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01 marzo, 2014

¿Matriarcado mediterráneo?

El neofeminismo afirma que en la historia jamás ha habido una sociedad matriarcal, que el patriarcado extiende su dominio tan lejos como seamos capaces de ver. Pero hagamos el esfuerzo de tratar de responder, aunque sea provisionalmente, a la pregunta: cómo determinaríamos si una sociedad histórica cualquiera fue o no matriarcal. Entiendo que buscando qué resortes del poder controlaban las mujeres, y así, de hacer caso a lo que es norma en nuestras sociedades, dirigiríamos nuestra mirada hacia el poder político, económico, religioso buscando en esos lugares el sexo de quienes detentasen el poder.

Pero hagamos una reflexión previa. Si ese análisis lo hiciésemos para nuestra sociedad y las de nuestro entorno por fuerza habríamos de concluir  que la sociedad en que vivimos no solo es patriarcal sino que las mujeres carecerían de cualquier resorte de poder. Y de nuevo otra pregunta: ¿de verdad están tan carentes de poder las mujeres en nuestra sociedad? Vivir más años, gozar de mejor salud, estar liberadas de los trabajos de riesgo y esfuerzo, tener el monopolio de la educación de los hijos, imponer la visión moral de la sociedad, gozar de unos medios de comunicación que no se cansan de repetir una imagen de mujer llena de cualidades positivas, en contraste con la que proyectan del varón… 

¿No será tal vez que no estamos mirando de la forma adecuada? ¿Todas esas cosas no expresarían mucho mejor  el poder real de las mujeres que la simplificación del sexo de quien esté a la cabeza del poder político, económico o religioso? En mi opinión sí.  Por eso no estaría tan seguro de la rotundidad con la que Carlos García Gual descarta en el prefacio de la Odisea de Homero la posibilidad de que los rasgos  de la sociedad  en la que discurre el relato pudieran estar indicando mucho más de lo que él está dispuesto a admitir, en párrafos como éstos:

En el relato, todas las mujeres reciben muestras de un refinado respeto. Así sucede con la bella Helena, quien habita su palacio de Esparta junto a su esposo Menelao y recibe al joven Telémaco con ejemplar cortesía. Tanto ella como Menelao  recuerdan a Odiseo con cordial afecto y con una cierta nostalgia de los lejanos días de Troya. Aquí no se insinúa ni el más mínimo reproche a la bella adúltera que motivó su rapto la terrible guerra. Paris quedó olvidado, y los reyes de Esparta recuerdan discretos su retorno un tanto azaroso. Parece sintomático de ese clima moral  de la Odisea que hasta una sirvienta como Euriclea recuerde con qué respeto la trató Laertes cuando la adquirió como esclava y la tuvo en su palacio. (El respeto hacia las mujeres no significa, en cambio, una actitud de extrema tolerancia con su sexo: las sirvientas que en palacio se mostraron demasiado amables con los pretendientes reciben como pago un duro castigo: todas ellas son ahorcadas en el patio por orden de Odiseo, en una escena que al lector moderno puede parecerle de notable crueldad).

Se ha sugerido alguna vez que la importancia de algunas figuras,  como la reina Arete en Feacia, a la que Odiseo acude en primer lugar en sus súplicas, podría verse como el reflejo de un antiguo matriarcado. Pero tal institución es una mera conjetura, y un matriarcado mediterráneo es una invención sin base firme.


1 comentario:

  1. Me envía Athini este enlace sobre el público al que las productoras de televisión deben dirigirse si quieren tener éxito:
    http://www.lavozdegalicia.es/noticia/television/2014/03/01/ramon-campos-publico-femenino-manda-television/0003_201403G1P66996.htm

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