(Las siguientes reflexiones, pretenden actualizar y expresar de forma condensada mi pensamiento en relación con la temática de esta bitácora y las traigo aquí deseoso de que puedan servir de acicate para otras muchas que nos lleven a una consideración más acertada sobre lo que de verdad está sucediendo en nuestras sociedades)
Y el título de las mismas bien podría ser: Mientras las mujeres se constituyen en clase social, entre los hombres se ha decretado… ¿la desbandada general? ¿el sálvese quien pueda? ¿mejor callar por prudencia? (poned aquí lo que consideréis más conveniente, me supongo que más de una respuesta será válida).
El que el feminismo de género utilice de forma poco rigurosa el marxismo para su teorización de los géneros no es óbice para que su planteamiento resulte de una extraordinaria efectividad. El factor más importante para definir y conformar una clase social es el de la conciencia de clase, la voluntad de constituirse en tal, y, a mi entender, en el momento presente, no hay duda de que las mujeres como colectivo, con sus diferentes grados de conciencia y sus matices y diferenciaciones es lo que están consiguiendo.
Como dice un amigo mío “todas son hermanas”, y en esto no hay ningún intención peyorativa, únicamente reseñar que, entre las mujeres hoy, el grado de solidaridad y entendimiento es altísimo y eso se manifiesta de múltiples maneras, desde la conversación más trivial entre parejas, al plano político, social o cultural. (A sensu contrario parece ínfima entre los hombres) Es más, parece que la bipolaridad hombre-mujer es capaz de ocuparlo todo y está consiguiendo desplazar cualquier otra contradicción, hasta el punto que la llamada “guerra de géneros” aparezca por todos los lados, desde el más elemental, al más elevado y como si de un corolario de la misma se tratara para el Gobierno ha desaparecido la idea de ricos y pobres y en su lugar sólo pudiésemos encontrar una sociedad cuarteada por razón de la edad, el sexo o cualquier otra circunstancia coyuntural.
Lo cierto es que, el feminismo y las mujeres hoy, acumulan un poder muy importante, particularmente en nuestro país, y eso sin que la sociedad sea plenamente consciente de ello pues, en no pocos casos, la imagen que se sigue transmitiendo de la misma es la de un ser desvalido y carente de poder. Imagen constantemente desmentida por cuanto índice objetivo existe, sea éste: el número de mujeres con título superior, el porcentaje de las que acaban sus estudios, las expectativas laborales y de vida de chicos y chicas, el ritmo y la calidad de los puestos de trabajo que ocupan, o el poder político, social y cultural que acumulan.
Y, en buena medida, todo esto permanece más en la penumbra que a la luz pública. Y en este caso parece difícil culpar a la sociedad patriarcal de esa invisibilidad. Resulta evidente que quienes más interés tienen en actuar así, son quienes más fuerza tienen en la dirección de estos cambios. A poder ser, que todo se haga sin demasiado ruido, evitando incluso aparecer como promotoras de tal o cual iniciativa. El principio que rige este comportamiento es más el de los resultados que el de la publicidad. No siempre la visibilidad es una ventaja y la invisibilidad una desventaja, como en más de una ocasión observamos en relación con estos temas.
Otro tanto de lo mismo sucede en el plano de las ideas. Aquello del valor del diálogo, la conversión, la controversia y el debate de ideas, un ideal de los que creíamos irrenunciable, parece ser otra de esas cosas que ha pasado a mejor vida, porque para nada el comportamiento del feminismo de género lo tiene en cuenta, pero tampoco parece que haya muchos que se lo reprochen. Unos cuantos desde esta pequeña trinchera que constituimos quienes queremos dar paso a otra manera de abordar estos asuntos.
Recientes estudios ponen de manifiesto que las mujeres no sólo son mayoría en la Educación y la Sanidad, también lo son en la Justicia y todo lo relacionado con el derecho, y con su influencia decisiva en los medios de comunicación y la reciente aprobación de Leyes como la de Divorcio, Igualdad, o la paridad electoral han ganado una preeminencia social creo que difícilmente discutible, aun cuando haya muchos y muchas que no se hayan dado cuenta o pretendan que los demás no nos demos cuenta.
