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28 enero, 2008

El género y la violencia o la cuadratura del círculo

Si, Carlos Marx levantara la cabeza tendría dos motivos para no querer ver lo que se ha hecho con su obra, ya que si funesta ha sido la lectura que de la misma ha hecho el leninismo, no menos desafortunada es la que está realizando el feminismo de género con su pretensión de igualar los sexos a las clases sociales.

El género, como uno de sus pilares básicos de su ideología sostiene que, la violencia de pareja se puede explicar por una única causa: el deseo de dominio del hombre sobre la mujer (base última de la perspectiva de género). Teoría que vienen sosteniendo contra la opinión de los grandes especialistas de todo el mundo y negada de plano allí donde las encuestas públicas no excluyen al hombre como potencial víctima, pero aceptada en nuestro país como verdad oficial. Se trataría de una burda traslación de las clases sociales de Marx, ahora convertidas en géneros: el hombre como clase dominante, la mujer como clase oprimida y explotada.

Según esta teoría de género –y de ahí viene el interés por el nombre- la dirección de la violencia es siempre del hombre a la mujer sin que quepa la inversa. De producirse esta última se trataría de un contraviolencia de legítima defensa, equiparable a la de los explotados y, por tanto moralmente exculpable. Esta violencia en la pareja heterosexual sería diferente a cualquier otra, por ejemplo la que se produce en las parejas de homosexuales o de lesbianas, y por supuesto no tendría nada que ver con la ejercida de padres a hijos o de estos hacia aquellos. De este modo se consigue un nada desdeñable objetivo: que pase a un segundo plano la violencia ejercida contra niños y ancianos de la que, a pesar de su magnitud, apenas se tiene noticia.

Ante la imposibilidad de sostener sus postulados en los círculos académicos o cualesquiera otros, el género ha recurrido a un complejo y completo sistema según el cual, la teoría pueda que sea falsa, pero eso no tiene importancia ya que el éxito que la misma cosecha entre la clase política está permitiendo que se imponga en la sociedad como un hecho consumado; sin posibilidad ninguna de contestación. Así se ha impuesto en el plano legal mediante las llamadas leyes de género y entre la opinión pública mediante el efecto combinado de esta legislación y un catálogo sobre como se debe informar de la misma que excluya la posibilidad de que mediante los datos que va ofreciendo la realidad de cada caso se pueda demostrar, que no es tan unidireccional, o que está concentrada en determinados sectores con mucha más fuerza que otros o que, el continuo que se debe presuponer siempre de que toda mujer asesinada ha tenido que pasar por una fase previa de maltrato físico o psicológico con anterioridad, simplemente no es cierto.

Efectivamente, cada 4 años se elabora una encuesta sobre violencia en la que sólo se recoge la opinión de las mujeres. Encuesta que diferentes sociólogos y feministas han demostrado completamente sesgada por el hecho de no realizarse también a los hombres, aunque no exclusivamente por eso. Y de la que, el resultado que se deriva no puede ser otro que: todos los maltratadores son hombres y todas las maltratadas son mujeres. Primer gran objetivo cumplido, la violencia efectivamente existe, es unidireccional y es imputable en todas sus formas de maltrato físico y psicológico a los hombres.

En base a este tipo de encuestas y a la información que de las mismas se deriva se elabora una legislación contra la violencia, como ha sucedido en nuestro país, que desde el primer momento se conceptúa como de género, y eso, contra el criterio de todos, sea la Academia de la lengua por su denominación, sean los penalistas por su contenido. Y se pone en marcha con un gran resultado (en número de hombres detenidos) pero sin que se moderen las estadísticas de las mujeres muertas. Ahora bien, como lo que se pretende demostrar es que se trata de un hecho estructural, permanente, consustancial con el patriarcado, quedan por resolver todavía algunos flecos y hay que excluir por tanto la posibilidad de su consideración como un hecho puntual concentrado con preferencia en determinados estratos sociales.

Es decir se trata de demostrar que afecta por igual a todas las categorías sociales: sea que diferenciemos éstas por: el nivel de estudios, la procedencia geográfica, la riqueza o cualesquiera otras, y que su ejercicio es continuado, es decir que cuando una mujer muere jamás puede ser el resultado de una acción puntual, de un momento de locura, sino que necesariamente debe responder al esquema dibujado por el feminismo de género según el cual necesariamente esa muerte ha tenido que estar precedida por años de maltrato, físico o psíquico pero maltrato y también que no importa que se trate de extranjeros o nacionales, gente con estudios superiores o sin ellos, de ambientes acomodados o lumpen, la violencia de género está por encima de esas diferencias y afecta por igual a todos los hombres con independencia de cualesquiera otros factores.

