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25 octubre, 2012

¿Harina de otro costal?


Tengo la impresión de que opinar sobre igualdad y género no es fácil para los hombres. Para explicar la actual situación de crisis del PSOE se han mencionado mil cosas pero siempre evitando mentar eso: la igualdad y el género. Como si la legislación sobre violencia de género, la propia ley de divorcio y la negación de la custodia compartida no hubieran supuesto nada en los últimos años. Como si los gobiernos paritarios de Zapatero y personas como Bibiana Aído, no hubieran constituido importantes elementos de descrédito no solo de la política socialista también de las exigencias mínimas para acceder a un cargo ministerial.  Como si no fuesen visibles los cambios en la imagen del partido derivados de la política de cuotas y las listas paritarias y si la democracia representativa no se hubiese resentido con ese estilo de poner y quitar nombres como si lo de menos fuese quien ocupase los puestos.

Lo que yo mismo acabo de escribir más arriba, a muchos que no dudarían en utilizar calificativos  fuertes para juzgar los comportamientos políticos si se tratase de varones, seguro que les suena a verdadera herejía. Es decir, se trata básicamente de algo interiorizado, de algo gravado muy intensamente sobre  como juzgamos los varones las cosas de hombres y mujeres. Quizá otra anécdota sirva para ilustrar esto que digo. En otra bitácora en la que se discutía sobre la presencia de los políticos en los consejos de administración de las empresas valorándose en general como negativa desde el punto de vista del interés general, cesó  repentinamente el debate cuando menté que quizá la propuesta de la U.E. de obligar al 40% de mujeres a esos mismos consejos favoreciese justamente eso: el desembarco de muchas de ellas desde la política.

Los ejemplos se podrían multiplicar y aunque el tema es poliédrico y no se deja captar con facilidad dejo aquí estos apuntes porque me parece que se trata de una línea de investigación imprescindible para juzgar lo que pasa y  lo que hayamos de entender como sociedad de iguales y sobre cómo avanzar hacia ella. Por cierto, ¿observáis la desproporción existente entre los varones y las mujeres que se pronuncian sobre este tema en particular, pero sobre otros muchos que están puestos sobre la mesa y que reclaman respuestas urgentes?  ¿Se puede decir esto último o sería más caballeroso callarlo?


23 octubre, 2012

¿Qué pasa con el PSOE?

Cuando, en algunos de mis post,  he hablado críticamente sobre la izquierda y, más particularmente del PSOE, algunos se han sentido molestos porque no entendían que quien se dice de izquierda pudiera hacer tal cosa. A estas alturas me supongo que mi posición será mucho más entendida.  El PSOE está en una espiral hacia abajo de la que se hace difícil decir dónde se encuentra el final y en mi opinión tal cosa sucede por diferentes motivos, pero entre ellos la actual deriva neofeminista y su oposición a la custodia compartida están influyendo en esa dirección.  Resulta difícil sostener por quienes se consideran paladines de la igualdad una posición como la que representa su contumaz oposición a la custodia compartida: Más todavía, participar en todas las estratagemas y doble lenguaje que representa su actual posición en este tema. 


18 octubre, 2012

Esta bitácora y la política


En relación con el debate mantenido sobre las posiciones políticas de algunos de los participantes en esta bitácora quiero  agradecer a todos el tono utilizado. Tengo la impresión de que pueda ser muy positiva la clarificación de las posiciones de cada uno y la idea de que en esta bitácora tenemos cabida todos y todas los que entendemos que la deriva neofeminista no es un juego floral sino algo muy serio a lo que conviene dar una respuesta desde la cultura y la ciencia, también desde la democracia. 

El neofeminismo donde con más fuerza prende y donde con más facilidad crece es en la opacidad y el miedo, por eso es tan importante un espacio como éste, en el que para demostrar de qué estamos hablando a donde hemos ido es a la neurociencia, a la filosofía, al saber y la cultura y lo hacemos desde profundas convicciones democráticas y reivindicando la democracia representativa como el mejor instrumento para avanzar socialmente.

El neofeminismo gustó de acusarnos por haber condenado a las mujeres a la casa y los hijos, pero ahora asistimos a una incansable lucha de su parte porque esa situación permanezca,  aunque para ello hayan de recurrir a un acoso sin tregua a la figura del padre, de quien pretenden que solo  existe a los efectos de denunciar su ausencia, un incumplimiento o una irresponsabilidad. En ese afán  intentan ligar conciliación de vida familiar y laboral exclusivamente con la mujer.  