En su momento habrá que valorar el privilegio del que gozan las organizaciones feministas de poder formar parte de las redacciones de los medios públicos de comunicación (también en los privados, aunque ahí ya a iniciativa de cada uno de ellos) y que con el pretexto de evitar la discriminación de la mujer, están provocando no sólo un desmesurado celo censor, -varias veces ha saltado este asunto a la opinión pública- sino que también están influyendo de forma decisiva en la concepción de la información y en general la programación de los medios públicos de comunicación.
Si a ello unimos el hecho de que la mujer posee derechos casi absolutos en lo relativo a los hijos y la casa, la imagen que se nos dibuja es bien distinta a la de ese ser esclavizado y subordinado de que nos habla el feminismo de género y, por el contrario, se nos aparecen amplios territorios gobernados por la mujer y celosamente guardados de cualquier intromisión masculina. Pienso, sin embargo, que si hiciésemos una encuesta en la calle pocos dirían que esto es lo que está pasando.
Un poco a título de anécdota citar que en el reportaje que hace unas semanas publicó El País semanal con el título de 40 por debajo de 40, una de las elegidas, abogada penalista cuenta cómo la profesión está copada por mujeres, diciendo: “No es raro que en un juicio seamos todas tías: juez, fiscal y abogadas”. Pero más lo es todavía la carta publicada en ese mismo medio el 25 de noviembre en la que una secretaria de juzgado habiéndose sentido olvidada por la penalista anterior añade “quiero sólo recordar que debía haber seguido enumerando el resto de personas que necesariamente hemos de estar en un juicio y que también somos mayoritariamente mujeres” para referirse según sus propias palabras a “las funcionarias o funcionarios del Cuerpo de Auxilio Judicial, junto a las abogadas/os y los procuradores o procuradoras.”
Pero muchas otras se podrían añadir. Conseguir contra el criterio de las aseguradoras y lo que dicta la teoría de costes que las primas de los seguros de enfermedad no puedan ser distintas para las mujeres, pero si lo puedan ser para el hombre otras primas, tal como tengo recogido en entradas precedentes, representa para mí algo más que una anécdota, como lo es que pueda ocupar la portada de los periódicos cualquier noticia que tenga que ver con el género, pero no la muerte en un mismo accidente laboral de seis trabajadores.
Lo que intento poner en claro es que lejos de la imagen de subordinación y carencia de poder de decisión que se nos transmite constantemente en relación con las mujeres, lo cierto es que esa subordinación no es tal y su posición en la sociedad les confiere un amplio poder, que va desde la decisión de gasto familiar en lo económico, a las importantes conquistas políticas con la legislación de género, pero también una importante influencia en las políticas de todo tipo desde la Educación, a la Sanidad y en general todas aquellas que tienen que ver con el presupuesto público… y el privado. De hecho las políticas de algunos ministerios han decidido declarar prioritarias las demandas de las mujeres y, en los últimos tiempos, los medios públicos de comunicación parecen puestos enteramente a su disposición.
En este momento parecen confluir toda una serie de factores históricos, sociales y culturales que inciden desde casi todos los ángulos en reforzar el papel y el poder de la mujer en la sociedad. La larga herencia del feminismo - de ese otro feminismo que despertó el apoyo de hombres y mujeres sin distinción- ;la terciarización de la economía y la sociedad, unido a otros factores de tipo político y cultural están consiguiendo en escasos años lo que pareció imposible durante decenios. Creo que en nuestro caso la propia concepción y funcionamiento de la Unión Europea contribuyeron de forma decisiva a catapultar al que Elisabeth Badinter denomina feminismo institucional, en el papel de visión dominante del feminismo, y en muchas de esas otras cosas que para bien o para mal caracterizan no sólo la situación de la mujer, también y sobretodo la situación del movimiento feminista en nuestro entorno.
Y en este tema el Gobierno del señor Zapatero ha procedido concediendo todo aquello que se le pedía y apoyando una legislación que en muchos aspectos va mucho más allá de la de países con larga trayectoria, particularmente los nórdicos. Como ya dije en algún otro sitio este país es un país de fundamentalistas de uno y otro signo y se ha pretendido pasar de la reserva espiritual de Occidente del franquismo, a campeones del feminismo de género del mundo mundial. Y los excesos de unos, se pretenden utilizar para tapar lo excesos de los otros, en un juego perverso que excluye, los matices, un poco o conmigo o contra mí.
