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24 agosto, 2010

Miguel Lorente y la violencia de género


 Leyendo el artículo uno tiene la sensación de que Miguel Lorente se refiere a una sociedad que no es la nuestra, como si de repente hubiéramos retrocedido décadas, incluso siglos. Hablar de la violencia de género como costumbre, hablar de ella como una conducta que  “cuenta con el beneplácito de una cultura que la ha normalizado y que cuestiona más a las víctimas y a quienes hablamos de ella que a los agresores y a quienes, de alguna manera, minimizan el calado de esa violencia.” resulta cuando menos un diagnóstico equivocado para una sociedad en la que, desde hace muchísimo tiempo por no decir siempre, tal comportamiento es señalado como el más aborrecible y donde el conjunto de la sociedad: legisladores, jueces, periodistas… se han volcado con éste y anteriores Gobiernos.


Cosa diferente es que se pretenda que en este tema no se pueda ejercer la crítica democrática, o que cualquier crítica se presente como un ataque a las víctimas y no a los gestores de las políticas  desarrolladas en relación con este tema, también diferente de  entender la crítica no como una contribución a la solución del problema sino siempre como un obstáculo o, como me temo,  pretender  que no se pueda poner en duda unas opiniones como las que expresa en este artículo, donde  equivoca de forma tan importante el diagnóstico sobre una sociedad en la que la mujer no sólo goza de los mismos derechos y garantías jurídicas que el varón sino que en multitud de planos sociales: universidad, trabajo, derechos sobre la reproducción, índices de consumo y cuidado personal… etcétera su situación no sólo es comparable  sino que en muchos de ellos supera la de los hombres.


Pero como ya puso de manifiesto en el momento de presentar la reciente encuesta sobre las actitudes de los ciudadanos ante esta violencia, parece que se está especializando en buscar culpabilidades en todas partes menos en sus políticas y las del departamento del que él es responsable. Si primero culpabilizó a las víctimas y sus familiares por no presentar suficientes denuncias, y luego acusó a los jueces de excesiva benignidad,  ahora parece que la responsabilidad se extiende como una mancha por todo el tejido social cuando se afirma que se cuestiona más a la víctimas que a los agresores o que se trata de de una conducta “normalizada”.  Si los datos de estadísticas confeccionadas de forma poco escrupulosa acaban induciendo a error en las políticas y las estrategias a desarrollar la culpa no es de una realidad que no confirma esos números sino más bien del método con el que han sido obtenidos y la teoría social que los respalda. 


Desgranando el contenido del artículo yo destacaría el nuevo giro de tuerca que supone abandonar como elemento explicativo de esta violencia, no sólo el  marco jurídico, social y político,  sino también  las circunstancias personales, al desligar esa violencia de los “elementos individuales que definen la relación de pareja”, para decidir  situarla en un limbo: “sino como una situación general traída por la desigualdad atávica”. Lo que supone tal como él nos dice que  dejaría de ser relevante  “si ella gana más dinero que él o tiene más estatus, si existe dependencia material…” pues eso entra en franca contradicción con todo lo dicho anteriormente por el feminismo, también con la encuesta que el propio Ministerio de Igualdad utiliza para conocer esa violencia  basada en justamente los “elementos individuales que definen la relación de pareja”.  


Pero si llamativo resulta la forma en que se carga toda la historia del feminismo desde sus orígenes al decir que la raíz de la desigualdad ni es social, ni es personal, sino atávica, sin que se nos diga por qué vía, más llamativo resulta que ahora también se sostenga que la violencia de género no busca los objetivos de dominación y subordinación: “No es una violencia que busca esos objetivos -se refiere a los del artículo 1 de la Ley- sino que nace de esas circunstancias, y no como parte de un contexto individual de relación de pareja, sino como una situación general traída por la desigualdad atávica.” Ya que hasta el presente justamente se hablaba de ese como el mejor elemento que la caracterizaba, aunque ahora parezca que se trata de la “desigualdad atávica” sin que nos sea claro discernir que puede encerrar tal expresión.


