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03 noviembre, 2012

La igualdad precisa de la claridad


En este asunto de la igualdad necesitamos claridad para entender lo que está pasando. Pero eso es justamente lo que no aparece por ningún lado.  La entrada anterior deja entrever por un lado una gran desinformación pero también un intento por parte del neofeminismo de ocultar sus verdaderos postulados e intenciones.

Mientras el feminismo de la igualdad era hegemónico podía haber discrepancia en si el punto medio estaba un poco más aquí o un poco más allá, pero es que el neofeminismo no toma como referencia la igualdad sino la violencia y el maltrato a las mujeres y ahí ya no hay punto medio posible. Ahí lo que hay según sus postulados es un verdugo y una víctima, quien se lo merece todo –ella- y quien lo único que se merece es el Código Penal y la cárcel –él-.

Y en lugar de reconocer que  éste es su planteamiento, el neofeminismo se refugia en la mistificación de que constituye la actualización del pensamiento y las prácticas del feminismo histórico lo que inevitablemente lo conduce a incurrir en todo tipo de contradicciones, paradojas y dobles varas de medir. Y así por ejemplo:

En determinadas situaciones pretende que la igualdad haya de consistir en un reparto al 50% y la perfecta intercambiabilidad de los sexos, mientras en otros,  lo que los caracterice sea la más completa y absoluta incompatibilidad y los “porcentajes” puedan ser dispares cuanto quieran, lo que  nos sumerge en un mundo en el que todo tipo de arbitrariedad es posible y lo que acaba imponiéndose es la ley del más fuerte, que en este caso sobra decir de quien se trata.

Como pretende que la igualdad vaya a construirse desde organismos e instituciones hechos por y para la mujer: secretarías de estado, consejerías, concejalías, institutos, etcétera y se haya de reprimir toda manifestación crítica que provenga de los hombres porque solo puede expresar deseo de dominación. Sería algo así como decir: vamos a ser iguales pero de momento la libertad de expresión está reservada al colectivo femenino.

Enmascarar su mensaje de tal modo que casi nunca aparece como de la factura de quienes son sus verdaderas mentoras intelectuales. No deja de ser sorprendentemente llamativo que al mismo tiempo que en España se combate la separación por sexos en la enseñanza, se promuevan campañas a favor de las “escuelas para niñas”  valiéndose de la imagen de personajes con tirón como Santiago Segura. No sé si se quiere decir que los niños soldado no precisan ir a la escuela.

Pretender y, en buena medida conseguir, situar a la violencia de pareja –heterosexual- como una violencia infinitamente más reprobable que cualquier otra,  también la ejercida contra los niños y los ancianos, también la que se produce en las parejas homosexuales; presentarla como la quintaesencia de la dominación masculina, y hacer que gire en torno a ella todo lo que tienen que ver con la igualdad y el género.

Postular que todo se mueve en un continuo  donde el  espacio y el tiempo no admiten ser divididos  y así presentar como  una misma realidad lo que suceda con las mujeres en Afganistán o Arabia Saudí, a las mujeres ricas o a las pobres, la mujer de hoy o la de cualquier otro tiempo, para elegir de ese conglomerado, en cada momento, lo que interesa y ocultar lo que conviene.

Denunciar por patriarcal la ciencia hecha por los hombres, para  ofrecer como  contrapartida los estudios de género. Denunciar que los tribunales constituidos por varones discriminan a la mujer pero callar sobre lo que sucede con los varones en los tramos de enseñanza que mayoritariamente están en manos de las mujeres. Denunciar los espacios de varones pero promover constantemente espacios de uso exclusivo femenino, también en ámbitos en los que jamás se estableció como condición la pertenencia a uno u otro sexo.

Lo que sucede es que el neofeminismo carece de la legitimidad que da la autocrítica, la denuncia de lo reprobable cuando se produce en las filas propias,  de la fuerza que añade predicar con el ejemplo y no valerse siempre de una ambivalencia y la  indefinición que ante cualquier situación salva siempre lo propio y culpa de todo al otro.  Y carece de esa legitimidad porque es un ejercicio que desconoce. Y lo desconoce tanto como cualquier ejercicio de clarificación. 

3 comentarios:

  1. Estimado Emilio, el pensamiento único JAMÁS hace autocrítica. Ya sean comunistas, nazionalistas o femilistas lo que prima es la adecuación al dogma (que básicamente predica que nosotros tenemos siempre la razón, bajo cualquier circunstancia, y nuestros enemigos -que no adversarios- jamás la tienen por su CONDICIÓN: clase social, etnia/idioma hablado, sexo...), ¿autocrítica? Cualquier crítica es un DESVIACIONISMO, aquí quien tiene razón es quien más alto y más radicalmente grita las proclamas.

    No podemos esperar que estas que llamas neofeministas (yo las denomino retrofeministas, pues me parece que es una vuelta atrás, una auténtica involución en la igualdad) se comporten como nosotros, como los demócratas. No lo son, son unas totalitarias y actúan como tales. Hacen exactamente lo que se espera de ellas/os (que hablas como si sólo fuesen del sexo femenino y no es así, del mismo modo muchas mujeres son contrarias a estos planteamientos de género).

    Un saludo muy afectuoso, Emilio.

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  2. Anónimo2:22 p. m.

    Otra forma de discriminación, que no se habla y menos se debate de ello en estos foros es “la competencia extrema entre varones”, han surgido las guerras, la desunión y el enfrentamiento masculino, la falta de solidaridad entre varones y de esta la incapacidad transmitida educativamente a los hombres para configurar un movimiento unitario masculinista en las actuales sociedades democráticas, handicap no vivido por las mujeres y que ha facilitado su movimiento particular encaminado a resolver sus propias discriminaciones, aumentando este hecho la deuda histórica de la Sociedad con los hombres, al no facilitar ésta su concienciación como grupo o movimiento unido de liberación. El feminismo agravaría esta situación al definir al hombre como privilegiado social e histórico, mentalizando aun más a la Sociedad para insensibilizarse ante las discriminaciones masculinas, hacerlas invisibles y a partir de ahí perpetuarlas.

    Gustavo.

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  3. Las contradicciones que señalas se pueden deber a un problema de difícil solución: el problema de que cada persona puede pensar por propia cuenta, y todo el mundo no funciona como los militantes del PCUS en eṕoca de Stalin: siguiendo todas las consignas y opinando exactamente lo mismo.

    Ciertamente, es un problema porque nuestra mente se encuentra más cómoda dividiendo el mundo en clases bien definidas y dicotómicas: los malos y nosotros, los tontos y nosotros, los rojos y nosotros, las feministas y nosotros, etcétera. Y el otro grupo solo puede tener un pensamiento, un proposito y un modo de acción unánimes. Si no ¿cómo vamos a ser sus enemigos sin perder de vista el objetivo?

    Pero lógicamente, la realidad puede de vez en cuando infiltrarse y no conseguimos desechar completamente la incomodidad de que quizá cada persona sea distinta de otra y las opiniones sean como dice el dicho que son los culos: todo el mundo tiene el suyo.

    Es una posibilidad que dejo ahí, abierta. La alternativa es, por supuesto, que todo forme parte de la gran conspiración, incluso las aparentes contradicciones entre unas opiniones y otras. Si no, hay que conceder que nuestros enemigos son a la vez completamente ilógicos y pavorosamente eficaces. Me pasa a mi a menudo con los dirigentes del PP, y no he conseguido hallar una solución completa al dilema.

    la verdad está ahí fuera...

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