El artículo de opinión de El País de 28 de octubre de 2010, aunque lleva por título ¿A quién afecta el recorte del gasto?, entiendo que más propiamente habría que calificarlo como panfleto por su clara intencionalidad política y ausencia de cualquier tipo de rigor intelectual.
Lo mezcla todo sin demostrar nada, realiza afirmaciones pero sin aportar ni pista, ni indicio que las sostenga, y se olvida de lo fundamental, que el rostro de la pobreza y la exclusión es masculino; pero hay algo en lo que no engaña a nadie: es de género, es decir, deja dos mensajes: el primero, qué hay de lo mío y, el segundo, es un aviso para navegantes a PNV, CIU y PP por apoyar la supresión del Ministerio de Igualdad.
Esperar cualquier tipo de ecuanimidad en quien profesa los planteamientos de género resulta tarea imposible. Quizá sería suficiente situarse a las puertas de las instituciones de beneficencia para conocer el verdadero rostro de la pobreza, pero no, mediante una argumentación que no ha cambiado nada desde que leo este tipo de cosas se sostiene lo de la feminización de la pobreza, ya digo sin aportar un solo dato en ese sentido, de tal modo que llegado el momento y para cubrirse las espaldas se hace preciso, cómo no, hablar de las mujeres de otros continentes mucho más desafortunadas que las del nuestro.
La mención a niños y ancianos también se hace obligatoria en estos casos así como la presunción de que el mundo está compuesto de hombres y madres, de tal modo que ni existe el padre ni tampoco la mujer que no es madre, aún cuando entre las feministas su proporción es mayor que para el conjunto de la población.
El sentido del pudor de este feminismo nunca ha sido muy acusado y sostiene con facilidad una ideología que vale para la señora y su sirvienta, para Europa, África y Oceanía y sin despeinarse nada, para todas las mujeres que en la historia han sido. En algún momento incluso parecen haber recuperado el más ardiente de los lenguaje revolucionarios y recuerdan la financiación de la iglesia y el ejército.
Por cierto, en lo de garantizar la financiación de la Iglesia a perpetuidad parece que el papel de la ex vicepresidenta primera del Gobierno María Teresa Fernández de la Vega ha sido relevante y así se lo ha reconocido el arzobispo Rouco Varela, y en lo del Ejército me supongo que también tendrá algo que decir la ministra Carme Chacón.
En fin, ni un solo dato por sexos del empleo público creado en los últimos años, ni tampoco sobre cómo se distribuye el ingreso y el gasto entre hombres y mujeres, a pesar de que eso era lo que se anunciaba en el título. Y, en esto, conviene no equivocarse, cuando la estadística es menos favorable a las mujeres aparece y se puede ver por todas partes, cuando ha dejado de ser así, o siempre había sido de otro modo sencillamente no hay manera de encontrarla porque en muchos casos ni existe.
Emilio, lo que habría que preguntarse a estas alturas de la película es qué tiene que ocurrir para que haya una reacción contundente del sentido común. No sólo en cuestiones de "género", también en educación (donde, claro está, el "género" ha penetrado con fuerza) y en tantos otros ámbitos de la política nacional. Si ya hemos permitido que la mecha de la locura ideológica se haya encendido, quizá ya sea demasiado tarde, pues oponer cordura, sentido común, lógica, datos y pruebas en contra de toda esta inmensa patraña es, me temo, inútil. Hemos permtido que el león se avalance sobre la carne y ahora no hay manera de apartarlo de ella. Lo que quiero decir es que, se mire como se mire, hemos dejado crecer un monstruo ideológico por completo ciego e indiferente a la evidencia. Se han creado las condiciones sociales necesarias para poder afirmar que los burros vuelan cual libélulas y que todo siga hacia adelante como si nada. Cuando la evidencia más rabiosa ya no tiene ningún efecto, algo horrible está ya instalado entre nosotros. Algo que bloquea la reacción de la inteligencia. Algo que nos encamina a un destino nefasto. Sin duda a un totalitarismo enmascarado bajo los formalismos de una democracia ayuna de razón.
ResponderEliminarCorrección de erratas: he puesto "avalance" por abalance. Perdón por el gazapo.
ResponderEliminarEn cualquier caso Raus me parece que no nos va a quedar más remedio que echar mano de la paciencia, pero también te digo que en absoluto perderemos el tiempo si dedicamos ese tiempo a redefinir lo masculino, a recomponer la figura rota en que ahora se ha convertido, a restablecer lazos de amistad y solidaridad.
ResponderEliminarComo dice Enric Carbó sería bueno abordar la cuestión en lo personal y en lo político, hace falta no sólo combatir la misandria reinante, también se hace preciso un trabajo individual de desarrollo personal, de toma de conciencia de lo positivo que hay en la condición masculina.
Nada que objetar, Emilio. Sea cual sea la expectativa, debemos "morir con las botas puestas", cumplir con nuestro deber ciudadano de luchar por un mundo más justo. Lo que quiero decir es que, quizá, está sociedad se ha encanallado e idiotizado en demasía. La historia nos demuestra que las locuras ideológicas pueden acabar en terribles desastres, en horripilantes acontecimientos luctuosos. A veces las sociedades pierden el norte, viran hacia un abismo de irracionalidad y locura. Todos tenemos en mentes ejemplos de esa vesania; de cómo una ideología por completo irracional secuestra la inteligencia de la ciudadanía. Ojalá no estemos en una situación tan patológica, pero creo que hay síntomas que ponen el pavor en el cuerpo. Quiero meditar sobre ello.
ResponderEliminarEl feminismo de género tiene carta blanca para decir lo que quiera, como quiera y donde quiera.
ResponderEliminarAlberto