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07 abril, 2011

¿Por qué no importa lo que de verdad importa?

Que la realidad social no se muestra clara y diáfana, parece una verdad de Perogrullo por los intereses que inevitablemente  y de forma constante están en juego. Y eso sucede en todas las sociedades y en todos los tiempos. Lo que conocemos viene siempre mediatizado por unos filtros que muestran unas cosas y ocultan otras, algunas realidades las enfatizan y otras tratan de minimizarlas. En las sociedades democráticas y avanzadas se trata de hacer mínima ese distancia entre una cosa y otra, entre lo que de verdad sucede y lo que llega a la opinión pública, mediante el juego de poderes y contrapoderes, en el que deberían ocupar un papel  muy destacado los medios de comunicación y un aparato estadístico que funcione con relativa independencia y un cierto grado de objetividad.

Como también, hay momentos de mayor identificación entre la ciudadanía y los poderes públicos y otros en que eso no sucede tanto. A mi modo de entender los momentos que estamos viviendo marcan en relación con esa identificación una distancia máxima, de tal modo que, si no gusta el Gobierno, tampoco parece gustar la oposición, y además sucede que quienes  son minoritarios están taponados por los grandes de tal modo que les resulta extremadamente complicado levantar cabeza. Lo cierto es que reunidas las dos circunstancias, la de la distancia de los políticos y la ausencia de un juego de contrapoderes bien ajustado, como por otro lado muestra de forma palmaria Internet, donde la gente no deja de manifestar su descontento, pueden conducirnos a una situación en que, como digo en el título, lo que importa (o debiera importar) no está y en su lugar se nos coloca lo que al poder interesa.

Hay motivos para la indignación y abundantes, hay motivos para recordarles a nuestros gobernantes que están ahí para resolver los problemas de la ciudadanía y no los propios, hay que decir que quienes se aferran tanto al poder sin importar en qué medida sintonizan con la gente están adulterando la democracia, hay que decir a todos aquellos que interpretan que criticar al PSOE es estar con el PP o viceversa, que hay, y debe haber mucha más, vida al margen de estos dos partidos y que en estos momentos el mejor servicio que se le puede prestar a la democracia es dejar que fluya sin trabas y distorsiones lo que gente vive y piensa y que seguir empeñados en sostener quimeras finalmente se acaba pagando caro. Lo que expreso bien lo sé es un deseo, que me temo no tendrá mucho reflejo en una realidad cada día más desestructurada.


3 comentarios:

  1. Profunda y atinada tu reflexión de hoy, Emilio. Adjunto como nota de humor del día la versión politicamente correcta del cuento de Caperucita relatado por Perez Reverte:

    http://www.perezreverte.com/articulo/patentes-corso/538/caperucita-y-el-lobo-machista/

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  2. Anónimo3:39 p. m.

    Dice Emilio que "Hay motivos para la indignación y abundantes, hay motivos para recordarles a nuestros gobernantes que están ahí para resolver los problemas de la ciudadanía y no los propios". Efectivamente, ayer mismo, el foro del diario Público era un clamor contra la negativa del parlamento europeo a que sus miembros vuelen en clase turista. Pero ¡oh! porque ni el periodista que redactó la noticia, ni la progresía que participaba en el foro cayó en la cuenta de la grave invisibilización de las mujeres a la que estaban dando lugar, ya que el titular de la noticia rezaba:

    "Los eurodiputados votan en contra de limitar los viajes en primera clase".

    ¿Qué pasa, es que las eurodiputadas no votan ni vuelan? Hace meses se comentó aquí el caso de los "controladores aéreos", a los que se presentaba en la prensa del Régimen como los "malos" de la película, y en donde casualmente se omitió toda mención a las "controladoras", que también las hay. Supongo que todo habrá sido un olvido ¿o quizá "una olvida"?

    Tamisquerche

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  3. Lo de seleccionar la parte de la realidad que desean en cada momento es una de las características del feminismo y sus medios afines, lo mismo que utilizar el diccionario o la lengua a la carta, ahora en femenino, más tarde ambos, en muchos momentos, sobre todo para referirse a algún aspecto con carga negativa entonces el plural o el singular en masculino.

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