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09 diciembre, 2011

Ambivalencia y doble moral

Cuando uno viaja en coche y lo van a adelantar hay un momento, en los coches antiguos sucedía en todos, en que se produce un ángulo muerto y ni detectas el coche que llevas al lado con el rabillo del ojo, ni te aparece en el retrovisor  porque se escapó de su ángulo de visión,  una especie de guadiana pero del vehículo que llevas de vecino.

En la dialéctica con el feminismo tengo la impresión de que ese ángulo muerto o es muy grande o se produce muchas veces, porque las argumentaciones es como si viajaran en planos diferentes de tal modo que nunca se van a encontrar.  Y ese ángulo tiene mucho que ver con la ambivalencia  casi permanente del pensamiento feminista. Por ejemplo, se reprocha tal o cual cosa de los hombres o el patriarcado, pero se practica con fruición cuando toca en situaciones del tipo: es discriminatorio que los telediarios o los programas de la tele estén presentados por hombres exclusivamente, pero no por mujeres.

La parrilla de las radios y las televisiones está plagada de mujeres lo cual no sólo no es motivo de crítica o corrección sino que se saluda con júbilo. Se llega a la situación de que en los programas deportivos en los que el comentarista es masculino, la entrevistadora de campo deba ser mujer,  y eso se haga perfectamente compatible con que en un informativo tanto la presentadora como las corresponsales sean todas mujer. Lo que al parecer tiene absolutamente descartado el feminismo es predicar alguna vez con el ejemplo. 

El antiguo Ministerio de Igualdad en su momento anunció la creación de un organismo para hacer seguimiento del impacto de género de  los Presupuestos  e hizo una propuesta en la que la composición del mismo era prácticamente al 100% de organizaciones feministas y de mujeres; pero hete aquí, que tal propuesta pasado un tiempo decae  ¿cuál será el motivo? Parece que echaron cuentas y la operación no es rentable porque las correcciones de hacerse tendrían que ser en beneficio de los varones que son los perjudicados.  Lo cual por supuesto no nos libra de que en cualquier momento se demuestre lo contrario como tantas otras veces hemos visto.

Cuando el presupuesto sanitario está escorado claramente hacia la atención a las mujeres, se sigue denunciando no se sabe muy bien qué discriminaciones hacia la mujer o presentando el parto en hospital como una canallada más de los hombres para desnaturalizarlo. Las estadísticas de paro, al menos en los últimos años, se desglosaban siempre  por sexos en los comunicados a la opinión pública. Tal cosa, ha desaparecido con la crisis ¿cuál será el motivo?...  Misterio. Como misterio es que jamás se ofrezcan las remuneraciones por hora trabajada, lo que desde luego evitaría tanto  dislate en relación con la discriminación salarial femenina.

Huelga decir que no se tiene empacho en declarar como contratos basura los contratos a tiempo parcial - es verdad que últimamente ya se matiza y se habla de contratos a tiempo parcial no deseados, claro está que sin que sepamos cuanto agrada el suyo al resto de los trabajadores-,  hasta el punto de que en el ámbito público ni tan siquiera están contemplados,  y en esa escalada permanente de declarar discriminatoria cualquier posición recién conquistada, en sociedades como la Noruega ya comienza a señalarse como discriminador que la mujer trabaje mayoritariamente  en el ámbito público, y eso al margen de que no exista ningún motivo que le impida trabajar en el privado y sea ese ámbito donde mejor estén garantizados los derechos y la estabilidad en el empleo.

Es esa acusación de que no nos ocupamos suficiente de los hijos, pero se nos impide hacerlo en cuanta ocasión se presenta, por ejemplo negando la custodia compartida o presentando la paternidad como una especie de muleta a la madre, o peor todavía como un riesgo para las criaturas. Es la petición del Ministerio de igualdad de que los hijos varones salgan en defensa de sus madres si son maltratadas, pero luego se presente como machismo cuando en una encuesta el novio dice que desea proteger a su novia, como sucedía en una encuesta que de la mano de Mujeres progresistas circuló ampliamente por los medio y comentamos aquí. Que incluso se nos haya vendido la película: Cadillac,  como modelo para los adolescentes.

