Todos recordamos aquellos primeros tiempos en los que la palabra clave para entender el estilo del señor Zapatero lo constituía el famoso talante. Palabra sobre la que se discutió su significado, interpretando cada uno según su procedencia ideológica, más o menos lo que quería. El interés por lo que tal cosa podía significar fue decayendo hasta el punto de que a día de hoy no constituye objeto de preocupación para nadie.
Más que eso preocupan los efectos de una forma de gobernar que a falta de otra mejor denominaré democratismo. En un paralelismo curioso con lo que está sucediendo en la enseñanza se diría que, al igual que en ésta se ha sustituido al profesor que enseña por el profesor que tutoriza y al alumno que aprende por el alumno que construye su autoaprendizaje, en el terreno político se hubiera sustituido al Presidente que gobierna por un Presidente que supervisa las acciones de gobierno que previamente ha delegado.
Visto desde fuera, observo que en buena medida el estilo de Zapatero consistió en que, una vez elegidos los sectores sobre los que pretendía apoyar su acción de Gobierno, decidió entregar en manos de quien creía que mejor los representaba el poder de decidir qué política llevar adelante. Todo ello sin percatarse de que la acción del Gobierno no consiste en una labor de coordinación y representación, sino que el Ejecutivo por ser el poder más fuerte, además de las funciones que le son propias es responsable en buena medida del funcionamiento general de las instituciones.
Y así, en el tema autonómico decidió dejar en manos de los catalanes lo que hubiera de ser su Estatut y con ello buena parte de la política territorial de todo el Estado; en el tema de la igualdad de género hizo otro tanto de lo mismo depositando todo el poder de decisión en las organizaciones feministas; y en la política social concediendo a los sindicatos un protagonismo y un poder que prácticamente hicieron indiscutibles sus posiciones, incluso en el momento presente cuando por mor de no haber realizado una reforma del mercado laboral, que finalmente tendrá que ser, estamos corriendo unos riesgos que claramente se nos deberían evitar.
Lo cierto es que la situación del país en el momento actual no puede ser más crítica, con una crisis económica a la que no se le acaba de hacer frente, pero también con una amenaza de crisis institucional seria en lo que afecta al Tribunal constitucional y el Estatut, y en casi todo lo que tiene que ver con la justicia con el caso del juez Garzón y el Tribunal Supremo o muy serias acusaciones contra los magistrados; y en lo relativo a la igualdad de género, con un conflicto que hasta el momento permanece oculto y larvado pero que en algún momento saldrá a la luz.
Y saldrá a la luz, porque el paquete legislativo relativo a la misma no puede ser más injusto y discriminatorio e inasumible en un Estado de derecho. Crisis que, por lo demás, no se detiene en esos aspectos y alcanza terrenos como el fracaso del sistema educativo o una clara desafección hacia la clase política. Y para nada de eso el Gobierno parece ofrecer respuesta, aferrado a la idea de que, no es ante los ciudadanos ante quien debe responder, sino ante un PP que adolece, sino de los mismos, de parecidos vicios y defectos.
El famoso talante fue una cortina de humo. En realidad talante tenemos todos. La clave de ZP fue siempre la ambigüedad. El tiempo ha permitido adjetivar el talante de ZP. Alguien que manifiesta "que hay temas que mi ideología no me permite negociar" desprende un talante mesiánico, de irracional superioridad moral frente a quienes no comparten sus ideas.
ResponderEliminarEs curioso que hace un tiempo tuve tu misma epifanía sobre la forma de gobernar de ZP, la del profe que sólo supervisa. En el tema de las políticas de "género" es patente. Su famoso "soy rojo y feminista" hizo que las fotos con los grupos feministas radicales, que le forzaron a cambiar el nombre de la ley de violencia doméstica por "género", fueran más importantes que los contenidos de las leyes que esas feministas redactaban para él a través de De la Vega. En educación más de lo mismo. La famosa educación para la ciudadanía, que muchos pensábamos buena idea al principio, terminó degenerado con la inclusión de contenidos ideológicos, con un papel esencial de la ideología de "género".