La realidad, sin embargo ofrece todavía un último obstáculo. Esta violencia como sucede en lo que llevamos de año muestra una propensión mucho más alta entre la población inmigrante que en le resto – en lo que va de año los 6 presuntos asesinos de sus mujeres son inmigrantes- pero también en otros colectivos: alcohólicos, drogadictos, etc. y sucede también que en algunos otros casos parece responder más al impulso de un momento que al resultado de una acción continuada de maltrato; al menos si hemos de dar credibilidad al testimonio de vecinos y familiares. Como ambas circunstancias minan en su base la teoría del feminismo de género, sencillamente se procede a negar la mayor y así, si en algún caso de muerte violenta no ha habido denuncia previa no cabe deducir la posibilidad de que efectivamente no haya habido malos tratos sino que habrá que presuponer siempre que lo que no ha habido es denuncia. Del mismo modo se establecerá que la información sobre este tema, como recoge, por ejemplo el Decálogo para informar sobre la violencia de género del periódico Público, “… nunca recogeremos opiniones positivas sobre el agresor o la pareja.”

Reuniendo todas esas circunstancias se está consiguiendo demostrar efectivamente que, la violencia de pareja es siempre unidireccional del hombre a la mujer, afecta a todos los hombres sin distinción de clase social, nivel de estudios, incluso salud mental y, es ejercida en un continuo que va del maltrato psicológico al físico y de éste a la muerte.

Qué se produce un caso como el de Meicende, sencillamente no es violencia de género, qué de los presuntos asesinos de este año los 6 son extranjeros, mejor callarlo porque si no estaríamos criminalizando la inmigración (al parecer esto sería mucho más intolerable que la culpabilización de todo el género masculino); qué en un montón de casos las declaraciones de allegados y vecinos hayan coincidido en que no había habido maltrato previo, mejor ignorarlo…… La pregunta por tanto es, qué se gana ocultando todos estos detalles, se combate mejor la violencia o, sencillamente, todo esto debe hacerse para que la teoría de género efectivamente se demuestre cierta.

6 comentarios:

  1. Anónimo10:00 p. m.

    Hola. Aquí estoy otra vez.

    Voy a intentar explicar lo que me ha ocurrido este sábado pasado.
    Mi amiga íntima me presentó a una conocida suya, una cincuentona, divorciada.
    Sacó el tema de los malos tratos. Y de verdad que yo me quedé alucinado.
    Decía, más o menos, "¿cómo pueden aguantar los hombres todo lo que les están haciendo?", o "¡si es normal que algunos pierdan los nervios!" o "¿a algunos hombres no les pegan sus mujeres?"
    Yo me dije "tendrán algún hijo varón al que le están p***ando". Pues no, no tiene hijos. Ni varones ni hembras.
    Repito, me quedé alucinado: Cincuentona (como yo), divorciada, y sin hijos varones, ¡diciendo lo que decía!.
    Me parece que a algunas (y a algunos) se les está acabando el chollo del victimisimo.

    Brindo por la igualdad.

    Balen

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  2. Anónimo10:38 p. m.

    Sobre el decálogo del diario Público, no entiendo cómo puede alguien firmarlo y seguir llamandose periodista sin que se le caiga la cara de vergüenza.

    No hace falta ser House para ver que estamos ante un caso extremadamente agudo de la enfermedad de la corrección política, la cual ataca sin piedad a la libertad de expresión y la búsqueda de la verdad, las bases del trabajo de todos los periodistas.

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  3. Anónimo8:16 a. m.

    El feminismo institucional está, admitámoslo, ganando la batalla de los medios. En sus inicios, cuando estalló la bomba mediatica de la violencia contra la mujer pudo tener su influencia en la concienciación de la sociedad de la existencia (innegable) de ese problema, pero actualmente está tomando un cariz totalitario que da sencillamente mucho asco. Lo del decalogo informativo es una demostración evidente. Como bien dice Emilio, parece ser que si un hombre pega a una mujer es SIEMPRE por causas de dominio y machismo. Por lo tanto, como se dice que el machismo está muy presente en la sociedad, los hombres nos convertimos, solo por el hecho de serlo en POTENCIALES CULPABLES de algo a lo que a la gran mayoría nos es completamente ajeno.

    Estoy escuchando que la paridad en al Ley de igualdad está avalada por el tribunal constitucional. Otra victoria de ese feminismo. La ley de igualdad tiene cosas muy positivas, medidas para la potenciación de la mujer en ámbitos donde no tenía mucha presencia, yo esas cosas las veo bien, pero la paridad no. La paridad supone que no somos personas primero, sino hombres o mujeres, y así se nos quiere ordenar.

    Emilio, vivimos tiempos dificiles. en la creencia de atacar el machismo y el patriarcado (termino que odio, pero que no dejo de admitir que existe) se está atacando simplemente a los hombres y a la masculinidad positiva, que existe y que creo que es nuestro deber defender.