Es el hecho de que el piropo constituya una forma de acoso, pero la presidenta de la comisión de igualdad del Congreso Carmen Calvo declare que le gustan, al igual que le abran la puerta del coche.  Es la petición de que los cargos en la Universidad sean paritarios pero extrañe la petición de que deban equilibrarse las plantillas en Infantil y Primaria, aunque en este caso los beneficiarios sean los niños y niñas, muchos de los cuales no se tropiezan con la figura masculina hasta pasados los 10 años. Es la negación de que el diferente trato penal en la LIVG represente desigualdad jurídica y discriminación por razón de sexo, o el sostenimiento de que la violencia sólo es masculina, que lo que hacen las mujeres es otra cosa, una forma de agresividad que necesitamos exculpar porque o bien es por reacción o bien por mimetismo.

Es la afirmación categórica de que las mujeres no mienten y por tanto lo de las denuncias falsas es un invento de los malévolos machistas. Es la defensa de un sistema jurídico en el que  se ha invertido la carga de la prueba doblemente en los casos de violencia en las parejas heterosexuales,  primero teniendo que demostrar la propia inocencia y  si en algún caso  se quisiera  denunciar por falsedad  a la que acusa teniendo que demostrar  el dolo y, aun para ese supuesto pelear después con la fiscalía que ha decidido hacer suyo lo de que las mujeres es imposible que mientan.  

De ese modo se puede sostener que todas las denuncias presentadas por una mujer lo son con fundamento  porque aún cuando haya sido sobreseída se atribuirá a dificultades de la prueba y por el contrario se sostendrá que aún cuando sólo sean condenados el 30 % de los acusados, los casos de denuncias falsas no llegan al 1%, sin que exista algún tipo de explicación que, excluidas  la magia negra o el milagro, dé cuenta de ese  inmenso piélago del 69 % restante.   

Por supuesto he dejado de lado que la discriminación salarial o laboral sólo puede ser femenina, o que no exista más publicidad sexista que la que denigra a la mujer,  o que como ya queda dicho la violencia, ahora se ha añadido a la de género, el bullying, la homofobia y no sé cuantas cosas más son violencias machistas, etc. etc. En fin, como supondréis la relación podría alargarse no sé si cuanto uno quisiera, pero casi, y a los efectos de esta entrada tengo la impresión de que han sido suficientes.

7 comentarios:

  1. Anónimo7:17 p. m.

    No sé si casan bien aquí lo siguiente. Permíteme, Emilio, exponer aquí las siguentes reflexiones.

    Ya en otras ocasiones he hablado de lo que ahora voy a decir. Supongo que a todos los presentes nos preocupa, y mucho, la situación de la enseñanza nacional e internacional. Creo que todos coincidiremos en que los rasgos de la escuela actual vienen marcados a sangre y fuego con el sello del feminismo de género. Bajo su regencia de hierro, la escuela se ha llenado de maestras; se ha desalojado al hombre y los rasgos típicos del hombre (competición, disciplina, autoridad, sanción…)

    La mayor parte de las maestras y profesoras no parece muy descontenta con la LOGSE. Obsérvese, por ejemplo, la diferencia entre el número de autores masculinos en el blog Deseducativos y el número de autores femeninos. Hay, más o menos, cuatro veces más hombres que mujeres. Si además se tiene en cuenta que las maestras son mayoría en las escuelas (un 80% de mujeres), la desproporción es enorme. Es decir, si consideramos la participación en este tipo de blogs como un indicio del descontento con el sistema educativo vigente, la conclusión es que el descontento del contingente docente femenino es mínimo, casi insignificante. Con otras palabras, y si mis cálculos no fallan, por cada mujer docente que manifiesta su descontento con la LOGSE, hay unos 16 hombres docentes que lo manifiestan. Tómese este índice con todas las precauciones que se crean pertinentes, pero creo que el resultado no puede pasarnos por alto.
    Sigue...

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  2. Anónimo7:18 p. m.

