Si bien lo pensáis la igualdad de la que nos habla el feminismo, -entendiendo por tal no sólo el que habita en la política, sino todo ese que encuentra su acomodo en el mundo de los medios y de la cultura-, sería una igualdad de darle la vuelta a la tortilla: la mujer ha de ser fuerte y segura, él preferiblemente dubitativo y sensible; fuera películas del Oeste de la tele, ahora ya sólo pueden ser o de temática femenina o con mucha violencia de género, los telediarios y todo lo demás deben estar presentados por ellas; el poder político, como el mediático, a medias, pero sólo relativamente porque en ese a medias no estarían incluidos ni la Secretaría de la Mujer, ni el Instituto de la Mujer, ni las consejerías de la mujer, ni las concejalías de la mujer, y en cuanto a la prensa esta habría de reservar espacios de exclusiva temática femenina y para promover el poder femenino, y desde luego no haríamos caso a que en el kiosco mucho más de la mitad de las revistas estuvieran dirigidas preferente o exclusivamente a la mujer.
Por lo demás se potenciaría el perfil femenino de los puestos de la Administración y la regla del 50% no tendría que regir ni para escuelas ni en la Universidad, tampoco haría norma a la hora de seleccionar el profesorado ni el personal de los juzgados y en general los empleados del sector servicios. Como no se haría sangre porque el empleo en el sector primario, en la industria y la construcción, además de los sectores relacionados con la seguridad y la defensa y particularmente todos los de desempeño difícil y alta siniestralidad fuesen ocupados por ellos, quienes en situaciones de conflicto asumirían que la primera línea de fuego les correspondería y, como siempre ha sido, tendría plena vigencia el viejo lema patriarcal de las mujeres y los niños primero.
Este feminismo pretende que rijan dos leyes: una para los hombres y otra para las mujeres. En el ámbito de lo privado sería la ley que ellas marcasen: hijos sí o no según su soberana decisión, trabajo fuera de casa o no, siguiendo la misma regla. Desde lo público se garantizaría que en caso de separación los hijos y la casa fuesen para ella. Lo que pasase con el ex sería cosa de que él se las arreglase yendo a vivir a casa de sus padres, o como bien pudiera. En cualquier caso con un tercio de lo que ganase porque los otros dos tercios debería entregarlos a quien ya no es su compañera y a unos hijos que podrá ver escasas veces al mes sin participar en la toma de decisiones de su vida.
En lo público haciendo que la ley del mercado laboral fuese distinta para ellas: seleccionando un número limitado de profesiones en las que trabajar y gozando de discriminación positiva para esto y para lo otro y siempre en el derecho de poder denunciar un trato discriminatorio… En el terreno político teniendo asegurado un porcentaje de representación que no vendría dada por los ciudadanos sino determinada por la ley y eso, al margen de la dedicación o no al desarrollo de las organizaciones o de sus programas, eso sí, el campo de la “igualdad” les pertenecería en exclusiva y ahí de nuevo gozarían de plena libertad de decidir y de aprobar. Lo de la paridad sería una regla a aplicar sin excusas cuando ellas lo dijesen y a cancelar sin derecho a réplica cundo les pareciese.
La sociedad ya no se regiría por los principios de mérito y capacidad y, en lo político, por el de representación en base a la libre elección de los ciudadanos para decidir lo que quieren y si en ese querer puede haber más hombres o más mujeres, sino que en base al “democrático” principio de la paridad esta representación vendría fijada por le ley, o mejor, por pequeños grupos de “decididores” en los partidos políticos, porque la posibilidad de las listas abiertas quedaría descartada para siempre. Esto unido a la tendencia al apalanque del panorama político puede terminar redundando en lo que ya vemos: un mayor alejamiento de la ciudadanía y sobre todo un mayor rechazo hacia la clase política que únicamente consigue imponerse en base a que los ciudadanos votan no por su candidato sino para que no salga el otro, no por lo que quieren sino para evitar al que no desean.