    Un abrazo Emilio, sigamos poco a poco, grano a grano en nuestra "lucha" (palabra que también odio).

    Publicitemos lo más posible blogs como este, enseñemos que hay otras opiniones, otras visiones en el tema de la igualdad entre hombres y mujeres (y entre cualquier otra raza, o condicion social).

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  4. Anónimo11:05 p. m.

    *(Fran) ¿Iguales ante la ley?

    Por desgracia, el artículo 14 del la Constitución española sigue siendo simple papel mojado. Aunque en ese artículo se proclama que nadie puede ser objeto de discriminación por razón de sexo, la lectura que parecen hacer de su texto muchos de nuestros legisladores y jueces es que ninguna mujer puede ser objeto de discriminación por razón de su sexo, dando por supuesto que ese principio no es aplicable a los varones.

    El resultado, para el hombre, es un trato abrumadoramente discriminatorio en los casos de separación y divorcio, leyes sobre violencia doméstica con baremos penales más rigurosos, presunción de culpabilidad frente a las falsas denuncias, frecuentes arbitrariedades basadas en la "discriminación positiva" y, en general, toda una cultura de culpabilización del hombre y victimización de la mujer que, en los procesos de divorcio, obra en detrimento de los derechos legítimos del padre y sus hijos y, con frecuencia, favorece intereses ilícitos de la madre.

    Durante los últimos decenios, cientos de miles de hombres españoles, en particular padres separados, se han enfrentado a esa pesadilla. Han sido expulsados de su hogar y de las vidas de sus hijos; han tenido que aceptar un ignominioso régimen de visitas administrado con cuentagotas y, con frecuencia, suprimido impunemente por la madre; han sufrido un implacable expolio afectivo y económico; se han visto privados del derecho a la presunción de inocencia frente a las denuncias falsas urdidas contra ellos como estrategias de divorcio... En definitiva, han sufrido múltiples formas de violación de sus derechos humanos propiciadas por las leyes y las instituciones del Estado.

    La violación de los derechos humanos es un monopolio estatal: sólo los Estados y sus instituciones tienen la prerrogativa de violar los derechos humanos con impunidad. Los Estados occidentales, que se consideran a sí mismos garantes máximos de esos derechos, también los violan a gran escala y, como suele ocurrir en tales casos, bajo la envoltura hipócrita de principios e intereses superiores. La separación sistemática del padre y sus hijos en los casos de divorcio, el doble rasero de las leyes de género o la indefensión y presunción de culpabilidad del hombre frente a las falsas denuncias de su pareja constituyen, en conjunto y por separado, situaciones de violación de derechos humanos básicos como son la vida familiar, la presunción de inocencia o la igualdad ante la ley. Constituyen, en definitiva, la violación de los derechos humanos más generalizada de Occidente.

    Saludos.

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  5. Anónimo8:58 p. m.

    He encontrado esto en http://www.20minutos.es/carta/339315/0/mujeres/cargos/politicos/#comentarios_1

    Me parece verosímil, pero no he comprobado las fuentes. En cualquier caso creo que podría representar muy bien otros casos reales y cómo se le da la vuelta a la realidad cuando conviene.


    En el Senado de los Estados Unidos hay un maltratador.

    El cónyuge de ese maltratador ha sido víctima de repetidos ataques violentos, aunque la violencia de ese senador no ha sido condenada. Irónicamente, ese senador, que actualmente es una de las personas más polémicas de la vida pública estadounidense, se ha librado de la reprobación por la única cosa que tanto sus detractores como sus admiradores consideran realmente inexcusable: la violencia doméstica.

    ¿Quién es ese perpetrador de violencia doméstica? La senadora por Nueva York, Hillary Clinton.

    Las pruebas que inculpan a la Sra. Clinton son sólidas. Según Gail Sheehy, admiradora biógrafa de Hillary y autora de "La opción de Hillary", uno de los ataques domésticos contra Bill Clinton tuvo lugar en 1993, cuando Hillary clavó sus largas uñas en el rostro de Bill Clinton, "dejando la huella de un profundo arañazo a lo largo de su mandíbula".

    El incidente se explicó primero como un "accidente del afeitado", y posteriormente se trató de echar la culpa Socks, el gato. Dada la importancia de la lesión, ninguna de las explicaciones resultó convincente. La Sra. Dee Dee Myers, portavoz de la Casa Blanca en aquel momento, explicó más tarde a Sheehy que el violento acceso de celos de Hillary había sido motivado por la visita de la cantante Barbara Streisand a la Casa Blanca.