Y ahora con la legislatura acabada y cuando se le han hecho a la Iglesia católica las mayores concesiones de todo el período democrático, pareciera como si todo aquel que no estuviera con el Gobierno tuviera que estarlo con la Iglesia. Y nada más lejos de la realidad. Es mi caso y me supongo el de la mayoría de los que me leéis. No estoy de acuerdo con Educación para la ciudadanía porque desee una clase de moral católica, estoy en contra de Educación para la ciudadanía porque se ha demostrado que no hay contenidos académicos, y al final se demuestra una concesión al feminismo de género, que en el último momento se tuvo que hacer extensiva a la Iglesia católica y otras sensibilidades, hasta el punto de que cada uno de los textos publicados no sólo sostiene postulados distintos en relación con los temas más espinosos sino que muchas veces son totalmente contradictorios. (En algún momento abordaré el hecho para mí innegable de las concomitancias entre la Iglesia y el feminismo de género. Entiéndase bien, en el sentido de polos opuestos que se atraen o extremos que se tocan).
De hecho toda la legislación relacionado con estos asuntos peca de excesiva, la ley del aborto lo está poniendo de manifiesto, pero también la de reproducción asistida, donde al contrario de lo que sucede con la legislación de otros países el bien jurídico a proteger no es la criatura que va a nacer, sino la madre. Pero, en general todas las aprobadas esta legislatura: violencia de género, divorcio, igualdad, …..En esto el Gobierno parece querer resarcirse de un pasado histórico bastante retrogrado y dispuesto a dictar la legislación más “progresista” del mundo mundial, dejando atrás lo que haga falta.
Claro que más bien se trata de un espejismo y los excesos como no puede ser de otro modo terminan aflorando ¡Y quedan muchos excesos por aflorar¡ También en el tema de la violencia de género pareciera que quisiéramos dar una lección al mundo y demostrar como este país de campeones es capaz de vencer esa lacra en tiempo récord. Lo cierto es que aún cuando la mayoría de los países desarrollados mantiene estadísticas de mujeres muertas por violencia superiores a las del nuestro, particularmente lo países nórdicos, pareciera que, poco menos, se nos quisiera hacer creer que este es un problema exclusivo de aquí y si hay que dar el puñetazo en la mesa y condenar a 50.000 hombres se hace y punto. Nuestro país es hoy de los europeos el de mayor población reclusa y a pesar del intenso ritmo de creación de cárceles éstas están absolutamente desbordadas. La muerte de mujeres, sin embargo, no remite y, más bien al contrario va en aumento año tras año.
Que una transformación social, y unos cambios tan brutales en la concepción del feminismo, no hayan sido leídos convenientemente por la “inteligencia” masculina, sorprende. Aunque no ha sido ese el caso de la femenina, hasta el punto de que la principal línea de pensamiento contra esta deriva la estén representando otras mujeres. Para entender dicha paradoja busco en mi propia experiencia qué pueda explicarlo y lo que encuentro es: por una lado, que casi todos simpatizamos con la causa feminista en algún momento y seguramente haya gente a la que le cueste hacer revisión de sus ideas, y por otro, al “modus operandi” del feminismo, donde al hecho de que la mujer aparece siempre como víctima, hay que unir esa forma interpuesta de actuar del feminismo, siempre con mediación de otros y como no, a la enorme marea de solidaridad que está generando hacia las mujeres la llamada violencia de género. Para los que conocimos el franquismo donde la legislación trataba a la mujer casada como menor, la simpatía hacia la causa de las mujeres y el feminismo en los ambientes democráticos y progresista estaba absolutamente extendida, por eso duele más escuchar ahora algunas de las cosas que se dicen.
Ahora bien, no enterarse de lo que ha llovido desde aquel momento, ni de cuanto ha cambiado la propia filosofía del feminismo, parece excesivo. De hecho en aquel momento el feminismo de género era poco más que alguna noticia aislada sobre el feminismo radical americano, ya que aquí lo que se practicaba era otra cosa que tenía mucho más que ver con el feminismo de la igualdad o liberal o como quiera llamársele, en cualquier caso, ese feminismo que no había puesto en su frontispicio “el hombre es el enemigo a batir” y que entendía que la conquista de una sociedad de iguales era cosa de mujeres pero también de hombres y, la diferencia no estaba entre los hoy llamados géneros, sino entre los y las que perseguían ese ideal y aquellos y aquellas que por el contrario querían mantener el statu quo, porque no se trataba tanto de un quítate tú para ponerme yo como de una conquista de civilización en la que hombres y mujeres pusiesen las bases de una sociedad de iguales.
