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08 mayo, 2010

Debate educativo 2

Finlandia y España son dos sociedades diferentes, por eso pensar que se puedan trasladar de la una a la otra, sistemas como el educativo, así, sin más, me parece descabellado. Pero creo que debemos tomar del ejemplo finés algunas nociones que nos permitan combatir ideas que empiezan a darse por sentadas y, por tanto, sin posibilidad de debate sobre las mismas, como por ejemplo la aceptación de que un elevado grado de fracaso escolar es consustancial a las sociedades modernas, como si se tratase de dos cosas que necesariamente hayan de ir unidas. El caso de Finlandia, sociedad puntera en desarrollo económico y social muestra bien a las claras, que es posible un sistema escolar en el que no sólo el fracaso escolar es mínimo sino también, que prácticamente no hay diferencias en los resultados entre los sexos y eso en un sistema que es enteramente  público. Para contrariar todavía más la verdad oficial en nuestro país un sistema en el que, la  metodología de aprendizaje es la tradicional y completamente desburocratizado. Por cierto, en el que los niños no van al colegio hasta los 7 años y aquí pretendemos hacer también escolar la etapa 0-3 años.

Justamente por ese motivo la procedencia social del alumno apenas guarda relación con el resultado académico.  Todo lo contrario de lo que aquí sucede donde los alumnos obtienen resultados en función del extracto social del que proceden y de su condición de género. Es más, hasta la llegada del actual ministro de Educación, ese argumento se esgrimía como de autoridad, no para reconocer que la escuela estaba fracasando en su labor de hacer aflorar las aptitudes y talento de cada uno de sus alumnos más allá de su procedencia económica o de su género, sino para decir que estaba pasando lo que debía pasar: en España la escuela se había hecho universal con retraso en relación con otros países y de ahí debía derivarse que por esa misma razón nuestros alumnos tuvieran un nivel inferior. Es decir, se razonaba al revés, nuestros alumnos no fallaban porque la escuela fallase, sino porque el nivel educativo de sus padres pesaba como una losa sobre los resultados académicos de los mismos.

He vuelto a leer el Documento final  que recoge la última propuesta del ministerio  y me asombra que, con las cantidad de entidades que participan, nadie haya considerado necesario hacer mención al desigual reparto del abandono y fracaso escolar, particularmente en lo que se refiere al sexo de los alumnos y la procedencia socioeconómica, y que de ningún modo se puede pretender que quedarían recogidos en párrafos como:”Hay que prestar especial atención a los colectivos socialmente más desfavorecidos para conseguir su inclusión social y escolar, con el fin de conseguir una igualdad real de oportunidades educativas y evitar situaciones de absentismo o abandono escolar prematuro.” Claro está, que si tenemos en cuenta que los sentados a la mesa son todos aquellos, que ante afirmaciones como la de la anterior ministra de que el vigente sistema educativo era el mejor de nuestra historia, no se tomaron la molestia de desmentirlo,  quizá nuestra sorpresa haya de ser menor.

En mi opinión, aún cuando en el texto se recogen algunas propuestas que van en la dirección correcta, también al fijar objetivos o denominar algunas cosas, se trata de un nuevo intento fallido, y vamos ya por el n-ésimo, de reformular nuestro sistema educativo. Ni la metodología, ni los interlocutores parecen los necesarios para la gran reforma que el  sistema educativo está pidiendo, si de verdad queremos salir del marasmo en el que nos encontramos. Mientras tanto, todos lo pagaremos: profesores, alumnos, padres y sociedad en general, y es posible que ante un sistema que por causa de una mala concepción y funcionamiento, se produzcan situaciones de difícil gobernabilidad y control, en lugar de ir al origen del problema se sigan arbitrando medidas, que en el mejor de los casos sólo serán paliativas, como la multiplicación de personal destinado a los alumnos que fracasan y que no por ese dejarán de seguir fracasando, o propuestas como la de declarar autoridad pública al profesor, situando al alumno ante un personaje en el que no sabe donde acaba el maestro o profesor y donde comienza el policía.

1 comentario:

  1. Lo peor es que, igual que con el feminismo, la oposición está igual de despistada que el PSÖE en temas de educación.

    Reconozco que no sé del tema, pero mi impresión es que el PP está demasiado influenciado por la iglesia. Solo así entiendo esa inexplicable insistencia en una "capacidad de elegir" de los padres que tal como plantean significa convertir los colegios públicos en guetos que cualquier alumno que pueda permitirselo evitará, para ir a algún colegio concertado, aunque sea religioso.

    Aquella experta sueca lo decía bien clarito... pero en el parlamento español son igual de tozudos que en el catalán.

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