    Tanto por acción como por omisión, consciente o inconscientemente, la mayoría de las mujeres colabora con el feminismo de género en ciertos aspectos importantes. Lo hace en lo tocante la educación y lo hace en lo tocante a muchas otras cosas. Feminismo y feminidad son cosas diferentes, obviamente. Pero mi opinión es que no puede entenderse cabalmente el feminismo si no comprendemos la naturaleza de hombre y mujer, sus instintos e inclinaciones. La fortaleza del feminismo no podría explicarse sin ciertos rasgos generales de las mujeres y de los hombres.

    Pondré algunos ejemplos.

    A las mujeres, en general, no les gustan los trabajos duros, penosos y peligrosos (esto no lo digo yo: lo dice Pinker). En consecuencia, sería raro que exigieran igualdad laboral con el hombre. Si desearan la igualdad a toda costa, tendría que ser al precio de renunciar a sus propios gustos e inclinaciones naturales (lo cual es posible, por supuesto, pero nada fácil). Por tanto, no puede extrañar que sean muchas las mujeres que decidan apoyar al feminismo de género (o, por lo menos, no oponerse a él): éste, en realidad, se erige en portavoz de esa inclinación femenina por los quehaceres menos duros y peligroso. En este sentido –siquiera en este punto- entre feminidad y feminismo no hay solución de continuidad, sino perfecta continuación. No es que el feminismo reclame los puestos de trabajo más cómodos para las mujeres: es que son las mismas mujeres quienes los reclaman. Cuando se les da trabajos típicos de hombres, de pico y pala, los abandonan en cuanto pueden.

    ¿Cómo explicar lo que ocurrió en el Titánic? ¿Cómo explicar, más en general, la ideología o la mentalidad caballeresca que antepone la vida de la mujer a la del hombre? Podríamos pensar que se trata de una conducta aprendida. Seguramente, en parte sí. Pero también hemos visto en esta misma bitácora cómo los soldados estadounidenses, cuando batallan, están demasiado pendientes de proteger a sus compañeras de armas. Les preocupa su vida. Por tanto, es razonable pensar que lo que ocurrió en el Titánic (y tantos otros Titánic) tiene mucho que ver con el instinto masculino de proteger a la mujer. Por otro lado, en cualquier sociedad, el 70% de las víctimas por violencia masculina, es de sexo masculino.

    ¿No sería oportuno que nos planteásemos la siguiente cuestión?: así como parece evidente que el hombre tiene un instinto protector de la mujer por el cual llega incluso a sacrificar su vida, ¿no existirá, como complemento, un instinto en la mujer que le haga desear ser protegida por el varón, un instinto que le haga ver natural que el hombre se sacrifique por ella, incluso hasta la muerte?
    Si tal instinto existiese (y lo más lógico es que exista), comprenderíamos mejor el hecho de que el feminismo vea con total naturalidad que sólo el hombre sea obligado a hacer la mili, pues, en el fondo, son las mujeres mismas quienes así lo ven o tienden a verlo.

    Huelga decir que mi conclusión no es que los rasgos generales de la feminidad expliquen completamente el feminismo de género, ni mucho menos. Los tremendos abusos e injusticias que éste comete son imputables a lo que aquí llamamos lobby feminista: es decir, imputables a hombres y mujeres con nombres y apellidos. No obstante, creo que las reflexiones anteriores deberían formar parte del debate que aquí mantenemos.

    Raus

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  3. Interesante la última entrada de: La cause des hommes. Después de analizar la estadística oficial de empleo para el período 1999-2007 en el país vecino, los resultados son claros, la tasa de empleo femenino crece en todo tipo de empleos también en los más cualificados y lo hace de forma muy importante.

    También el porcentaje de mujeres en altos puestos de responsabilidad, citando a modo de ejemplo que ocupan el 30 % de los puestos de más responsabilidad tanto en la Administración pública como en las grandes empresas. Este porcentaje era del 14 % en el año 1.999.

    A la vista de los datos anteriores el análisis concluye del siguiente modo:

    Una progresión tan generalizada sólo es posible, o bien, porque el “techo de cristal” está enmohecido y podrido hasta el punto de que no tiene ninguna eficacia, o bien, por lo que es más probable, no existe.

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  4. Anónimo10:06 a. m.