En fin para no alargarme más gustaría dejar en el aire, una serie de preguntas:
- Por qué afirmaciones como la de que las mujeres ganan un 30% menos que los hombres se repiten una y otra vez, a pesar, de su comprobada falsedad, reconocida incluso por el ministro Caldera. Cómo es posible que se puedan repetir una y otra vez, ahora referidas a los sueldos de las directivas y, los medios de comunicación les den toda la credibilidad. Que hace que muchos profesionales, también los hay que no, dejen sin contestar estas afirmaciones
- Por qué las mujeres siguen planteando sus reivindicaciones como si aquí no hubiera pasado nada, como si estuviéramos igual que hace 30 años, y pudieran negarse todos los derechos conseguidos o que, en poco más de 20 años, representen el 40 % de la población activa del país, que su ritmo de incorporación al mercado laboral sea muy superior al de los hombres, que pueden autoexcluirse de los trabajos más duros y penosos, que son mayoría en la Universidad, que según sus propias declaraciones las expectativas laborales y de vida de las chicas superan ampliamente las de los chicos. Y también preguntarnos por qué todas estas realidades permanecen tan ocultas y lo que se impone es una dialéctica a cara de perro en la que pareciera que todo el espacio lo ocupa la violencia.
- Qué explica el silencio espeso por parte de los hombres en relación con estos temas. Por qué tantos tienen miedo a expresarse. Es aceptable que en la Europa del siglo XXI haya temas tabú. Y para mí no hay duda de que nos encontramos ante algo que quieren hacer tabú. Pero también, por qué los intentos de abrir una vía de debate por ejemplo Elisabeth Badinter con sus libros, o en España, los posicionamientos de la señora Sanahuja y en general de las autodenominadas “las otras feministas”, han tropezado con el más absoluto silencio por parte de ese feminismo, cuando no con la más severa reprimenda y amonestación para acabar en el mayor de los silencios. Por qué los intentos más serios de confrontar planteamientos ideológicos, también de denuncia de la deriva feminista están protagonizados por mujeres. Por qué algunos hombres en una actitud más papista que el Papa, se han convertido en valedores de algunos de los planeamientos más extremos de este feminismo.
- Qué explicaría que después de largos decenios de ayuda y colaboración entre los movimientos progresistas y el feminismo, particularmente los movimientos sociales y las organizaciones políticas progresistas y de izquierdas, ahora resulte que todo ese pasado de colaboración pretenda ser borrado y en su lugar aparezca un feminismo separatista y excluyente, que ha dictaminado que en este mundo hay dos clases, los hombres y las mujeres y quienes están capacitadas para interpretar los deseos e intereses de las mujeres son ellas, particularmente frente a los hombres, quienes si no desean ser pisoteados por la historia deberán seguir a pies juntillas sus dictados.
- Finalmente, decir que todo lo anterior llama más la atención si tenemos en cuenta que no estamos hablando de un debate meramente intelectual o filosófico, sino de doctrina que se han plasmado en leyes y se ha introducido en la vida administrativa y política sin opción alguna a expresar acuerdo o desacuerdo. Sólo a título de anécdota decir que estos días he tenido que cumplimentar un impreso oficial y en la casilla en la que tradicionalmente aparecía aquello de “sexo” lo que me he encontrado es la expresión “género”.
Se puede decir más alto pero no más claro. Un post para enmarcar. Gracias Emilio.
ResponderEliminarMuy de acuerdo en muchas cosas, no tanto en otras, pero no tengo tiempo para debatirlo, en otra ocasión. Un fuerte abrazo
ResponderEliminarEstimado brummel, nada me gustaría más que debatir sobre esa entrada. Desde luego no es más que una primera aproximación sobre un asunto muy extenso. Aproximación que sería bueno que entre todos fueramso puliendo, porque lo que está claro es que, si queremos intervenir socialmente precisaremos conocer bien muchas de las cosas que se abordan en esa entrada.
ResponderEliminarUn saludo y bienvenido