No sé qué me admira más: si la capacidad del feminismo para denunciar sexismo en el lenguaje mientras se encarga de hacer trizas el idioma y de paso construye un nuevo diccionario a su medida; o la inopia de tanto pensador posmoderno, que ajeno a todo cuanto sucede fuera de su torre de marfil sigue pensando que todos los “metarrelatos” han sido finiquitados y, enfrascado en la polémica: objetividad sí o no, vive ajeno a la realidad y al profundo cambio que, por la mano de la ideología de género, están sufriendo nuestras sociedades en aspectos decisivos de la vida política, cultural y social y siempre en una dirección: la discriminación del hombre, bajo el pretexto de que para igualar lo que es desigual, es necesario discriminar ya que un nuevo principio se ha impuesto: “Tratar igual a los que no son iguales, tiene un nombre: discriminar. Pretender que se trate igual a ambos sexos tiene un nombre: discriminar."
Hay que ver la que se armó para negar validez a expresiones como “violencia doméstica”, o “violencia de pareja” o tantas otras de las utilizadas con anterioridad a que, y contra el criterio de la RAE, impusieran en la Ley la expresión “violencia de género” para que ahora y pasmo de todos debamos olvidarnos de esta última y pasarnos a la de “violencia machista”. Sin que por lo demás importe lo devaluado del término. O asistir a la conversión del término sexismo, que de significar: discriminación por motivo de sexo, ha pasado a: discriminación hacia el género femenino... Pero más, lo que hasta ayer era “discriminación positiva” ahora ha pasado a denominarse “acción positiva” para ocultar su verdadero significado, o que, en la actual Lei de igualdade de Galicia y después de un canto a la igualdad y la universalidad (más incomprensible por cuanto el género justamente supone la ruptura de una y otra), para justificar el diferente trato ante la ley de hombres y mujeres, se haya tenido que recurrir a un neologismo de difícil digestión: “identidade xurídica de trato entre mulleres e homes”.
La potencia del relato de género es más fuerte que nunca, tanto, que da la sensación de ocuparlo casi todo y ya puede la postmodernidad seguir discutiendo a cerca de la verdad y la objetividad cuanto quiera, que mientras tanto lo que sí se hará verdad será que para “que hombres y mujeres sean iguales” la ley los ha de tratar de modo diferente y, llevados de este empuje inicial, se justificará el diferente resultado en la escuela aduciendo que “las chicas son más listas” y cómo no, que mientras se denuncian los estereotipos de género, se reinventan unos nuevos en los que el reparto es tan desigualatario como siempre y, dónde conviven, sin aparente contradicción ni falseamiento de la realidad, la idea de que el hombre puede ser tildado de acosador por una mirada o un piropo, al tiempo que le es exigible, aún a riesgo de su integridad física, el tradicional y en otros momentos tan denostado papel de protector, para que su conducta no se vea afeada públicamente presentándolo como un cobarde.
La enorme capacidad del discurso de género para la ambivalencia sólo es comparable a su capacidad para una igualdad donde ésta nada tenga que ver con la equidad, la simetría o la reciprocidad de trato, y para presentar como privilegio masculino lo que para sí no quiere o como discriminación femenina lo que al hombre le es negado.
En el preámbulo de la Ley de igualdad en el trabajo de Galicia (hay un enlace en Documentos) se llega a decir:
“Es innegable que esas otras desigualdades (se refiere a las que sufren otros colectivos desfavorecidos) necesitan de la atención y el apoyo de los poderes públicos, y el ordenamiento jurídico lo prevé expresamente, pero, a diferencia de las políticas de apoyo en favor de esos otros grupos sociales, la consecución del acceso a la igualdad por parte de las mujeres ni debe depender del desarrollo económico de una sociedad en un momento determinado, ni debe estar condicionada por la polémica de los partidos políticos que compiten por el poder, ya que el objetivo por alcanzar fue asumido de manera unánime por todo el arco parlamentario gallego, y es claro y preciso: la paridad de ambos sexos, la igualdad perfecta. (la negrilla es mía)
Y uno no sabe si echarse a temblar porque tiene la sensación de encontrarse ante la búsqueda de un nuevo paraíso, al estilo del paraíso comunista, tanto más querido cuanto más la realidad lo negaba, y para el que no importaba lo que se sacrificase en el presente pues lo que en el futuro depararía lo compensaría todo.
