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30 abril, 2008

La mitología de género

http://www.lavozdegalicia.es/opinion/2008/04/30/0003_6777965.htm

Qué decir de un sistema educativo que reduce el peso de la Filosofía, la Historia y la Gimnasia, mientras pone en marcha una asignatura como Educación para la ciudadanía inspirada en la ideología de género.

Parece como si estuviéramos invirtiendo el camino realizado por los griegos hace más de 25 siglos quienes no sólo eran amantes del deporte, sino que también inventaron la Historia y la Filosofía, inaugurando para la humanidad un nuevo tiempo superador de la mitología como explicación del mundo. Un nuevo tiempo en el que, como dice Dietrich Schwanitz “el pensamiento se descubre a sí mismo, se libera de las cadenas de la religión y se da sus propias leyes, las leyes de la lógica. De este modo queda vinculado a la convivencia social y al discurso. El pensamiento es diálogo y no monólogo, y esto lo vincula a la democracia.”

Que 25 siglos después se pretende que lo único válido, que la verdad universal está toda contenida en la ideología de género y que para quien se desvíe de ese camino sólo quepa la excomunión y el anatema, quedando por tanto excluidas todas las preguntas, no deja de ser una ironía del destino que cuesta creer que esté pasando. Pero lo cierto es que así es y quien se atreva a disentir o poner en cuestión tales planteamientos sólo puede ser un casposo machista. Quedan excluidas las preguntas, incluida la mayor, aquella que interrogase sobre las milagrosas virtudes de una ideología como la de género que, en el plazo de unos años, se ha convertido en ideología oficial inspiradora de leyes como la de violencia o las igualdad y divorcio, se ha introducido en el sistema de enseñanza y se pretende guía y verdad para periodistas, jueces, médicos, policías, etc. en todo lo que tenga que ver con las llamadas cuestiones de género. Guía y verdad indiscutidas e indiscutibles.

Una ideología que bajo el pretexto de explicar la relación entre los sexos, termina creando un separatismo de géneros, un maniqueismo de buenas y malos que sólo desde la fe es posible sostener. En un contexto de pensamiento débil, esta ideología que no esconde, para quien sepa leerlo, su afán de poder, parece ser la única verdad firmemente establecida: el pensamiento duro y sin discusión, la única con capacidad para decir cual haya de ser la moralidad pública. Por eso muchas veces me pregunto dónde están los intelectuales, me pregunto si realmente existen, porque incluso cuando decido concederle todo el beneficio de la duda a estos planteamientos, aun me resta entender el porqué no se explica, no ya porque muchos no la compartamos, sino porque para poder ser compartida antes debería ser explicada y debatida.

Cuando desde esta ideología reivindica el derecho a explicar las nuevas formas de familia lo hace emulando los mismos procedimientos usados por la Iglesia en su defensa de la familia tradicional. No se pide que esas cuestiones se discutan en el ámbito civil, sino que se pretende el mismo trato privilegiado y discriminatorio del que ha gozado la Iglesia por mucho tiempo y que cualquier demócrata, creyente o no, no puede por más que cuestionar. Si teníamos una Iglesia y un Concordato no queremos otra Iglesia y otro Concordato aunque ésta última se vista con traje civil y apariencia de modernidad. Todas esas cosas tienen su terreno en la sociedad, pero las escuelas, los institutos, la enseñanza no puede convertirse en el campo donde se confrontan la moralidad católica y la ideología de género. En la sociedad hay muchas otras opciones ideológicas y morales, pero todas ellas deben tener su sitio alejadas de la enseñanza que claramente debe ocuparse de otras cosas como dar la formación científica y humanística que permita a cada ciudadano elegir su camino en el ámbito político, ideológico y moral. Formación en la que la Filosofía, la Historia y la Gimnasia deberían tener muchas cosas que decir.

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