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27 noviembre, 2007

Cita de E. Badinter

Traigo hoy al blog una cita del libro “Por mal camino” de Elisabeth Badinter quien después de comentar el desprecio por el rigor y la verdad de algunos de los estudios sobre violencia contra las mujeres escribe:

“… ¿Por qué entonces inflar las estadísticas de violación, que por su naturaleza son tan difíciles de conocer, sino para explotar más de lo necesario la imagen de la mujer víctima del hombre violento?

Las estadísticas de acoso sexual apelan al mismo tipo de comentarios. Al anunciar la próxima ley europea ya evocada sobre el acoso*, la comisaria Anna Diamantopoulou ha recordado que “del 40% al 50% de las mujeres en Europa han recibido avances sexuales no deseados” y que “en algunos Estados los han sufrido el 80%”. Sin hablar del “beso robado” tan caro a Trenet y a Truffaut. ¿Qué se computa entre los “avances sexuales no deseados? ¿Un gesto a destiempo? ¿Una palabra de más? ¿Una mirada muy insistente? Pero, como muy bien destaca Katie Roiphe, la dificultad con estas nuevas reglas, es que los avances sexuales no deseados forman parte de la naturaleza e incluso de la cultura: “Para recibir una atención sexual deseada, es necesario dar y recibir algunas no deseadas. En verdad, si no se permite a nadie asumir el riesgo de ofrecer una atención sexual no deseada, seríamos todos criaturas solitarias.”

La consecuencia de esta evolución es la generalización de victimización femenina y de la culpabilidad masculina. Sin llegar a los excesos de A. Dworkin o de C. MacKinnon, la mujer adopta poco a poco el estatuto de niño: débil e impotente. Del niño impotente, tal como se lo concebía con anterioridad a que Freud lo definiese como un “perverso polimorfo”. Del niño oprimido por los adultos contra los cuales no puede nada. Se vuelve a los estereotipos de antaño –a los tiempos del viejo patriarcado-, cuando las mujeres, eternas menores, apelaban a los hombres de la familia para que las protegieran. Y visto que hoy ya no hay hombres para protegerlas, el patriarcado es sustituido por el “viriarcado”. Todos los hombres son sospechosos, y su violencia es ejercida por todas partes. La mujer-niño debe remitirse a la justicia como el niño que solicita protección a sus padres.

Lo que molesta más de este enfoque no es evidentemente la denuncia de la violencia contra las mujeres, sino la causa a la que se asigna esta violencia. No se trata de condenar a los obsesos, los malvados y los perversos. El mal es mucho más profundo porque es general y afecta a la mitad de la humanidad. Es el principio mismo de la virilidad lo que es puesto en cuestión. MacKinnon y Dworkin pueden afirmar que la male dominance es el efecto de nuestra cultura, la acusación colectiva, “siempre y en todo lugar” hasta conferirle un aire natural, innato y universal que causa horror. Es necesario cambiar al hombre, se nos dice, es decir, su sexualidad, porque es en ella donde enraíza la opresión de las mujeres en el sistema social.

En Francia, se evita acusar explícitamente a la sexualidad masculina, pero poco a poco un consenso se ha fraguado entre las universitarias para designar las relaciones hombre/mujer como relaciones sociales de sexo y hacer de la “dominación masculina” la ultima ratio de la desgracia de las mujeres. Con ocasión del Día de la mujer, el 8 de marzo de 2002, Francine Bavay et Geneviève Fraisse publicaron en Le Monde un artículo titulado “La inseguridad de las mujeres” que oportunamente venía a recordar todo esto. “La violencia está sexuada, decían, porque tanto el robo como la violación pertenecen en primer lugar a los hombres (....) La violencia está sexuada, expresión de una sociedad que está, en el mundo entero, estructurada por la dominación masculina”. Para citar a continuación “que las brutalidades, de la violación a la lapidación, del acoso sexual a la prostitución, del insulto al desprecio, son los signos repetidos de un poder de dominación”.

