, es extremadamente paradójico.
Siento haberme extendido tanto.
Un saludo.
En este asunto Raus lo que creo debemos considerar todos es cómo podemos aportar nuestro grano de arena o otros granos de arena en aquello que mejor sabemos hacer.
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