Pero interesa seguir leyendo lo que viene a continuación donde sin empacho ninguno, y para explicar la “posición crónica y estructural de subordinación” de la mujer se dice:
La situación de discriminación en la que se desenvuelve la mayor parte de las mujeres cuando acceden al mercado laboral se manifiesta en aspectos cuantificables: en la concentración de su trabajo en un reducido número de actividades feminizadas: el 54% de las mujeres trabajan en el 13% de las actividades; en las ocupaciones con mayor discriminación donde trabaja el 60% de la población ocupada sólo el 4 % son mujeres; en la persistencia de altos niveles de discriminación salarial: el salario medio de las mujeres es el 73 % del de los hombres; en la existencia de menores oportunidades de desarrollo de la carrera profesional (en esas actividades feminizadas las mujeres directivas tienen un 20 % del peso en las ocupaciones directivas); en las altas tasas de desempleo (mientras que por cada 14 hombres ocupados hay 10 mujeres, por cada diez hombres parados hay dieciséis mujeres); en los mayores índices de precariedad laboral (mientras cuatro de cada diez mujeres tienen unas relaciones precarias, son tres de cada diez hombres), que conducen a trabajos temporales, a tiempo parcial, interinidades, trabajos sin contrato; en una menor presencia de mujeres en el autoempleo y en el mundo empresarial (sólo el 34% de los afiliados por cuenta propia son mujeres).
Y podemos analizar punto por punto lo que en cada párrafo se dice para ver la precariedad intelectual y de todo tipo en que este discurso está montado. Cualquier persona con algo de formación en Economía o Historia sabe que desde mediados del siglo pasado y particularmente en el último tercio, la economía de los países desarrollados pasaron de ser economías industriales a economías de servicios, haciendo que este tercer sector desplazara en importancia no ya al sector primario muy tocado en las sociedades industriales, sino al propio sector industrial, adueñándose de al rededor del 60% de la economía tanto en términos de producto interior como de empleo, lo que ensanchó enormemente el mercado laboral de las economías de los países desarrollados. Puede verse: http://es.encarta.msn.com/encyclopedia_1121550866/Terciarizaci%C3%B3n.html
Y no es una casualidad que sea en este momento que la mujer se incorpore masivamente al mercado de trabajo, pues es en este sector donde busca su ocupación la inmensa mayoría de las féminas.
Un sector que comprende al Sector público, que en nuestro país da empleo a 3.000.000 de personas y donde las mujeres representan en el de más reciente creación: las administraciones autonómicas el 60 % del empleo, con tendencia a crecer. Las mujeres tienden a concentrarse en un reducido número de actividades porque rechazan muchas otras actividades donde el trabajo es más duro o implica más riesgos para la salud y la vida, léase la mayor parte parte de empleos industriales, construcción y sector primario. Si lo que la Ley pretende es que hombres y mujeres somos perfectamente intercambiables en el terreno laboral o que las mujeres van a optar a puestos de trabajo sin distinción de sector, desde este mismo momento niego que tal cosa vaya a suceder, porque no ha sucedido nunca en ningún país y porque, como digo en otro momento, todos los esfuerzos por incorporar a la mujer a sectores como el naval o la construcción han fracasado y porque las mujeres así lo expresan un día sí y otro también.
La mujer ante el mercado de trabajo tiene un comportamiento completamente diferente al hombre ya que se permite no incorporarse al mismo si lo tiene que hacer en actividades que no son de su agrado. Cientos de experiencias lo avalan, desde las 32.000 tituladas universitarias catalanas que deciden renunciar al mismo por no encontrar el empleo que desean, hasta el completo fracaso de las campañas realizadas a favor de incorporar a la mujer a sectores relacionados con la industria y la construcción. Por lo demás buen número de mujeres deciden que no se incorporarán nunca al mercado laboral porque prefieren atender a sus hijos o por cualesquiera otras causas y eso sin reproche social alguno. Circunstancia que entre los varones es prácticamente inexistente entre otras razones porque el rechazo social sería mucho mayor. Por tanto presentar este elemento como de discriminación hacia la mujer es cuando menos sarcástico ya que en verdad lo que significa es que la mujer con esta actitud rechaza los trabajos más duros y de riesgo que son asumidos prácticamente en exclusiva por los hombres. Léase construcción, transporte, pesca, industria, trabajos agrícolas más duros, protección: militares, policías, bomberos, guardias seguridad, etc.
En lo relativo a las comparaciones de salarios medios tengo que decir que se trata de una engañifa intelectual sólo entendible en el marco de una clase política, incluso cultural, que ha antepuesto lo políticamente correcto a cualquier otra consideración. Con la misma vara de medir, es decir salario medio, habría que decir que los extremeños por relación con los madrileños sufren una discriminación mucho mayor a la de las mujeres ya que su salario medio es menos del 50 % del de aquellos. Es decir, se trata de una simple media aritmética, sin contenido cualitativo alguno y que por sí misma no puede expresa discriminación, ya que para para eso hace falta una prospección en otras variables de tipo cualitativo como: puesto de trabajo, cualificación, antigüedad, incluso duración de la jornada laboral...
