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01 marzo, 2008

Poco importa

Recuerdo hace muchos años, allá por los 60 del siglo pasado, aquellas palabras de una profesora que tuve en el bachillerato que nos comentaba que deseaba la “igualdad”, que quería dejar de ver cómo, cuando salían ella y su marido también profesor, con un matrimonio amigo, ellos iban delante hablando de la profesión o la política y ellas detrás hablando de otras cosas. Más tarde en la Universidad esa disparidad había desaparecido en muy gran medida. Ellas al igual que nosotros estudiaban, militaban, asistían a las asambleas, o participaban en actos de partido y/o protestas sociales y políticas. Ellas al igual que nosotros se dirigían a la asamblea, o encabezaban tal comité de partido. El ambiente era de camaradería. Por supuesto que también las había que se quedaban en su casa o se limitaban exclusivamente a estudiar, al igual que había desde el lado masculino quienes vivían apartados del movimiento opositor al franquismo o sencillamente pasaban de política y otras cosas.

También a la hora de divertirnos no parecía que se produjeran grandes diferencias tomábamos los vinos, las copas o íbamos a la discoteca igual unos que las otras. Inauguramos juntos las primeras playas nudistas y tantas cosas que parecía que nos harían olvidar como algo del pasado el cutrerío cultural y político pero también la desigualdad entre hombre y mujer. Quizá en aquellos momentos la idea de igualdad parecía al alcance de la mano, incluso cosa fácil, se trataba sobre todo de buena voluntad y deseos de alcanzarla. Por lo demás parecía que a las mujeres no había que decirles lo que tenían que hacer, ellas por sí mismas sabían bien lo que querían.

Más adelante, ya casado y con hijo, comenzó a preocuparme la insistencia de algunas noticias y estadísticas que insistían en la desigualdad. Siempre imprecisas, mayormente referidas al reparto de las tareas del hogar. Habíamos conseguido la igualdad jurídica de hombres y mujeres, estaban vigentes los derechos al aborto y al divorcio, la incorporación de la mujer a la vida laboral se producía a un ritmo vertiginoso, en la Universidad ellas eran mayoría, nuestro país tenía la tasa de natalidad más baja del mundo, la imagen del padre que paseaba el carrito de su hijo era cada vez más frecuente, se procuraba que los niños y las niñas tuvieran los mismos juegos, la enseñanza era mixta, las mujeres viajaban solas, vestían con absoluta libertad, desde luego mucho mayor que los hombres pero, día a día con una insistencia machacona, la idea que se repetía era la de desigualdad, la de discriminación, la de patriarcado y machismo.

No sabría decir muy bien cómo, caí en Ahige y algún foro más. El choque fue brutal, mi idea de igualdad no sólo era una quimera, es que además los hombres éramos unos seres a los que había que vigilar bien de cerca porque generalmente derivábamos en lo peor. No sólo habíamos creado el patriarcado para dominar y explotar (sic) a las mujeres sino que en nuestro afán por perpetuarlo no dudábamos en utilizar todo tipo de violencias hasta el punto de asesinar a nuestras compañeras. Y que nadie se creyese a salvo. El mal estaba dentro de cada hombre y podía saltar en el momento más inesperado. La mujer por el contrario era un ser dominado y explotado, la víctima sobre la que el varón descargaba todos sus golpes. Unos años más tarde veo con sorpresa y desagrado que esas ideas que yo creía de un grupo de iluminados, son las que se hacen valer socialmente, aunque quizá se cuiden un poco más las formas de lo que hacían los gestores de la citada asociación. Ahora éste parece ser el planteamiento de fondo en la política y en los medios.

Poco importa que ellas representen el 40% del mercado laboral, siempre se podrá aducir que como entre ellas hay más contrato a tiempo parcial, lo suyo son los contratos basura y que la discriminación continúa. Aunque con preferencia se recurre a las remuneraciones y en un ejercicio imposible desde el punto de vista de la Teoría Económica y el Derecho, se diga que cobran un 40, un 30 o un 20% menos, la disparidad de porcentajes parece ser un detalle menor aun cuando el 10 o el 20% del sueldo de 8.000.000 de trabajadoras, debería ser un dato imposible para pasar desapercibido. Poco importa que representen el 70% de las carreras universitarias, ya que siempre se podrá aducir que son menos en las carreras técnicas. Poco importa que copen la mayoría de puestos en la Educación, la Sanidad o la Justicia, o que su la tendencia a ocupar puestos en la Administración, sea muy superior a la de los varones y así en la Autonómica, que es de más reciente creación, ocupen más del 60 de las ocupaciones. Poco importa que se hayan dictado las leyes sobre acoso laboral, divorcio, contra la violencia de género o la de igualdad, o la ley de dependencia con un clarísimo sesgo feminista y femenino.

Poco importa que la obligatoriedad de la guerra sea de ellos, que los trabajos más duros y penosos los desempeñen ellos, poco importa que sean ellos quienes sufran la práctica totalidad de los accidentes laborales con resultado de muerte o con invalidez para toda la vida, poco importa que las cárceles estén llenas de hombres - por cierto las más llenas de Europa-, poco que él sea quien se arroje al mar cuando su hijo está en riesgo de ahogarse, poco importará algún heroísmo más, poco importa que su signo parezca haber nacido para trabajar pues la mayoría se mueren al poco tiempo de alcanzar la jubilación, poco importa que haya el mismo porcentaje de hombres que de mujeres que apoyarían la elección de una mujer para presidenta en EE.UU, Francia, Argentina o España, poco importa que en la oposición a la guerra de Irak, o en el desastre del Prestige, lo mismo que ante lo que está pasando en Oriente Medio, no se conozcan diferencias entre uno y otro sexo. Poco importa que en la cárcel de Abu Ghraib la escala de mando fuese toda femenina, que si hubiéramos de hacer caso de los medios de comunicación y la mayoría de los políticos, esas cosas poco importan, porque el signo de los hombres como dice el fotógrafo italiano es haber nacido verdugos y por tanto el año cero de la igualdad será siempre un futurible que si en algún momento se centró en la igualdad de derechos y luego en el uso de la discriminación positiva y otras ventajas legales, ahora se cifra en cambiar al hombre hasta sacarle el bicho que lleva dentro, y para ello hace falta comenzar por el niño. Claro que tratándose de materia tan delicada e imprecisa, y luego de la larga historia de fracasos bien pudiera suceder lo que hasta el presente viene sucediendo, que todo lo realizado es nada, porque lo más importante siempre está por venir, y mientras tanto lo que fue un bello ideal, se convierta en el viaje que conduce a dónde nadie habría deseado llegar y se repita la trágica historia de otros paraísos terrenales que estaban ahí al alcance de todos, hasta que se convirtieron en pesadilla.





2 comentarios:

  1. La propaganda de ese imbécil da ciertamente asco. Parece moda entre los publicistas italianos el hacer de cualquier tragedia un circo y demostrar una falta absoluta de escrupulos con tal de hacerse notar.

    Alguien debería detenerlos. Los varones estamos pagando muy cara nuestra falta de conciencia de género, nuestra falta de movilización y nuestra apatía.

    Y la vamos a pagar más caro aún si seguimos esta locura sin movernos del sitio.

    Salud.

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  2. Me he tomado la libertad de hablar de tu blog a Fidelbogen, el autor de un blog que suelo leer. Esta ha sido su elogiosa respuesta:


    http://counterfem.blogspot.com/2008/03/contra-feminismo-en-espaol.html#links

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