El feminismo es una doctrina de la que se desconoce su fundamento, más allá de lo que las feministas decidan decir en un momento concreto sobre un asunto determinado. Su discurso, por lo demás, aún cuando, como en este caso, aparezca como cultural es meramente político y de poder. Durante decenios trataron de convencernos de que los juguetes asexuados eran algo así como el camino que nos llevaría a una infancia en la que no sería posible distinguir los sexos. La tozuda realidad mostró que se trataba de una falacia más de quienes se empeñan en convencernos de que todo lo que somos es cultura despreciando los factores biológicos.
El feminismo, como siempre, ni hizo balance de aquel esfuerzo, ni dio jamás una explicación al estrepitoso fracaso de aquella iniciativa. Ahora nos vienen con los cuentos de hadas y el sexismo, una campaña que pone de manifiesto que el Gobierno y la UGT tienen equivocado el objetivo, pero también la tremenda osadía de quienes creen que pueden entrar en un terreno tan delicado como el que representa cuentos que han fascinado a generaciones para corregirlos a base de brocha gorda, como si una creación de ese tipo resultase del ensayo de cualquiera en una tarde de ocio. Entienden de arte lo que el papa Pio IV
La acción de la ministra de igualdad y la UGT de censurar los cuentos tradicionales, aún cuando se nos diga otra cosa, se enmarca en esa larga tradición censora que a lo largo de la historia han ejercido quienes se consideraban dueños de la moral y por tanto con capacidad para decidir qué es lo que se puede ver, o qué se puede leer, que se debe ocultar y qué hay que prohibir. Es muy posible que sus autores la consideren totalmente alejada de aquella orden del papa Pio IV cuando mandó vestir los desnudos de algunos personajes de la Capilla Sixtina, como seguramente la censura estalinista pensaba que estaba haciendo algo distinto, incluso en las antípodas, de los censores del Antiguo Régimen.
La realidad histórica, sin embargo, demuestra que se trata de la misma enfermedad, enfermedad que sufren quienes se han endiosado hasta el punto de considerar a los demás una especie de borregos a quienes se ha de decir lo que les conviene porque de otro modo se descarriarían. La vocación censora jamás ha sido presagio de nada bueno y que una ministra del Gobierno de España y un sindicato de los llamados de clase se embarque en tal labor no puede ser más que signo de lo peor.
Estimado Raus, desde la creación de este blog va ya para cinco años, me he propuesto no caer en la tentación del insulto personal. Ese es el motivo por el que he decidido borrar tu comentario, que contenía un insulto, que no sólo no contribuye en nada a la causa que se persigue, más bien al contrario, empobrece el debate.
ResponderEliminarPor lo demás he de decirte que la coletilla que usó en ese caso el presentador no es obra suya sino que forma parte del protocolo firmado por las empresas de información sobre como deben darse estas noticias. Sé que resulta absurdo y abusivo pero así está siendo. Si se produce un hecho violento no cabe la posibilidad de que se trate de un hecho sin antecedentes sino que necesariamente deberá formar parte de una secuencia que recorre todas las violencias. De otro modo sería imposible mantener la ficción de que sólo una pequeña parte de las maltratadas denuncian, es decir, justo lo contrario de lo que se deduce de las denuncias realmente presentadas, en las que menos de la mitad prosperan.
Emilio, no te conozco de nada. Acabo de aterrizar por casualidad y, así de pronto, creo que comparto bastante de lo que dices y opinas.
ResponderEliminarLa igualdad es un concepto universal, eterno y superior a cualquier otra consideración mundana. Es decir, la igualad no es una cuestión de sexos ¿por qué habría de serlo? ¿por qué no se trata la discriminación de los calvos, o de los zurdos (yo lo soy), o de los bajitos?
Creo que este mundo le debe algo a las primeras feministas....pero actualmente creo que son algo caduco y que se debe superar.
Es momento de la igualdad de los individuos más allá de la consideración de su sexo, sus preferencias sexuales o laborales.