Lo realmente discriminatorio sería que alguien que trabajase 6 horas cobrase lo mismo que otro que trabajase 8, o que alguien con 30 años de servicio cobrase lo mismo que un recién llegado, o que cobrase lo mismo quien realizase un trabajo duro y a tiempo completo que otro que realizase un trabajo más cómodo a tiempo parcial. Como discriminación sería que en dos puestos de trabajo iguales hombre y mujer cobrasen diferente. Y eso es realmente lo que no está sucediendo y para evitar que pueda suceder cualquier trabajador en España podría recurrir a la inspección de trabajo, los sindicatos, y si se hiciese necesario a los tribunales de justicia. Es decir, tal discriminación no lo es y sólo pretende ocultar que las mujeres se están incorporando al mercado de trabajo en empleos con un estándar de calidad y remuneración superiores a los del hombre. Estudios recientes confirman que las mujeres menores de 30 años o de ciudades como Nueva York cobran más por hora trabajada que los hombres, y esta tendencia es a incrementar el gap teniendo en cuenta que la posición de salida en lo relativo a los títulos académicos es mucho más favorable para ellas que para ellos.
Es verdad, aún cuando cada vez lo es en menor medida, que hay más hombres ocupados que mujeres, pero calificar eso como privilegio, sería tanto como calificar como discriminación que haya mujeres que decidan no incorporarse al mercado de trabajo, o que no lo hagan mientras el empleo no sea de su agrado. En cuanto al paro, y a pesar de que la ley es reciente, del año 2007, todo lo que había de verdad en esa coyuntura se ha esfumado porque a día de hoy, la destrucción de empleo masculino es muy superior a la femenina, al igual que el ritmo de creación de empleos que también es más favorable para las féminas. Otras argumentaciones como considerar al trabajo a tiempo parcial como discriminatorio me parece que sólo se pueden hacer desde una óptica basada en considerar a la mujer víctima siempre, incluso cuando eso represente trabajar menos y en profesiones más cómodas y de menor riesgo, pues lo único que cabe decir es que si tus condiciones te lo permiten un trabajo a tiempo parcial es lo que todos desearíamos. Me supongo que me ahorraréis tener que decir algo en cuanto a considerar que se debe a discriminación la menor participación de la mujer en las actividades de autoempleo.
Y otro tanto de lo mismo si os digo que no pienso dedicar ni un minuto a la “doble jornada” ya que diversos estudios han demostrado que no es verdad que las mujeres tengan una jornada doble o trabajen más que los hombres, ya que si ellas por término medio lo hacen más en casa, ellos lo hacen más fuera, como tampoco perderé ni un minuto a negar la pretendida discriminación horizontal según la cual ellas ocuparían los puestos de trabajo peor remunerados y ellos los mejor, ellas estarían en la base y ellos en la cúspide. Un pequeño comentario si merece el hecho de que en un país con uno de los índices de siniestralidad laboral más altos de Europa, más de 1.000 muertos al año, en su abrumadora mayoría hombres, la referencia expresa que aparece a este asunto dice: "se realizarán actuaciones en materia de prevención de riesgos laborales en los sectores feminizados". Este punto por sí solo resume mejor que todo lo que yo pueda decir la perspectiva desde la que se ha redactado la Ley.
Que frente a este cúmulo de despropósitos e insolvencia intelectual la inmensa mayoría de los hombres decida guardar silencio es lo que más me cuesta entender.
Si durante todo el período industrial se adujo como impedimento para que las mujeres se incorporasen de forma importante al mercado de trabajo el machismo imperante que las excluía, ahora que con la terciarización de la economía lo han podido hacer masivamente el motivo aducido es otro, pero la queja es más elevada si cabe, y lo que ha sido uno de los procesos de transformación del mercado laboral más importantes en muchos decenios, en lugar de en motivo de celebración, pretenden de nuevo que en realidad se trata de una nueva discriminación, de una nueva estrategia del patriarcado, de una nueva demostración de lo indigno de la condición masculina. Pretender que el hombre ha vivido a lo largo de los siglos en el estado de bienestar olvidando, que tal cosa no tiene más allá de 30-40-50 años, según los países, y de la que desde el primer momento aprovecharon las mujeres y los hombres, es pretender olvidar la historia o reescribirla. Lo que en realidad sucede es que cuando el feminismo dice querer hablar del mercado laboral de lo que está hablando es de otra cosa, como cuando dice querer hablar de igualdad en realidad de lo que habla es de la mejor forma de negarla, o cuando habla de sexismo en el lenguaje lo que pretende es imponer el sexismo de género.