Y un poco más adelante decir: “Por eso el agresor tiene que ser un hombre, la víctima una mujer, y las circunstancias la relación de pareja” , y entonces preguntarnos, cómo es posible que un delito que es definido por el sexo de los agentes activo y pasivo no constituya derecho de autor y  violación del artículo 14 de la Constitución en lo relativo a discriminación por razón de sexo, aunque también para esta cuestión nos da su particular visión de las cosas y las leyes cuando dice: “Y si existe la discriminación por razón de sexo, significa que son las mujeres las que la han sufrido en una historia que abraza al presente.” Es decir, no se produce discriminación por razón de sexo ya que según su particular lectura de la Constitución el artículo 14 al hablar de discriminación por razón de sexo no se estaría refiriendo tanto a hombres como a mujeres, sino exclusivamente a ellas.


Como resumen diría que Miguel Lorente pretende con este artículo alejar las responsabilidades que le corresponden como responsable del gobierno para  una violencia que se ha vuelto a disparar. Y por eso se hace necesario recordarle una vez más que si la realidad desdice una teoría, lo lógico no es mantener la teoría pensando que sea la realidad la que acabe viniendo a ella, sino cambiar una teoría que equivoca la sociedad en que se asienta y, como consecuencia de ese error, el diagnóstico y las medidas a arbitrar para corregir un fenómeno como la violencia doméstica. Ser juez y parte en este asunto como lo está siendo el feminismo institucional puede acabar confundiendo las necesidades propias con el objetivo social que se pretende alcanzar: en este caso hacer mínima la violencia doméstica sin que por ello se resiente el Estado de derecho.

3 comentarios:

  1. Excelente. Vuelvo a conectarme después de semanas y un post con tanta sensatez es una buena bocanada de aire fresco.
    Me pregunto por que estas cuestiones tan pertinentes y sensatas sólo las encuentro en estos rincones perdidos de internet y no en los principales media. La respuesta a bote pronto que se me ocurre es: ceguera ideológica dominante (¿tantos, tan ciegos?) i/o autoconstricción por miedo de lo políticamente correcto por parte de los grandes media.
    En fin, archivos y hemerotecas guardaran la memoria de esta confusión, como ahora nos ilustran sobre lo que sucedió con el fascismo y el stalinismo.
    Me entran ganas de escribir "el pobre" Lorente, por tanta mentira y fanatismo con el que debe vivir. Bueno, lo dejo en este breve comentario. Trato de recordarme que lo que importa son las ideas del personaje, no su ("pobre") persona

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  2. juanmaria2008@gmail.com9:20 p. m.

    De acuerdo, excelente reflexión de Emilio que tiene un ojo tremendamente perspicaz para detectar estos truños.

    Lo que Carbó llama autoconstricción, se ha llamado toda la vida de dios autocensura y existe desde los tiempos de la diosa Angerona, la diosa del silencio.

    La autocensura, o autoconstricción, se llama autorregulación de los medios cuando interviene el Mº de Inequidad. Podíamos revisar estas normas impuestas de autorregulación. Por ejemplo, jamás se informará de un suicidio por el efecrto Werther, pero se despreciará el efecto Werther cuando haya un caso que aunque sea remotamente se aproxime a los cánones de la Violencia de género.

    Pobre hijas de Lorente: tienen un padre que las desatiende pero no tiene remordimientos por su descuido. Si fuera Ingeniero de caminos o transportista, lo que él hace sería despreciable, pero como vive en Madrid para ser lo que es, está todo justificado. Son sus palabras.

    Pobre hijas de Lorente. Y no solo por tener un padre tan inconsistente.

    ¿Cuándo se han presentado a unas elecciones Lorente? ¿Será el candidato del PSOE por Granada o Jaen?

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  3. Os agradezco los comentarios. Un saludo

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