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08 marzo, 2015

¿Igualdad? ¿qué, cómo, dónde?

Observémoslo desde el lado de los hombres y preguntémonos por qué la igualdad no se plantea en el derecho de familia, en los permisos materno y paterno, en que la  conciliación de vida laboral y familiar no debe quedar limitada a las mujeres, en el reparto igualitario del patrimonio familiar en caso de separación y sobre todo en la custodia compartida de los hijos.

Sigamos en esa línea y preguntémonos por qué no igualdad en las carreras de letras y por qué no igualdad en la atención y cuidado de los niños sin que constituya un fortín femenino en el que los hombres no tienen cabida, aunque  se les pueda reprochar constantemente su baja aplicación a las tareas domésticas o con los hijos.

Eso sería lo que en buena lógica cabría esperar de quien considera que hombres y mujeres somos perfectamente intercambiables en la política o la economía.  Quienes hablan de que las diferencias entre hombres y mujeres son de raíz cultural, quienes dicen que nos hacemos hombres o mujeres si acaso el color de nuestras primeras ropas es azul o rosa. Si nuestros padres nos recuerdan que somos el niño o la niña de la casa.

Frente a la idea de la tabla rasa que dice que las diferencias entre los seres humanos se producen en fase postnatal, lo que la ciencia establece es que  somos una interacción de biología y cultura, biología que hace distintos a hombres y mujeres desde antes del nacimiento, pero que se manifiesta en el comportamiento desde los primeros momentos de la vida.

Al poco de nacer las niñas se fijan más en los rostros y los niños más en los objetos. También se ha comprobado repetidamente que los niños prefieren unos determinados juegos y juguetes, y las niñas otros diferentes. Incluso que niños y niñas no aprenden de la misma manera ni manifiestan igual interés por las mismas tareas, ni con la misma actitud.

Las diferencias se seguirán observando a lo largo del desarrollo de ambos sexos. Que esto sea así no debiera constituir estigma para ninguno de los dos. La evolución lo ha querido así y seguro que hay ventajas en ello.

Pero sea cual sea el enfoque, lo que no es de recibo es sostener, a conveniencia, que ahora me interesa uno y un poco después el otro. Justificar con uno las listas cremallera y con el otro el diferente trato penal. Decir que el patriarcado es una construcción social fruto del hombre para mantener dominadas a las mujeres, pero luego justificar que estos deben desempeñar  los trabajos de la construcción porque son más fuertes o, más todavía, justificar que no hay discriminación en la obligatoriedad del servicio militar solo para varones.

Imponer los mismos juguetes a niños y niñas, también la misma forma de estar en la escuela, para a continuación calificarlos a ellos de más revoltosos y suspenderlos más por sus actitudes que por sus conocimientos. Y cuando son un poco más mayores pasarles un cuestionario en el que ellos han de responder de la violencia perpetrada y ellas de la violencia sufrida, en un estigma que no les abandonará el resto de la vida. 

Considerar abusiva la presencia de varones en determinados ámbitos o profesiones, pero tolerarla, incluso alentarla, en aquellos otros de mayoría femenina.  Protestar porque son más los ingenieros o los informáticos, pero no porque sean más las sanitarias o las maestras, ya no digamos cuidadoras de guardería o jardín de infancia. Y por supuesto callar que ellos sean más en la construcción, las minas y en general los trabajos de mayor riesgo y esfuerzo.

Protestar por si tuitean más o menos que los varones pero callar que el quiosco tenga rostro femenino, o que en la publicidad los papeles de mujeres y hombres se parezcan lo que una nuez a una naranja, solo se puede calificar como ventajismo. También en la prensa generalista la imagen de la mujer y el hombre claramente se asocian a papeles bien diferentes y no en beneficio  del varón.

Bajo el pretexto de la igualdad, todas las desigualdades tienen cabida. Bajo el pretexto del fin de los roles, se nos dibujan unos nuevos de perfiles tan marcados como los conocidos hasta ahora. Bajo el anuncio de la intención de acabar con los estereotipos, el masculino cada día se parece más a un ser enfermo de egoísmo y ansia de dominio, sin que se sepa cuál es su aporte positivo a la sociedad.