El neofeminismo nos acusó de utilizar la ciencia no en provecho de todos sino en provecho propio, y de haber separado a las mujeres de su conocimiento y cultivo, pero en su propia ideología se ve que su respeto por la misma es nulo, que los suyo tiene mucho más que ver con el pensamiento mágico que con el racional y que cuando no pueden desmentir los datos y los informes de la ciencia tratan de ocultarla como hacen con todo lo que les molesta.  

El neofeminismo presenta al patriarcado como una sociedad oscura y dictatorial sin reparar en que sus prácticas no son lo democráticas y transparentes que  dicen y de movimiento democrático y de masas han pasado a lobby  y, finalmente, se han convertido  en reinas de la opacidad, la falta de debate y el afán revanchista. Las leyes de género en nuestro país jamás han estado en la contienda electoral y se han impuesto sin deliberación previa y en algunos casos contra todos los informes de las instancias culturales, jurídicas y políticas consultadas.  

El neofeminismo oculta que los frutos de sus políticas son en demasiados casos terribles mostrando un gusto por la censura, el código penal y la opacidad de lo más preocupante. Al neofeminismo le viene mal la publicidad de sus postulados, el debate de sus propuestas y en general los mecanismos democráticos huyendo como del fuego de plantear abiertamente a la sociedad quiénes son y lo que pretenden. Los partidos que se oponen a la custodia compartida debieran declararlo abiertamente en campaña electoral.

Esta deriva neofeminista está haciendo mucho daño: en primer término a los varones, pero también a los niños, en nombre de quien se dice hacer todo y detrás de quien constantemente se parapetan, pero a quienes se utiliza como propiedad y de quien no respetan en absoluto sus derechos. Y como no a las propias mujeres y a la sociedad en su conjunto, de la que por cierto se han desentendido para seguir poder diciendo que si los hombres se dedican a la política o la economía, la ciencia o la filosofía es porque lo que los anima es el deseo de poder y el control de las mujeres. 

En relación con lo que puedan llegar a ser la izquierda o la derecha y a la vista de cómo están de desgastadas esas opciones, que lo que con más claridad generan es desafección, es posible que también desde foros como éste se puedan apuntar ideas en una dirección que supere lo actualmente existente. Porque lo que parece claro es que esta sociedad necesita un buen revolcón. 

16 octubre, 2012

En abandono escolar somos los primeros


No me preocupa tanto la magnitud de algunas de las cosas conocidas los últimos días, como la sensación de que no se está tomando nota de hasta qué punto reflejan una realidad preocupante.  Aunque solo fuese por esto algunas alarmas deberían haber saltado y los responsables de este desaguisado deberían estar dando explicaciones en lugar de encerrarse en sus cátedras,  sus despachos y sus sedes como si la cosa no fuera con ellos.  Se habla mucho de exigir responsabilidades por la crisis a los agentes  políticos y económicos cosa que me parece muy bien, pero quienes han traído a este estado al sistema educativo y llevan, como mínimo,  15 años  reafirmándose en unos dogmas, que ya casi nadie sostiene, con un tesón digno de mejor causa, deberían también asumir las suyas.



12 octubre, 2012

La paridad ¿un capricho neofeminista?


La paridad, del mismo modo que la igualdad, es un asunto caprichoso que administrado por el neofeminismo ofrece una estampa pintoresca. Porque, qué criterio rige en tal asunto. Nadie puede decirlo porque en ningún sitio está escrito de forma clara. En esta sociedad del neofeminismo hemos pasado de la norma (ese pretensión machista, según la teoría feminista) que regiría de forma universal y podría ser conocida de antemano, a un “legislar” para cada caso, según el momento y de forma sobrevenida, que por lo visto representaría ventajas, aunque, ¿ventajas para quién?  Bueno, quizá está claro desde el principio ya que las implicaciones para cada sexo nunca son las mismas.

Acabamos enterándonos de que la susodicha paridad vale para la política y las listas electorales, también según las mismas fuentes debería valer para los consejos de administración de las empresas, incluso para los premiso Nobel, pero de ahí para abajo que rija la norma que más “nos” convenga. Qué hay muchas maestras, no pasa nada, que en las oposiciones a la judicatura arrasan las chicas, no pasa nada, que en la televisión pública las caras masculinas son anecdóticas, no pasa nada, que los estudios relacionados con la medicina y la salud se están feminizando hasta llegar al 80 %, no pasa nada, que los trabajadores de la construcción son varones, es lo normal, como lo es que lo sean los bomberos o los trabajadores de la industria y los empleos de riesgo y esfuerzo.