    Insistiré en las relaciones que yo veo (quizá yo solo) entre la forma de ser de las mujeres (de la mayoría de las mujeres) y el feminismo de género. Creo que buscar las diferentes variables que expliquen la fortaleza y vigencia del pensamiento feminista está justificado en un blog como éste y, seguramente, en cualquiera de sus entradas. Si no es así, nada tengo en contra de llevar estos comentarios a otra entrada.

    Veamos otro instinto o inclinación femenina (y, seguramente, su complementario masculino). Ya hemos dicho en esta bitácora que sólo el 8% de las mujeres estaría dispuesto a casarse con un hombre que ganase menos que ellas. La cuestión no es baladí: yo diría que esta inclinación femenina está detrás de muchos de los fracasos matrimoniales de hoy y de siempre: cuando el hombre se queda en el paro, es muy corriente que aparezcan los conflictos y que la mujer acabe pidiendo el divorcio (aquello de quererse en la pobreza y en la riqueza es sólo un bonito desideratum). Probablemente, también existe el instinto masculino complementario: el que hace al hombre, en general, creer que debe ser él quien más aporte a la economía familiar, el que debe mantenerla. A poco que reparemos en esta cuestión, vamos a ver que esta forma de entender las aportaciones de hombres y mujeres al bienestar material de la familia, implica una desigualdad de partida, una injusticia. El hombre que no quiera ser rechazado por la mayoría de las mujeres, tendrá que hacer un esfuerzo más grande académica y laboralmente hablando. Si una mujer desea que su compañero gane más que ella, esta mujer está reconociendo que él debe estudiar o trabajar más duro que ella. Por tanto, la conclusión es, a mi juicio, muy clara: este dimorfismo psicológico es ya una fuente de desigualdades entre hombre y mujer. Una fuente de desigualdades que nace de las querencias más profundas de las mujeres (y los hombres), no del feminismo. Lo que hace el feminismo es prolongar ese estado de cosas hasta la misma política, hasta las mismas leyes. Se trata de una desigualdad que, como tantas otras, son sempiternas y, por tanto, previas al feminismo de género.

    Quiero recordar que las encuestas hechas a mujeres sobre estas cuestiones son de alcance mundial e intercultural. Nadie crea que piensan así sólo las mujeres occidentales o feministas. Ese 92% de mujeres que exigen un hombre proveedor, y buen proveedor, es mundial.

    Raus.

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  5. Lamento Raus que cada día tus argumentos me parezcan más extraños e inasumibles: situar el comportamiento humano en el plano de los instintos entiendo que no es asumible, ya no por mí, sino por ninguna escuela de pensamiento desde Aristóteles.

    Tampoco entiendo tu reproche permanente contra la bitácora cuando se te ha publicado todo lo que has querido sin importarte tampoco mucho ni el contenido de las entradas ni que en su momento se te pidió una brevedad que no respetaste.

    Entiendo que estas palabras son necesarias, aunque me gustaría no tener que escribirlas, para no seguir contribuyendo a una ceremonia de la confusión que no es buena para nadie.

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  6. Humberto6:45 p. m.

    Yo, desde luego, lo del "instinto" protector del hombre hacia la mujer, que le lleva incluso a sacrificar su vida, no me lo creo. En el comportamiento humano, es cierto, existen tendencias naturales o instintos, pero también existe el aprendizaje o la cultura que los moderan y modifican. Los casos que expone Raus, son, en mi opinión, ejemplos más bien de comportamientos inculcados a los niños y niñas`por la sociedad que los educa, y que les transmite lo que se espera de ellos para ser aceptados. El que se dé en todas las culturas (que no sé si es cierto) indicaría unicamente que las culturas humanas son cada vez más uniformes.

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  7. Si no fuera tal como dices Humberto, si no fuese posible que con nuestro trabajo y tesón modificar criterios culturales, políticos y jurídicos, deberíamos cuestionarnos nuestro propio trabajo aquí.

    Si no hiciéramos más que cumplir los mandatos de la especie la lucha cultural, ideológica y política no tendría sentido. Afortunadamente podemos comprobar que eso no es así, aunque también sepamos que el ser humano no es una tabla rasa ni algo completamente maleable.

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