Después de lo que he escrito, costará entender que en el 2004 me dejara seducir por el famoso talante. Lo cierto es que para un 36% de los votantes españoles, sigue siendo un argumento válido para votar a ZP una y otra vez.
Vaya, por primera vez discrepo con el contenido de este blog (ya tocaba!). Es a cuenta de lo del Estatut, como si los catalanes sólo pudieran ser objeto y no sujeto en la construcción del Estado. En fin, tampoco quiero alargarme con la argumentación (dudo que se vayan a mover las respectivas posiciones), ya que lo que me ha llevado a abonarme al blog es lo de "personas y no género". Otra discrepancia (con plutarco) es lo de la educación por la ciudadania, imparto esta asignatura en un instituto y me parece una buena opción.
ResponderEliminarSon discrepancias laterales respecto al contenido central de este espacio, que me mantiene abonado al mismo, y que por eso mismo (por pereza, por no ser centrales al tema) no voy a desarrollar.
Hasta la próxima entrada, saludos
Enric, como señalo en mi comentario, la EpC no me pareció mal en su planteamiento inicial, tal y como lo desgranaban sus defensores iniciales, entre ellos el filósofo Marína: una educación cívica y consagrada a a difundir los derechos humanos. Mi hija recibe EpC, expurgada de los contenidos ideológicos, sobre todo los aspectos de "género". Nada que objetar. Al final, como en otras medidas tomadas por el actual gobierno, se fragmentará la sociedad entre los que hayan recibido una EpC de sabor ideológico y otros que lo hagan atendiendo al mandato que tiene en otros países, de civismo y respeto a los derechos humanos. Estoy seguro que tus clases son refugio de civismo y tolerancia, en los que no tiene cabida la ideología de "género".
ResponderEliminarComo vasco, comparto tus planteamientos sobre la construcción de Estatut; en cualquier caso creo que el autor de este blog lo utiliza a modo de ejemplo de su tesis, no como negación de la identidad catalana.
Lo importante en cualquier caso es la conciencia que sobre las políticas de "género" crean este y otros blogs. El juez Serrano aparece hoy en los periódicos abogando por la creación de una plataforma para corregir los excesos la Ley de Violencia de "Género".
Enric, agradezco el tono de tu comentario, aunque mi intención en la entrada no era tanto negar la capacidad de Cataluña en lo relativo a su autogobierno, como señalar que el procedimiento seguido no ha sido el mejor. Aspecto éste en el que creo están de acuerdo también muchos catalanes, nacionalistas o no.
ResponderEliminarProcuro no prodigarme en este tipo de entradas que se escapan un poco de la cabecera de la bitácora, pero me parecía que se hacía necesario reseñar que el ejercicio del poder de forma tan blanda como lo está haciendo el Gobierno Zapatero no sólo contiene ventajas, sino que como podemos comprobar algunos riesgos, y algunos no pequeños.
En la prensa de hoy aparecen algunos políticos catalanes que se encargan de recordárselo al Presidente del Gobierno.
Bueno, yo ya he perdido la confianza en el T.C. La perdí cuando dictó la sentencia sobre la Ley de la violencia de género.
ResponderEliminar¿Que ahora dice que el Estatuto de Cataluña no cabe en la Constitución? Pues entonces dijo de aquella ley que sí que cabía, haciendo una interpretación muy discutible del artículo 14.
El T.C. está desprestigiado por detalles como este, que han acabado por politizarlo. No sólo es urgente una renovación de sus miemtros, sino también una reforma de su procedimiento.
A los ciudadanos, después de ejercer nuestro derecho de crítica, sólo nos queda acatar sus sentencias aunque no se cumplan (o cumplirlas aunque no se acaten, que también es posible) y seguir con nuestros quehaceres diarios.