Ilustrativo es el uso de “padres” en la literatura y los medios que siguen este enfoque, porque siempre acaba siendo utilizado para denunciar un incumplimiento, una irresponsabilidad o algo peor. Pero jamás para asociarlo a un derecho o una experiencia en positivo.  El día que a alguien se le ocurra estudiar el tratamiento dado por las revistas femeninas y feministas a la figura masculina, me da la impresión de que nos vamos a enterar de qué significa sexismo. Ese  machismo del lenguaje denunciado por el feminismo institucional y de género, en una ocasión y otra, finalmente pretende ocultar este  sexismo profundo, esa distorsión de la realidad que caracteriza de un tiempo a esta parte todo lo que tiene que ver con los sexos, y el papel que se pretende para el hombre en el seno de la familia y el derecho familiar y en la sociedad en general.

Nada que objetar a que los derechos sobre la reproducción sean todos femeninos, como nada que reprochar a unos permisos de paternidad y maternidad (particularmente el paterno) que en nada recuerdan  a los que rigen  con quien en otros momentos se nos pone de modelo, por ejemplo, los países nórdicos, nada que objetar a la dura, interesada y en buena medida impresentable oposición que ejerce este feminismo en relación con la custodia compartida, como nada que decir en relación con que la socialización de los niños se realice, en algunos casos, con total ausencia de contacto con la figura masculina hasta los 10-12 años, y salvo excepciones, con un contacto que no se puede comparar con el femenino pero, llegado el momento de las responsabilidades, ahí sí, ahí somos iguales, en ese momento todo muda como por arte de birlibirloque y la responsabilidad es compartida, si se me apura decantada en mayor medida hacia los padres, pues como nos recordaba recientemente un libro: “¡ya verás cuando llegue tu padre!”, no es cosa de nuestras mamás o abuelas, sino moneda corriente de los hogares de hoy en día.

10 octubre, 2012

Empatía emocional y cognitiva


En la entrada anterior acabamos hablando de las razones que pueden estar en la base del éxito de una ideología como la perspectiva de género y de cómo seguramente sea más productivo, a fin de entender lo que pasa, indagar  en las raíces biológicas y culturales de los sexos y en como urden sus relaciones, que en la consistencia de un entramado ideológico que como mínimo habría que calificar de endeble.

Por continuar en la línea de lo apuntado por Arsuaga cuando decía: En todos los mamíferos, en efecto, tanto una frente abombada y lisa, como una cara reducida y poco proyectada, son rasgos infantiles, y, todavía más, cumplen universalmente la función de inspirar sentimientos de protección y ternura, y así inhibir la agresividad de los adultos frente a las crías (por cierto, esos mismos caracteres también son femeninos, y por la misma razón).”  Quisiera hacer hoy una referencia a la obra de Louann Brizendine: El cerebro masculino y lo que a propósito de la empatía emocional y cognitiva relata en el mismo.  

En un capítulo titulado: Dos sistemas emocionales,  pág. 122-123, Louann Brizendine relata que nuestro cerebro posee dos sistemas emocionales: el sistema neuronal especular, o SNE, y el sistema de la unión témporo-parietal, o UTP. Y como parece que los hombres tendemos a utilizar más uno y las mujeres otro.

El SNE permitiría sentir el mismo dolor emocional del otro, estaríamos ante una empatía de tipo emocional,  mientras que la UTP establecería una barrera entre las emociones del “yo” y las del “otro”, fortaleciendo de ese modo la capacidad de buscar cognitiva y analíticamente una solución, se trataría de una empatía cognitiva.

Pues bien basándose en dos personajes Neil  y Danielle y la reacción del primero ante una desgracia sufrida por la segunda explica cómo, en un primer momento, se activa en Neil el SNE, pero pronto deja paso a la UTP, porque su cerebro está estructurado para buscar una solución, cosa que Neil no acaba de entender, pues ella lo que desea en ese momento es empatía emocional.  El relato lo concluye así:

“Me dirigí a Danielle y le dije: “Neil utiliza la UTP más que la SNE porque el cerebro masculino está estructurado para buscar soluciones, más que para continuar en la empatía. Pero eso no significa que no le importe lo que cuentas. Resolver tus problemas es su manera de mostrar amor e interés.”

