En una visita de Jorge Luis Borges a México en 1973 se entrevistó con Juan Rulfo y mantuvieron un diálogo, que en un determinado momento transcurrió así:
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BORGES: Usted tan atento como siempre. Dígame, ¿cómo ha estado últimamente?
RULFO: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
BORGES: Entonces no le ha ido tan mal.
RULFO: ¿Cómo así?
BORGES: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.
RULFO: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
RULFO: ¿Yo? Pues muriéndome, muriéndome por ahí.
BORGES: Entonces no le ha ido tan mal.
RULFO: ¿Cómo así?
BORGES: Imagínese, don Juan, lo desdichado que seríamos si fuéramos inmortales.
RULFO: Sí, verdad. Después anda uno por ahí muerto haciendo como si estuviera uno vivo.
Lo que nos hace ser como somos son nuestras limitaciones. Somos mortales, pertenecemos a un país y un tiempo, nuestra lengua materna es una, pertenecemos a uno u otro sexo… y esas circunstancias señalan al mismo tiempo nuestras miserias pero también nuestras grandezas. Debemos aceptarlo así y procurar crecer con ellas más que contra ellas. Lo realmente desdichado sería que fuéramos inmortales, de ningún sitio concreto, que no tuviésemos lengua propia… ¿Quiere eso decir que debemos encerrarnos en alguna de esas condiciones olvidándonos de todo lo demás?
Yo entiendo que no. Procuraré conocer cuantos idiomas me sea posible, buscaré que el pertenecer a un país no me encierre, o que mi sexo no me impida ver que sólo soy una de las patas de la humanidad. Pero lo que es cierto es que no podemos elegir el momento en qué nacemos, como no podemos elegir el feminismo con el que nos ha tocado lidiar porque eso está más allá de nuestra voluntad. Y hay que reconocer que nos ha tocado bregar con el más peliagudo, el más poderoso, el que se niega a debatir, porque, a ojos de quien así piensa, quien es crítico con su doctrina deja de ser un igual.
Si durante mucho tiempo la humanidad vivió en un mundo mítico, donde, por ejemplo, los fenómenos de la naturaleza eran considerados manifestaciones de la voluntad divina para premiar o castigar a tal pueblo o grupo de gente, y sólo con la revolución científica se pudo situar estas cosas en su verdadera significación, en el terreno de la relación entre los sexos seguimos en ese estadio de explicaciones míticas y la revolución que sitúe estos asuntos en el nivel de la razón humana ni se ha producido ni parece que esté próxima, aunque muchos lo deseemos fervientemente.
La ideología de género es lo más alejado a una comprensión científica y racional de las naturalezas masculina y femenina, meras construcciones sociales, a pesar de que los genes, biología y evolución están ahí. Tu pensamiento sobre roles y función resume bastante bien estas diferencias.
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