Pero vayamos más al detalle y observemos el perfil que va marcando el empleo femenino: siempre a cobijo, siempre cerca de las personas y de tal modo que le permita mantener su posición como centro de la familia, y como, las ocupaciones de las féminas se extienden a lo largo de una serie de sectores que no solo reúnen esos requisitos sino que comportan un peso social y político de primera magnitud y lo hacen imponiendo en cada uno de ellos su impronta.

El empleo femenino no solo comprende los trabajos administrativos, en los servicios o la distribución comercial, sino que impone su impronta y su número en ocupaciones como la sanitaria, la educación, el derecho  y todo lo relacionado con la dependencia, amén de una fuerte preeminencia en otros lugares destacados de la sociedad de tal modo que su conjunto le confiere un poder político y una influencia sociales enorme.  

¿A nadie sorprende el desplazamiento progresivo y sin retorno de los varones de profesiones como la de enfermero o maestro? ¿A nadie sorprende que uno pueda entrar en una sala de la seguridad social donde hay decenas de personas detrás de un ordenador y ninguna sea varón? ¿A nadie sorprende el monopolio femenino en todo lo relacionado con la dependencia?

No en vano las únicas protestas que concluyeron exitosamente de los últimos años tienen que ver con esos sectores: marea blanca, marea verde. No es por casualidad que algunos partidos quieren llevar esos dos derechos a una Constitución reformada y eso por delante del derecho al alimento o la vivienda. Como no en vano en ambas se ha establecido una protección jurídica reforzada de sus profesionales frente a posibles agresiones.  

Y no en vano las reivindicaciones de dichos sectores constituyen buena parte del programa político de algunos partidos, hasta el punto de merecer más atención que los cinco millones de parados y la enorme cantidad de personas que viven en el límite de la subsistencia. Solo hay que oír la cantidad de veces que se repite la petición de mayores inversiones en educación o sanidad.

Identificar el poder político con quien lo ostenta sea este hombre o mujer solo puede inducir a engaño. ¿A alguien le queda duda que Pedro Sánchez está más preocupado por los problemas de las mujeres que por los de los hombres? ¿Le queda duda de a quien sirvió Zapatero?  ¿A alguien le queda duda de que el PP ante el temor a la pérdida de voto femenino se está volcando presupuestariamente con ellas y ya se estén anunciando plazas por parte de todas las administraciones?

¿A alguien le queda alguna duda de que si las respectivas  secciones  de la Mujer de UGT, CCOO o IU desea hacer un pronunciamiento sobre el tema que sea: brecha salarial, custodia compartida o cualquier otro nadie en el sindicato o la organización se opondrá?  Recientemente así ha sucedido con uno de brecha salarial por parte de UGT y otro para oponerse a la custodia compartida por parte del área de mujer de IU

El contorno del empleo femenino tiene que ver con lo más querido: los niños, la familia, la salud, la educación, la atención a los discapacitados y la tercera edad, las relaciones con la administración y los servicios, los cuidados de salud y belleza, todo lo relacionado con el vestido y la moda y en su conjunto confiere una posición e influencia social y política de primera magnitud más allá de las cuotas, las listas en cremallera o la discriminación positiva.

Paradójicamente y después de tantas vueltas como se le dio al asunto de los roles, la mujer sigue privilegiando su papel como madre y como cuidadora, aunque la sociedad en que hoy vivimos no sea la de cazadores-recolectores y por ello la división de funciones: él la caza y la protección, y ella la casa y los hijos sea necesario verla en una dimensión ampliada y donde el Estado juega un papel de primer orden. En el momento presente parecen claros los lugares en que el hombre no tiene cabida. 


2 comentarios:

  1. Este análisis apunta al interés más propagandístico que real por lo cinco millones de parados, de una fuerza como Podemos, lo que en mi opinión se haría extensible a otras fuerzas como el PSOE. Se obvia la terrible división del mercado laboral entre quienes tienen empleo y quienes no lo tienen o lo tienen precario, entre ellos un 50% de los jóvenes, para ofrecerles una renta básica de imposible realización y con ello perpetuar una situación que con la crisis no hizo más que empeorar pero que hunde sus raíces mucho más atrás. En este punto la izquierda es la mejor valedora de quienes tienen frente a quienes no tienen.

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  2. Un artículo que cuestiona el fundamentalismo en la educación. Gracias a Athini por dármelo a conocer

    http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/tribuna/2015-03-11/la-empecinada-grieta-sexual-del-informe-pisa_725660/

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