En fin como vemos una versión bien diferente de lo que estamos acostumbrados a oír en relación con la empatía, que algunas pretenderían ver limitada a la empatía emocional olvidando de ese modo la cognitiva. También lo que hayamos de entender por  “frialdad” emocional de los varones.
  

05 octubre, 2012

Solo se ve lo invisible si se lo está buscando


Estoy leyendo el libro de Juan Luis Arsuaga: El collar del neandertal, cosa que os recomiendo que hagáis por lo ameno que hace el relato de la “historia” de esa humanidad paralela que constituyeron los neandertales. También recientemente estuve en la réplica de las Cuevas de Altamira y como no podía ser menos salí de allí sobrecogido por la magnitud del recorrido que hemos hecho en los escasos miles que años que nos separan, pero también por lo cerca que me hizo sentir de los seres humanos que habitaron aquellas cuevas.

Cuando escribo en la bitácora, a veces, lo hago movido por la prisa y la urgencia de comunicar algo pero, otras veces, como quisiera que fuera ésta,  con la convicción de que estamos muy lejos de entender la dialéctica de los sexos y que si avanzásemos en ese conocimiento quizá no cometeríamos la cantidad de errores que se están cometiendo en el presente. O dicho de otra manera son demasiadas las cosas que desconocemos sobre este asunto por lo que haríamos bien en  guardar una parte de nuestra inquietud e interés por algo de mayor alcance como sería explicar por qué somos como somos y nos comportamos como nos comportamos  y sobre todo por qué lo hacemos como lo hacemos en la interacción de los sexos.

En mi opinión hay un algo todavía por descubrir en las relaciones hombre-mujer que sería lo que explicaría por qué los hombres solemos ser mucho más severos en los juicios y las exigencias con otros hombres, sin embargo en la sociedad se ha instalado el sentimiento de que la única violencia existente es la que enfrenta a los sexos, peor, la perpetrada por los varones contra las mujeres. Si un grupo de hombres pretendiese basar sus exigencias frente a los demás en base a una encuesta en la que solo se recogiesen sus opiniones, el resto daríamos a esa encuesta un valor nulo, pero eso es lo que ha hecho el neofeminismo en toda Europa en relación con las mujeres y el resultado es la legislación de género y contra la violencia que todos conocemos.

Si un grupo social cualquiera pretendiese presentarse como las víctimas de ese sistema social pero al tiempo los datos indicasen una mayor esperanza de vida, la exclusión de los trabajos de riesgo y esfuerzo, el mayor consumo de cuidados de atención personal y de productos de belleza, o la aceptación pasiva de que aspectos tan sensibles como la reproducción, la educación de los hijos y el vínculo familiar  perteneciesen casi en exclusiva a ese grupo y una legislación que cubriese el acceso a aquellos ámbitos de más difícil acceso, pero sin la contrapartida de ninguna limitación en aquellos otros en los que se es mayoría, el regocijo primero y la expresión de incredulidad después seguro que serían las reacciones más comunes. Eso es lo que pasa con el grupo social: mujeres,  y tal reacción ni se produce ni ofreces visos de  ir a producirse en mucho tiempo.

En el libro citado se echa por tierra la “hipótesis de la abuela” de Kristen Hawkes y otros, para explicar el por qué de la menopausia en las mujeres pero muchas otras cosas como el cuestionamiento de nuestro papel como  proveedores o el porqué de nuestra longevidad y que fue profusamente utilizada para ahondar en la idea de que los hombres nos habíamos inventado un pasado mítico para justificar “nuestros actuales privilegios”. Por supuesto que tal cosa no afectará a la actual cruzada neofeminista para quien si el pensamiento o la ciencia no son de su agrado con atribuirle una intención patriarcal es suficiente.  Pero, por supuesto que entre los hombres la reacción no será de mucho mayor entusiasmo.

Como dijo Sherlock Holmes: Solo se puede ver lo invisible si se lo está buscando. 

29 septiembre, 2012

¿Adónde vamos?


Lo que con más frecuencia experimentamos quienes estamos atentos a lo que sucede con la custodia compartida, la ley contra la violencia de género, o si debe haber más o menos rectoras en la universidad, pero los trabajadores de la construcción está bien que sean todos varones, o no se hable de brecha de género cuando se relata que  el balance de militares muertos en misiones internacionales para el período 1987-2008  ha sido de 163 varones por 2 mujeres (Wikipedia, citado en Igualdad racional),  es un cierto estado de impotencia.