Por último, me gustaría destacar en esta entrada un poco deslavazada, el desdén y la pose del feminismo cuando se niega a contestar críticas tan contundentes como que ese 26 % menos de sueldo para ellas es pura falacia, o la actitud entre chulesca y demagógica de ciertos estudios de género financiados con dinero público en los que ya de entrada se comienza tildando de club de los muchachos a las Academias, incluso cuando lo hacen para denunciar la escasa presencia femenina, pero sobre todo me parece mundial que para reforzar tal o cual argumentación se recurra a una cita de otra feminista de género, un poco al estilo del correligionario de cualquier secta que entiende que la palabra de su chamán es palabra de Dios y, por tanto, credo para todos.
Emilio: estás describiendo una sociedad en la que las mujeres pueden escoger entre sus papeles tradicionales o los nuevos y cualquier opción intermedia con más facilidad y posibilidad de realizarse, mientras que los hombres nos vemos relegados, casi exclusivamente, a nuestros papeles tradicionales menos lo cedidos a las mujeres. Vamos, en resumidas cuentas, que ellas disfrutan de más grados de libertad que nosotros. Frente a los topicazos feministas resulta que ellas son más libres que nosotros.
ResponderEliminarAnónimo en algún momento abordé en esta bitácora esa cuestión. Quiero traer ahora a colación dos citas de El Mundo de la mujeres, un libro que quizá convenga releer, de Alain Touraine en las que dice lo siguiente:
ResponderEliminarEsto en la página 90:
“El hombre construye el sentido de su existencia, su razón de ser, a partir del trabajo, de la guerra, de la responsabilidad. La mujer vive una relación más profunda consigo misma….”
Y en la página 108:
“El tema que los hombres abordaron con mayor frecuencia al hablar de sí mismos es que ellos no tenían elección sobre su forma de vida: estaban condenados a dar prioridad al trabajo, a la carrera profesional, a los ingresos. Sin duda les habría gustado llegar a tener una vida más equilibrada, como la que disfrutan las mujeres, pero sabían perfectamente que estaban lejos de conseguirlo: las obligaciones que asumían y a las que dedicaban su energía eran muy pesadas, pero lo que estaba en juego era su carrera y todo lo que constituía el universo del trabajo.”
Fernando, tiene una pinta magnífica ese "Programa de universitarias líderes".
ResponderEliminarSólo me atrevería a ponerle una pequeña pega, nada, una tontería sin importancia. ¿Por qué se margina de dicho programa a los universitarios varones? ¿No tienen derecho también los chicos a aprender? Y, por favor, no respondas con el manido argumento de que hay que ayudar a las chicas porque son minoría en las cúpulas de las empresas. Esa burda excusa aquí no cuela. Según ese criterio, tendríais que hacer programas de liderazgo en las empresas para gitanos.
Es una pura cuestión de márketing ¿verdad?. Mola mucho colgarse la medalla de "feminista", aunque para ello haya que pisotear la igualdad.
Sólo una cosa más: las mujeres en general ya están muy capacitadas para conseguir sus objetivos, no necesitan de ningún favoritismo. No son niñas pequeñas a las que haya que llevar de la manita. La imagen que da de ellas este programa es totalmente falsa. Si quisieran ser altas directivas, que no te quepa la menor duda: lo serían.
Gracias Fernando por lo que hace a la bitácora. El problema de este tipo de iniciativas es que tengo la impresión de que fácilmente se pueden ir de la mano. Por ejemplo, sería interesante saber si entre los estudios que se promueven estas iniciativas el número de mujeres ya es mayor que el hombres, porque entonces lo que estamos haciendo es cerrándoles el paso a ellos.
ResponderEliminarHay por ejemplo un caso evidente en el que la mano se fue completamente y es TVE. Hasta la aprobación de la Ley de Igualdad se exigía paridad, ahora que los espacios son conducidos por mujeres, nadie se acuerda ni de la paridad, ni de la igualdad, ahora parece que todo está en su sitio.
Algo parecido sucede con la publicidad, antes se protestaba este anuncio y aquel otro, ahora sencillamente, como quien sale apaleado es el varón pues resulta que no pasa nada. Curiosamente la Ley de Igualdad confería derechos especiales a las mujeres y los grupos feministas en estas cuestiones.
Creo que Fernando no está defendiendo lo que hacen la universidad y su empresa. Entiendo que nos está informando de otro caso de favoritismo feminista.
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