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04 abril, 2014

Por qué neofeminismo (I)



Me gustaría continuar aquí y de modo complementario a lo dicho en esta excelente entrada, de ¿Quién se beneficia de tu hombría? la reflexión sobre lo que sea el feminismo hoy, que yo prefiero llamar neofeminismo y al que ya caractericé allí como: segregacionista, egoísta y endogámico.

Y deseo hacerlo desde la reflexión de Jeipi para quien la forma más correcta de definirlo sería como "nacionalismo de género" al considerar que: "Hay muchos puntos de coincidencia entre ambas ideologías, como por ejemplo el victimismo, el maniqueísmo y el hablar en nombre de todo el colectivo al que se pretende representar, ya se trate del pueblo Tal sojuzgado por el imperialismo del Estado Cual o de las mujeres oprimidas por el patriarcado."

Porque en mi opinión efectivamente entre ambos movimientos se producen importantes coincidencias aunque también algunas diferencias que trataré de desarrollar en lo que sigue. Entre las coincidencias a las ya señaladas de: victimismo, maniqueísmo y arrogarse la única representación válida de todo el colectivo, añadiría el hecho de que en dicho movimiento pueden coincidir y de hecho coinciden todas las posiciones políticas sean estas de izquierda o de derecha y por tanto habría que resaltar su interclasismo.

Pero toca señalar las diferencias, algunas muy significativas, y la más destacada y la que más trabajo cuesta ver es que en el caso del feminismo estamos hablando de un movimiento femenino y eso le confiere características singulares desde su nacimiento. El hecho mismo de que no haya existido -con cierta relevancia- un partido feminista a lo largo de su historia debiera ya ponernos en la pista de que algo singular caracteriza a este movimiento. Pero muchos otros rasgos como no haber realizado en sus, como mínimo 150 años de historia, ningún balance, o el hecho de que todo lo que les sucede a las mujeres nada tiene que ver con su voluntad sino con la del varón.

Y continuando con esas similitudes y diferencias, señalar que en el caso del feminismo esa caracterización como nacionalismo de género no excluye un fuerte internacionalismo, hasta el punto de que quizá sea el único realmente existente y operante en la sociedad que vivimos, y también que, a diferencia del nacionalismo del territorio fuertemente estigmatizado por determinadas experiencias históricas, el feminismo goza de un prestigio como ningún otro movimiento social y, de ahí su influencia universal a través de la especial relevancia y protección que le conceden instituciones como la ONU o la Comisión europea, lugares desde donde se establecen normas y disposiciones que extienden su influencia hacia abajo en los Estados nacionales y que, en nuestro caso, se continúan a través de las comunidades autónomas y los ayuntamientos.


No cabe, por tanto, minimizar lo que hoy es y representa el neofeminismo como movimiento que teniendo su origen en determinados grupos y asociaciones de mujeres extiende su influencia de una forma enormemente poderosa a lo largo y ancho de toda la sociedad y que partiendo de determinadas disposiciones naturales de los sexos ha sabido revertirlas todas en su exclusivo beneficio, como tampoco el apoyo con el que cuenta entre las mujeres derivado entre otras cosas del blindaje emocional y de todo tipo que significa que solo puedas ser vista como víctima, jamás como verdugo, porque ese papel le corresponderá siempre a él, pero también el saberse el lado luminoso de la humanidad, en fuerte contraste con lo que sucede a los hombres que, sea por la testosterona o cualquier otro motivo, siempre le asignarán el lado oscuro de la misma.


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