Sentimos que se nos está traicionando ya que lo que por el lado de las declaraciones se nos vende como: igualdad, equidad, no discriminación, por el lado de los hechos en nada se parece a eso. Quienes claman por el derecho de autor en cada uno de sus pasos, quienes niegan con ferocidad inusitada la custodia compartida, quienes despotrican un día sí y otro también contra los hombres son, sin embargo, quienes no dudan en calificar de machista cualquier gesto, declaración o actitud, venga o no cuento su uso. Son además quienes proclaman su victimismo desde importantísimas instancias de un poder no compartido y del que gozan en exclusiva.

Luego de un tiempo uno acaba por darse cuenta de que las categorías mentales y conceptuales en que se ha estado moviendo son todas de la factura justamente de quienes obtienen provecho con ellas. Y no me refiero ya exclusivamente al género, o a lo que signifique machista, o qué demonios querrá decir igualdad en manos de quien la violenta todos los días, sino también a que la propia historia que nos cuentan guarda escaso parecido con los hechos que pretende relatar.  La idea de feminismo es una de ellas. En un tiempo de derribo de todos los  grandes relatos el único que ha sobrevivido es el relato feminista. Y quienes hoy pretenden apropiarse de la idea resulta que no solo han dado un gran portazo en las narices a todas las feministas históricas, también han traicionado gravemente su legado.

Es por eso hace falta hacer relectura de la historia de los últimos siglos por la igualdad,  de lo que ésta signifique y si puede ser calificada de tal una sociedad que niega la custodia compartida, interpreta que los trabajos manuales, los duros y los de riesgo corresponden al varón lo mismo que las tareas de defensa y protección, castiga de modo radicalmente diferente los comportamientos de hombre y mujer en las relaciones de pareja y para con los hijos, y consideraba que no era anticonstitucional una norma que obligaba al  servicio militar obligatorio solo a los varones, por citar solo algunos ejemplos, pero en otros momentos exige una intercambiabilidad absoluta de los sexos.

Tenemos que recuperar la historia de los dos últimos siglos para saber qué ha pasado a este respecto, como precisamos saber dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos, tenemos que decir además muy claramente que no se puede excluir al hombre como agente activo de todas estas tareas y utilizarlo exclusivamente como saco de boxeo contra el que golpear. No debe valer el anatema neofeminista que lo excluye  porque se trata  de la “clase dominante”, los “malos” o los “verdugos” en una actitud de  juez y parte que como siempre ha sucedido nunca fue garantía ni de justicia ni de equidad.

Hemos de saber con claridad qué está suponiendo para ambos sexos la legislación de género, tenemos que conocer por qué fracasan los alumnos varones o por qué es necesaria la paridad en la política o los consejos de administración de las empresas, pero no hay problema en que las alumnas en medicina o magisterio deban ser el 80 %. Debemos saber qué está pasando en los medios de comunicación y cómo es posible que el lobby neofeminista tenga  derecho de veto en la publicidad y la información. Deberíamos saber por qué la publicidad vejatoria con el varón no es calificada como sexista y si ha merecido la pena el viaje que nos retrotrae a la televisión de salsa rosa y fútbol de los viejos tiempos.

Debemos saber si es suficiente que las neofeministas declaren las ideas de: “… igualdad, justicia, derechos, libertad, autonomía, etc., son retratos más o menos sublimados de un modo de ser machista…” (Enciclopedia Oxford de filosofía, entrada: feminista, ética)  y si  una posición  así para lo que mejor esté sirviendo no será para declarar que, cualquier cosa que se haga o se diga dependerá del sexo, o la intención,  de su autor y no de su mayor o menor aproximación a algún tipo de verdad o ética compartidas.  Debemos aclarar si lo que en realidad se nos está diciendo es que el neofeminismo tiene barra libre porque la medida de la justicia de sus propuestas está en su demostrada capacidad  para imponerlas. 


26 septiembre, 2012

Privado-público vs. Centro-periferia


La división de roles que marcaba la sociedad tradicional: la familia y la casa -lo privado- mundo de ellas, y las tareas de proveedor y seguridad -lo público-  de ellos, correspondía a un orden de cosas gestado hace milenios que no vale para el mundo moderno en el que todas esas tareas se desenvuelven en un entorno sin parecido con una sociedad en la que, la casa era una cueva y el mundo exterior un lugar lleno de peligros.