Incluso si es defendible en la forma, se ha substituido la condena del abuso masculino por la denuncia incondicional del sexo masculino. Por un lado Ella, impotente y oprimida; por otro El, violento, dominador y explotador. Helos ahí, el uno y la otra como opuestos. ¿Cómo no salir ya de esta trampa?”

* Se refiere a una Ley europea de la que la vigente en nuestro país es una transposición.

5 comentarios:

  1. Warren Farrell analiza muy bien el tema de los avances no deseados. En este enlace comentan un fragmento de su libro "Women don't hear what men don't say"

    http://battlinbog.blog-city.com/womens_roles_key_to_ending_harassment_2.htm

    Aquí más completo:

    http://files.blog-city.com/files/aa/35817/b/the_sexual_harassment_quagmire.doc

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  2. Gracias por tu comentario Sancos. Para redondear tu aportación me atrevo a pedirte algo en castellano. No todos nos manejamos en inglés con la misma soltura. En cualquier caso, gracias de nuevo. Un saludo

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  3. Bueno, puedo intentar resumirlo, pero me va a entrar complejo de locutor de documental de la 2 :)

    Creo que la clave del razonamiento de Farrell está en los distintos roles del hombre y la mujer en el inicio de las relaciones.

    Básicamente, los hombres tenemos que dar el primer paso y después las mujeres son las que aceptan o rechazan (y sí, ya se que cada vez hay más mujeres que toman la iniciativa, pero creo que siguen siendo la excepción).

    Después de que el hombre haya movido pieza, uno de los problemas es que la aceptación o el rechazo no suele ocurrir inmediatamente, sino que muchas veces tiene lugar un complejo juego de gato y ratón, de quizás sí, quizás no, y acabamos descubriendo que, muchas veces, aunque la reacción inicial no sea favorable, el que la sigue la consigue. Por ejemplo, en el libro se citan casos como el de una mujer que rechazó a su actual marido hasta 20 veces antes de aceptar la primera cita.

    En este protocolo el papel de la mujer es completamente pasivo, se limita como mucho a ofrecer pistas (su forma de vestir, miradas) que pueden ser interpretadas por cualquiera, ya sea de su agrado o no. Entonces, si aparece el Brad Pitt de turno, no hay problema. Pero sí lo hay si aparece algún otro, y más si este no se conforma con un simple no y sigue insistiendo (lo cual le ha dado resultado en otras ocasiones)

    La solución propuesta por Farrell es que la responsabilidad de los avances no deseados no puede recaer sólo en los hombres, y esto es otro de los ámbitos en los que las mujeres no parecen querer la igualdad. Si todos fuesemos educados en que las mujeres compartan la iniciativa, y se redujese la presión por tener que interpretar señales ambiguas, los avances no deseados se reducirían y se repartirían entre hombres y mujeres.
    La mentalidad correcta debería ser: "Me ha dicho que no está interesada, así que no hay razón en insistir. Si cambia de idea, la pelota está en su tejado"

    Sencillo, ¿eh? ;)

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  4. Y por cierto, no se si hace falta aclararlo, pero no quiero que mi comentario se entienda como una justificación del acoso de ningún tipo. Si crees que se puede interpretar así, lo retiro.

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  5. O yo estoy muy dormido o no creo que se pueda leer como acoso, te diré más E.Badinter que lo ve como mujer lo enreda mucho más de lo que señala Farrell pues según ella no sólo sucede lo anterior sino que hay síes que se deben interpretar como noes y noes que se deben o pueden interpretarse como síes. Buscaré la cita. En relación con lo de la iniciativa tengo la impresión de que es algo más publicitario que real y de hecho Badinter habla en su libro Por mal camino (yo tengo la versión francesa)de una encuesta realizada en Francia en torno al 2000 en la que, por ejemplo, los hombres para tener éxito precisan disponer de dinero pues parece que a las chicas les sigue gustando que las inviten.

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