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23 febrero, 2010

¿Por qué el feminismo se niega a debatir y opta por el anatema?

El objetivo de esta bitácora siempre ha sido procurar un debate lo más amable y cordial posible con el feminismo, a efectos de contrastar y dirimir las diferencias de la manera más civilizada conocida hasta el momento por los humanos, esto es, mediante la palabra. En ese sentido el resultado no puede ser más desalentador, cosa que tampoco me importaría atribuir a mi impericia o a la difusión de la bitácora. Pero la cuestión se complica cuando uno observa que por ningún lado ese debate se está produciendo, si acaso, alguna pequeña escaramuza, pero poco más.

Tampoco en el plano social y de los medios de comunicación. No lo ha conseguido María Sanahuja y las otras feministas, como no lo consiguió el juez Serrano. Lo conseguido fue una reacción desmesurada en que más que rebatir ideas, se ha ido por la vía del linchamiento personal en cada uno de los casos. Cualquier intento en este sentido ha resultado infructuoso y sus protagonistas han terminando desaparecidos de la escena pública, sin conseguir lo que en cualquier otro ámbito de la vida social sería perfectamente posible, discutir sobre un asunto sobre el que hay diferentes sensibilidades y visiones. Aquí el feminismo olvida lo que pide a los demás y se considera en posesión de una verdad absoluta no sujeta a discusión.

Todo intento de abrir un debate que cada día que pasa se hace más necesario y urgente, es barrido del mapa por una mística de género que está más próxima del plano de las verdades reveladas y la creencia, que con algo que afecta y ocurre entre personas de diferente sexo, y,  que deben ser dirimidos con las armas de la razón y el debate. Los ejemplos serían tan abundantes que creo no es necesario que me refiera a ninguno en particular, pues son conocidos de todos. Y, ¡ojo!, con la terrible derivada  que se viene desprendiendo de tal forma de pensar y proceder, la negación de  humanidad completa del varón, siempre presentado como un ser portador de todos los males, y su contrapunto, la absoluta incapacidad para el mal del otro sexo o, dicho de otra manera, la intachable perfección de la mujer.

Finalmente decir que otro aspecto preocupante del asunto es la pretensión de algunos hombres, los llamados profeministas, de suplantación de la voluntad de las mujeres, en una dinámica que dejaría sin efecto el principal objetivo de la lucha feminista de todos los tiempos: situar a la mujer en plano de igualdad con el hombre, y eso, sin menoscabo de ninguno de sus derechos, incluida la autonomía para expresar lo que quiere, piensa o siente, sin necesidad de intermediaciones que inevitablemente la terminarían desvirtuando. La mayoría de edad de los seres humanos: hombres y mujeres, no sólo debe ser objetivo de una sociedad sin discriminación por razón de sexo, también aparece como condición necesaria para que una sociedad de iguales sea posible.

5 comentarios:

  1. Porque el feminismo no se basa en argumentos sino en dogmas de fe.

    Cuanto más lo pienso, más similitudes encuentro entre el feminismo y la religión.

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  2. Anónimo9:31 a. m.

    La Ley de Igualdad contiene cosas como las relatadas en este artículo:
    http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2010/02/24/0003_8315362.htm

    Alberto

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  3. Otro ejemplo del no-debate
    http://www.hoymujer.com/trabajo/lideres/Edurne,Uriarte,feminismo,fomenta,52810,04,2008.html

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  4. Hola! Me gusta tu blog y a qué lo destinas. Es muy interesante. Estoy haciendo un trabajo de investigación de la masculinidad y nuevas políticas de masculinidad.

    Ah, no sé si te he entendido bien o no, pero yo también tengo puntos en contra de la opinión del feminismo mayoritario.

    Un saludo!

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  5. Anónimo7:00 p. m.

    Tratar de debatir con una feminista es como intentar hacerlo con un testigo de Jehová. Es un diálogo de sordos, pues lo que tanto aquellas como éstos mantienen es un conjunto de dogmas de fe, con la sola diferencia de que las primeras pertenecen a una religión laica.

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