Afortunadamente muchas cosas han cambiado en los últimos siglos  y tuvieron razón las y los primeros feministas María Wollstonecraft, Stuart Mill, y una larguísima lista en la que habría que incluir a  los movimientos sociales y políticos de izquierda, cuando plantearon que seguir manteniendo una división de ese tipo constituía una aberración histórica que habría que corregir para caminar en la dirección de una mayor permeabilidad de los mismos. Es el momento del feminismo como una conquista de civilización de la que resultaría una sociedad de iguales mejor para todos: para ellas y para ellos.

Con esa perspectiva trabajaron hombres y mujeres a lo largo de más de un siglo y medio, y grandes fueron las conquistas: igualdad jurídica, derechos políticos, derechos sobre la reproducción, control de la natalidad, divorcio, mayoría femenina en la universidad, incorporación al mercado de trabajo…

Pero justamente cuando todo parecía que el ideal estaba ahí, se produce  un giro de 180º, y, bajo la idea de que la igualdad es cosa de las mujeres,  el feminismo convertido en neofeminismo,  expulsa del mismo a los hombres con el pretexto de que, es a ellas en exclusiva, a quienes compete decir que hacer. Iniciándose de ese modo el increíble retroceso histórico de negar de forma beligerante y agresiva la custodia compartida o dar lugar a leyes como la de violencia de género hasta llegar a ese intento bárbaro de pretender quitar la patria potestad a todos los padres separados que  comentábamos  aquí.

Que el neofeminismo se niegue a hacer balance y explicar qué ha sucedido y está sucediendo con la igualdad y, sobre todo, qué  faltaría para alcanzarla, no puede implicar que ese trabajo quede sin hacer sino más bien una tarea que tenemos por delante. Pues lo que cada día vemos que sucede no lleva el sello de la igualdad, más bien parece guiado por una idea de supremacía  y voluntad de excluir a los hombres.

Que el neofeminismo pretenda que los grandes poderes los disfruta el varón por presidir los sindicatos o los consejos de las empresas, no debe hacernos olvidar que es un mundo de mujeres y un mundo cerrado: la familia, la educación de los niños en las primeras etapas: guardería, infantil, primaria…  o que el mundo de la sanidad es cada vez más suyo, lo mismo que el de la justicia o los medios de comunicación, que en la Administración, el comercio o los trabajos administrativos sucede otro tanto de lo mismo, y que las bibliotecas, las escuelas de idioma, los lugares de ocio y esparcimiento, y tantas otras espacios que podríamos seguir mencionando son femeninos y lo son cada día en mayor medida como cotos privados, olvidando así que hace bien poco una de sus acusaciones contra el patriarcado era la de actuar de ese modo para los varones.

Todo lo anterior junto a la exigencia de paridad en la política,  las empresas, las academias, las rectorías de la universidad y hasta los premios literarios y deportivos dan un panorama claramente descompensado. Al menos los escandinavos exigen paridad en las empresas y la política, pero no impiden la custodia compartida,  y el permiso de paternidad es equiparable al de maternidad y en la Administración se reserva el mismo número de empleos para hombres que para mujeres.

Lo que sucede aquí es que se exigen listas paritarias y en cremallera en la política, se pretende que los consejos de administración de las empresas sean paritarios, el empleo público tiene un sesgo femenino que al paso que vamos parece de no retorno, determinados empleos son de la exclusiva masculina, por cierto los de riesgo y esfuerzo, y al tiempo se impide la custodia compartida, se demoniza la figura masculina, se impide el contacto de los hijos con los padres y en esa escalada sin cesar se pretende  privar de patria potestad  a los hombres separados y hacerlo bajo la acusación de maltratadores de sus hijos.

Todo esto sucede delante de nuestros ojos, podemos disimular y hacer como que no lo vemos: actitud mayoritaria, o hacerle frente y exigir un cambio de rumbo, pero pretender que no es eso lo que sucede sino que caminamos hacia un paraíso de igualdad y respeto mutuo resulta demasiado grotesco como para poder ser creído. Lo que  ahora rige no es el binomio privado-público, pero sí algo que podíamos denominar centro-periferia y si el centro es de ellas a nosotros nos ha tocado la periferia.