Como bien dices, en tu blog, "personas, no género"
Estimado Emilio, pido disculpas. Soy Raus. Si usted lee mis respuestas e intervenciones en Deseducativo comprobará que jamás he utilizado una palabra más alta que otra para dirigirme a ningún interlocutor presente. La palabra que yo utilicé para ese presentador es aplicable a quien dice tonterías o estupideces. No hace alusión, como en principio pudiera creerse, a nada obsceno (consúltese el diccionario). El mismo Carreter utilizó el sustantivo "gilipollez" para describir las sandeces objeto de sus dardos . No sé si usted estará en desacuerdo con que los presentadores de nuestros telediarios dicen tonterías, estupideces o idioteces. Yo creo que sí las dicen, y constantemente. Por otro lado, yo no disculpo a ese señor presentador por el hecho de que estuviera leyendo algo no escrito por él, ni mucho menos. Decir las barbaridades y mentiras que dicen todos los días es muy grave; y no los disculpa, a mi parecer, el hecho de que decirlas forme parte de su trabajo o su sueldo. Y menos lo disculpo en quien, si fuese despedido por negarse a decir esas barbaridades, podría vivir de rentas holgadamente. Sé que existe esa consigna informativa. Lo cual todavía agrava más la conducta moral de ese presentador (y otros), pues lo convierte en cómplice de la grave manipulación de que la población está siendo víctima.
ResponderEliminarCon todo, sea, acepto su decisión.
Un saludo.
Raus: confío que aceptes que se trata de un principio de funcionamiento de la bitácora y que, de ningún modo, pretendía cualquier otra cosa. Mi postura a este respecto es: duro con las ideas, radical si se quiere, pero evitando siempre el ataque personal o el insulto.
ResponderEliminarPor lo demás, tienes razón en un extremo que merecería estudiarse más a fondo, cual es el de vaciamiento de la figura del periodista, que en todo lo relativo al género, debe atenerse a un corsé dictado por el feminismo de género, en un círculo que se inicia afirmando: que la violencia es unidireccional, elaborar leyes según ese principio, y a continuación obligar a los medios a que en sus informaciones a ese respecto se atengan a un estricto código confeccionado justamente para crear la apariencia de que, la realidad confirma la idea inicial de la unidireccionalidad de la violencia.
Al final, la indemostrada afirmación inicial del presupuesto de partida se convierte en verdad a través del filtro de la información, que en este terreno está haciendo de los periodistas meros transmisores de la verdad oficial. Verdad, que como todos sabemos, además de única es irrefutable.
Estoy contigo en esto no le resta ni un ápice de responsabilidad a quien asume jugar ese papel.
Si el feminismo dicta consignas a los medios de comunicación sobre cómo tienen que hacer su trabajo, y estos aceptan, ¿dónde queda la independencia de dichos medios?
ResponderEliminarPero no es extraño: si hasta se atreve a dar consignas de este tipo a los tribunales (que también se suponen independientes) y nadie le dice nada, es que ya hemos asumido que el feminismo es el poder supremo del estado y la sociedad.
En cuanto al comentario de Raus, que se basa en otro comentario que ha sido borrado, no sé qué dijo exactamente el locutor de TV, pero intuyo que se refiere a la coletilla habitual cuando se produce un crimen "de género": que la mujer "no había presentado denuncias previamente". Bueno, tal vez no las presentó porque no había nada que denunciar, es una posibilidad.
Pero es que tanto si la mujer es la víctima del caso como si es la presunta autora, la coletilla no varía: "no había denuncias por parte de ella".
Sí Jeipi, efectivamente se refería a esa coletilla, que al parecer es obligado repetir en cada caso porque así lo ha establecido el feminismo de género. En el fondo lo que se pretende de ese modo es dar validez a esas encuestas en las que violencia física y presión psicológica se consideran formando parte de un continuum de las violencias lo que permitiría elaborar un índice único para todas ellas. Por ejemplo, la encuesta sobre la violencia contra las mujeres extrae su porcentaje de un pequeño número de violencias físicas y un altísimo porcentaje de presiones psicológicas, mezclando ambas en un proceso que de ningún modo se puede dar por bueno, se extrae un porcentaje único, de digamos, el 10% de las mujeres entre 16 y 64 años sufren violencia a manos de sus parejas.
ResponderEliminarEsto es también lo que permite elevar la cifras de violencia hasta el límite que cada uno se quiera poner a sí mismo, por ejemplo, hace poco tiempo el señor Lorente decía que sólo se denunciaba el 4% de las situaciones de maltrato, y eso que de las realmente presentadas en los juzgados el 61% habían sido rechazadas: la mayoría sobreseídas y el resto con veredicto de absolución. En este terreno Jeipi, todo es voluble y se puede hinchar y engordar cuanto uno desee porque desde el principio se ha establecido que quien tiene capacidad, y de hecho así resulta, para medir estas cosas es quien más interés tiene en que la cifra sea lo más grande posible porque de ese modo al tiempo que se “confirma” la ideología que profesa, se justifica la necesidad del puesto de trabajo que ocupa, por ejemplo, en el Instituto de la mujer.
Sería bueno hacer revisión de lo hecho y aprobado por el feminismo en los últimos años.
ResponderEliminarAlberto