Como creo que os debo, y me debo, una
explicación a un cierto giro en el blog voy a procurarla. Cuando inicié este
blog, allá por el 2005, lo hacía convencido de que el diálogo, el debate, podía
ser un instrumento importante de clarificación en torno a las cuestiones que en
él se abordan, básicamente igualdad y género. Pensaba incluso que demostrar las
incoherencias, inconsistencias y mitos en torno a lo que el feminismo,
particularmente el de las últimas décadas representa, serviría para una cierta
corrección de rumbo y la aceptación de errores.
Después de estos casi nueve años mis
impresiones tienen más bien poco que ver con todo lo anterior. No solo no ha
sido posible el debate sino que en muchos casos para lo único que sirvieron las
críticas realizadas a la deriva neofeminista de los últimos tiempos fue para dar
ocasión a que mejor pudieran esconder o maquillar los aspectos más duros de la
misma, pero sin voluntad real de cambio alguno. Y un segundo aspecto me ha
quedado muy claro: el neofeminismo ha conseguido situar en las instituciones y
los partidos políticos el grueso de sus reivindicaciones sin que tan siquiera
sea necesario que aparezca en forma de asociaciones de mujeres u organizaciones
feministas más que en contadas ocasiones y para temas muy específicos.
Hoy quienes mejor encarnan los objetivos
neofeministas son los partidos políticos: sea que hablemos
de la custodia
compartida, la denominada violencia de género, discriminación positiva o
cualquier otro aspecto relevante de la cuestión. En los últimos tiempos he
procurado dejar ver que, por ejemplo, las políticas del PSOE si en algo están
enraizadas es en las políticas de género, pero también el hecho de que Podemos
en este terreno calque sus posiciones de los que en otro momento considerada
casta. Y de ahí, mi mucho mayor énfasis en dirigir la crítica hacia ellos y
determinadas instituciones, sean del ámbito autonómico, estatal o europeo.
En mi opinión el neofeminismo considera
suficientemente encarrilados en la sociedad y la política sus postulados y
prefiere centrarse en ciertos aspectos especialmente queridos como la
denominada violencia de género, el implacable deterioro de la imagen masculina y
mantener la ficción de la mujer como un ser maltratado y carente de los
recursos de poder, y, la lucha feminista
como algo que está siempre en sus inicios porque el hombre siempre está igual
de distante de su ideal de mejora. Objetivos en los que el Estado viene a
suplir muchas de las tareas de provisión y protección antes encomendadas al
varón, al tiempo que, en las sociedades del Estado del bienestar, éste se configura como su principal fuente de
empleo y por supuesto su mayor fuente de
poder.
En su momento escribí, y a propósito de
la Ley contra la violencia de género,
que las diferencias jurídicas acabarían creando diferencias reales y eso
ha sido lo que ha sucedido con la citada ley. Si no hace mucho tiempo tenía
sentido el debate en torno a esta violencia para precisarla en su contenido y
extensión, ahora eso ya no hace falta ya que como responden aquí desde la
Dirección General de la Mujer de Madrid,
se trata de un concepto legal y por tanto situado en la categoría de lo
que solo se puede modificar desde lo político y la correlación política de
fuerzas que, sobra decir, en este momento hace al neofeminismo prácticamente
imbatible al menos mientras la sociedad no haga suya la necesidad de un debate
que cuando no se hurta se lleva el terreno de las emociones y los instintos.
La perspectiva de género si por algo se
caracteriza es por eso: por ser perspectiva. ¿Cuál perspectiva? La que en cada
caso mejor se acomode a los intereses de sus promotoras. Lo más increíble es
que con esos mimbres –y los millones de votos que hay en juego, claro está- con
muy escasas excepciones los partidos políticos se apresten a renunciar a
valores como la igualdad –sí la igualdad, cuestionada desde todos los ámbitos:
legal, económico…- y conquistas como la presunción de inocencia o el habeas
corpus.
Puedo entender este giro para centrarse en la política. Llevo tiempo dándole vueltas al asunto y la verdad es que no sé si ganar el debate servirá para cambiar las cosas, al menos a corto plazo. Veo en algunos lugares vientos de cambio, pero que se lleguen a materializar en algo es otra cuestión.
ResponderEliminarEn mi opinión el debate es necesario, aunque tal como parece quieres apuntar, ganarlo no tiene porque representar un giro en las políticas, porque la política aunque debiera tender a eso no se rige por un criterio estricto de verdad o de concordancia con los valores ilustrados. En cualquier caso lo que está pasando en el PSOE y también en Podemos quizá sirva para ejemplificar lo que sucede con el poder y el género de modo mucho más elocuente y visible de lo que desde otros ángulos se había podido ver.
ResponderEliminarSolo tres varones se atrevieron a dar el paso de concurrir a las primarias del PSOE y por supuesto hubo un solo ganador: Pedro Sánchez. ¿Un solo ganador? Quizá sea apresurado decirlo porque viendo el abrazo de Chacón y Susana Díaz quizá haya que hablar de más de un ganador ¡y sin necesidad de exponerse a perder! Una victoria que lo es más si vemos la composición por sexos de los órganos de dirección y sobre todo las políticas que se nos anuncian.
En Podemos ocurre otro tanto de lo mismo. Las bofetadas van todas en la dirección de Pablo Iglesias y Monedero pero en el Parlamento europeo su representación lo será a través de 2 hombres y 3 mujeres. A eso se le llamaba en mis tiempos nadar y guardar la ropa.