    Según Christopher Andersen, autor de "Bill y Hillary", el 13 de agosto de 1999, Hillary atacó nuevamente a Bill, al hacerse públicas sus relaciones con Monica Lewinsky. Andersen escribe:

    "...el Presidente..., llorando, le pidió perdón. Gran parte de lo que ocurrió después entre Bill y Hillary Clinton resultó plenamente audible para los agentes del servicio secreto y el personal doméstico desde los pasillos. En el pasado, Hillary había arrojado libros y un cenicero al Presidente, en ambas ocasiones, dando en el blanco... Hillary se puso de puntillas y le dio una bofetada suficientemente fuerte para dejar una huella roja perfectamente visible para los agentes del servicio secreto cuando el Presidente salió de la habitación.

    "Estúpido, estúpido, estúpido hijo de puta", gritó Hillary. Sus palabras, proferidas en el chillón y estridente tono que, con los años, llegó a ser familiar para el personal de la Casa Blanca, resonaron en el pasillo."

    Sheehy hace un relato similar del incidente, y añade que Linda Bloodworth-Thomasen, amiga de Hillary, que se hallaba con su marido en las cercanas habitaciones privadas "pensó que era formidable que Hillary 'le arrease un puñetazo en la cabeza'".

    La Oficina para las Víctimas de Delitos del Departamento de Justicia de los Estados Unidos clasifica esta clase de agresiones -arañazos, bofetadas, golpes, lanzamiento de objetos, provocación de heridas o contusiones- como "maltrato físico" y violencia doméstica.

    Bill Clinton trató el incidente de una forma que recuerda extrañamente la actitud de muchas mujeres víctimas de violencia doméstica en la época pre-feminista. Avergonzado, hizo lo posible por ocultar lo ocurrido, incluso ordenando a sus representantes que dieran coartada públicamente a la violencia de su mujer. Probablemente se consideró a sí mismo culpable de "provocarla", como si la infidelidad marital justificase las agresiones físicas. También es casi seguro que nunca se planteó la posibilidad de llamar a la policía o denunciar a su maltratadora.

    La reacción del público ha sido del tipo "¿qué hizó él para ponerla fuera de sí?", una actitud de "echar la culpa a la víctima" que sería inmediatamente reconocida y condenada si se invirtiesen los sexos de víctima y perpetrador. La cobertura mediática de los incidentes se limitó casi exclusivamente a unos cuantos chistes en los programas televisivos y radiofónicos de madrugada. Al relatar las agresiones, ni Sheehy ni Andersen utilizan la expresión "violencia doméstica" ni desaprueban en modo alguno los ataques de Hillary. Huelga decir que la reacción habría sido muy distinta si la esposa del Presidente hubiese aparecido en público con heridas en su cara.

    Tampoco se mencionó el incidente durante la campaña de Hillary para el Senado en 2000. De hecho, fue el ex alcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, quien cargó con las críticas públicas como mal esposo por su fracaso matrimonial, mientras que apenas se prestó atención al hecho de que su oponente electoral era una conocida maltratadora.

    Lo ocurrido a los Clinton demuestra que, a pesar del abrumadora cantidad de investigaciones que demuestran que hombres y mujeres inician y perpetran por igual actos de violencia doméstica, gran parte del público sigue fiel al caduco y desacreditado concepto que equipara la violencia doméstica con las agresiones a la mujer.

    Irónicamente, la propia senadora Clinton se ha referido a la violencia doméstica en numerosas ocasiones, y ha prestado su apoyo a la campaña contra la violencia doméstica sufragada con 100 millones de dólares del Fondo de Prevención de la Violencia Familiar. El lema de la campaña es: "No hay excusa para la violencia doméstica".

    ¿Cuál es la excusa de la senadora Clinton?"

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  6. Anónimo12:11 p. m.

    Sólo quería poner un pequeño comentario relativo al mítin que dio ayer ZP en Zaragoza. Me quedé estupefacto cuando anunció una promesa electoral, de la forma tan solemne como él hace sus promesas: "...ni una sola mujer a la que se le haga imposible vivir porque tiene que trabajar y tiene sus compromisos sociales". El público prorrumpió en aplausos. A continuación, cambió de tema y no explicó el contenido de esta promesa.

    ¿Qué quiere decir con éso? ¿Que a las mujeres se les va a facilitar que trabajen menos horas? ¿Con el mismo sueldo? ¿La diferencia de sueldo la va a pagar "papá" Estado?

    He intentado encontrar algo sobre éllo en el programa electoral del PSOE pero me ha sido imposible encontralo en su página. ¿Cómo quieren que nos planteemos un voto meditado si no podemos ni consultar el programa electoral a cerca de un mes de las elecciones?

    Por favor, si alguien puede explicarme qué significa la la promesa ... aunque me temo que será, si gana las elecciones, otra vuelta de tuerca de la rueda de la "discriminación positiva" (si es que en algún caso hay alguna discriminación que pueda considerarse positiva).

    Saludos y sigue así.

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