Tiene su aquél que primero se niegue la custodia compartida y luego se pretenda presentar el menor tiempo que los padres pasan con los hijos como motivo de discriminación e insistir en que es por culpa del machismo el mantenimiento del reparto tradicional de tareas, como tiene su aquél tanta oferta de cursos de planchado para hombres pero ni uno sólo para una mejor paternidad y atención al niño o la niña en los primeros meses de vida; es más, parece que lo realmente bienvenido sea todo aquello que contribuya a desprestigiar la figura del padre. Todo este juego de acusar a los otros de lo que yo mejor practico, es un juego que tiene que ser puesto al descubierto para no seguir asistiendo a este ambivalencia y asimetría a la que el feminismo de género nos tiene tan acostumbrados. Acusar al patriarcado de un reparto de roles discriminatorio pero luego acogerse a él para que se nos conceda la custodia de los hijos y el patrimonio familiar, lo que a su vez nos servirá para construir estadísticas según las cuales las mujeres dedican más tiempo al cuidado de los hijos, siendo sin embargo los padres esos señores ausentes; exigir cuando conviene y denunciar cuando interesa la protección masculina; aducir como discriminatorio que en el mercado de trabajo las mujeres están en menos sectores pero luego negarse a realizar trabajos en la construcción, la industria y tantos otros; presentarse como el sector depauperado y abandonado de la sociedad mientras se dispone de la mayor capacidad de gasto y renta... todas esas y otras muchas estrategias de engaño deben ser desveladas para que de verdad comencemos a discutir en dónde estamos y qué mundo queremos: hombres y mujeres, mujeres y hombres.
Excelente resumen de la situación de género. Si me lo permites, difundiré este post en forma de email a personas de mi agenda que seguro lo considerarán interesante. Con ligeras modificaciones, podría convertirse en un manifiesto de difusión masiva.
ResponderEliminarLas cifras del paro de marzo confirman lo que dices de la mayor destrucción de empleo masculino
ResponderEliminarhttp://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idnoticia_PK=600543&idseccio_PK=1009
Alberto
La igualdad hombre-mujer que dicen perseguir nuestros políticos es un burda farsa: consiste en tener ÚNICAMENTE EN CUENTA LAS DESVENTAJAS DE LAS MUJERES, Y OLVIDAR LAS DE LOS HOMBRES.
ResponderEliminarY estas desventajas de las mujeres se atribuyen EXCLUSIVAMENTE a su opresión por el hombre, nunca a su propia comodidad, etc.
En cambio, las desventajas de los hombres SIEMPRE SE OLVIDAN, y si alguien las quiere mencionar, se atribuyen a su propia culpa, o, incluso, a su INFERIORIDAD BIOLÓGICA, como son los casos de su menor esperanza de vida, su mayor fracaso escolar, su mayor índice de encarcelamientos.
Nuestros políticos son TODOS mentirosos y PERJUROS, pues hacen caso omiso de su juramento de "respetar y hacer respetar la Constitución".
SIEMPRE LO HAN HECHO. Podéis ver datos en nuestro web, en el Mapa Temático.
Es verdad parece que reina el despiste
ResponderEliminarhttp://www.lavozdegalicia.es/opinion/2009/04/04/0003_7633845.htm
En relación con las cifras del paro constatar que desde que el paro masculino es superior al femenino esa variable ha dejado de ser noticia y eso que se trata de algo histórico ya que nunca antes había sucedido
Según este artículo, la tele será cosa de mujeres. Lo alucinante es el primer comentario que han hecho a la noticia, que me ha impulsado a poner el mío (lo han publicado dos veces bajo el nick shylock45).
ResponderEliminarPues yo me he fijado en este otro artículo de hoy en El País:
ResponderEliminarhttp://www.elpais.com/articulo/sociedad/clase/perdedora/elpepisoc/20090407elpepisoc_1/Tes
Como tantas veces hemos denunciado aquí, muestra una completa ignorancia de la diferencia de los resultados académicos según el sexo. Y mi comentario haciendolo notar ha sido censurado.
Leí ayer ese artículo. En alguna parte el periodista señala que las niñas son más brillantes en los estudios, sin ahondar en las causas. En cualquier caso, los argumentos que utiliza refuerzan las posiciones del Ministerio de Educación y el de Igualdad.
ResponderEliminarCreo que este artículo explica de manera precisa las diferencias salariales entre hombres y mujeres, que diga lo que diga la dialéctica de género, por igual trabajo, titulación y dedicación, mujeres y hombres ganan lo mismo, como ratifico el ministro de trabajo Caldera en su día. Bueno, este es el artículo: Las mujeres estudian Imágen personal, los hombres mecánica del automovil. Son datos publicados hoy por el Ministerio de Educación. Por eso, a pesar de que el paro se este cebando especialmente en los hombres, cuando se saquen las estadísticas de salarios, ellos seguirán ganando más de media. Eligen trabajo mejor remunerados que las mujeres, tan simple como eso.
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