El artículo de Miguel Lorente que vengo comentando concluye con estas dos frases.
“… La igualdad es la mejor medida de protección que podemos darnos para conseguirlo, y por ello tenemos que trabajar para alcanzarla y para velar por su cumplimiento.”
“Quien teme a la igualdad es un poco como el verano, aparentemente estable y claro, pero cargado de tormentas sorpresivas que buscan arrastrar lo nuevo para dejar las raíces de siempre.”
En mi idea de igualdad estaría en primer lugar la igualdad jurídica, la consideración de que las personas (hombres y mujeres) somos iguales ante la ley y respondemos de nuestros exclusivos actos, lo que supondría por tanto el final de esta dualidad actual en la que el Estado de derecho es para ellas, mientras que para el varón lo que rige es una especie de Leviatán del que hablaba Hobbes. Como estaría también, un régimen de separación matrimonial que incluyera como opción preferente la custodia compartida y el reparto de los bienes de la sociedad matrimonial, o el estudio en profundidad del fracaso escolar masculino y en qué medida la escuela se adapta peor a los varones, así como la fijación de las medidas correctoras del propio fracaso y del gap que separa a chicos de chicas.
Debería contener la exigencia de que el impacto de la crisis en términos de empleo no recaiga, de la forma desproporcionada en que lo hace, del lado de los varones y que la creación de empleo público no favoreciese de la forma escandalosa que lo está haciendo el empleo femenino. Supondría que la corrección del impacto de género de cualquier medida no se limitase a los casos en que es en perjuicio de ellas, sino de ambos, varones y mujeres. Supondría acabar con la actual administración paralela de organismos por y para la mujer, para transformarlos en la medida que continuasen siendo precisos en organismos para la igualdad y, en consecuencia, cesase este estado de cosas en que quienes dicen cómo haya de ser interpretada la igualdad incluso la Constitución y las leyes deban ser las organizaciones feministas y de mujeres.
Supondría que todo el aparato estadístico del Estado corrigiese el sesgo de género que ahora mismo lo caracteriza y las encuestas sobre violencia, en el ámbito que fuese, se pasasen sin sesgo a ellos y ellas… Y así podría continuar largo y tendido.
Pero lo que parece claro es que esta idea de igualdad nada tiene que ver con la que maneja el señor Lorente, el ministerio de Igualdad, el feminismo de género y el Gobierno, por tanto quizá, por dónde convendría comenzar sería por reclamar de quienes desde el Gobierno y los organismos públicos se dicen agentes de la igualdad nos expliquen por qué un fenómeno que no es de ahora sino como mínimo de hace 20 años como el fuerte gap existente entre el fracaso escolar masculino y el femenino no forma parte de la agenda de igualdad; o la dualidad de la estructura del mercado de trabajo con empleos de oficina para ellas y del tajo para ellos, y en qué medida, eso incide en el reparto de las tareas del hogar; y por qué no, un estudio sin sesgo de género sobre el empleo de tiempos de ellos y ellas a las tareas domésticas y al trabajo fuera de casa a fin de acabar con la falacia de la doble jornada laboral de ellas y el escaqueo de ellos, así como que deje de producirse el silencio estadístico y de todo tipo que opera a la hora de mostrar el malestar y el dolor masculino…
Y, desde luego, cesar en ese intento de que la igualdad consista en que ellas suban en ascensor y con botones y ellos a pie por la escalera; o sólo se dé a conocer la violencia, pero no los cambios legales y de todo tipo que en nuestra sociedad se están produciendo en beneficio de ellas y en perjuicio de ellos. Nuestros representantes políticos deben dejar de escurrir el bulto y explicarnos a todos, en sus campañas electorales y fuera de ellas, por qué son partidarios de que los hombres sean castigados por la ley penal con un baremo diferente al que se aplica a las mujeres y, de paso nos expliquen qué pasó con la custodia compartida. En fin, deberían comenzar a explicarnos su idea de igualdad para poder decirles que la nuestra es diferente y que están generando una importante fractura social y, que si no quieren verse arrastrados por el actual descrédito del feminismo deberían comenzar por de pronto a corregir todas estas cosas.
Cerraba su artículo Lorente así: “Quien teme a la igualdad es un poco como el verano, aparentemente estable y claro, pero cargado de tormentas sorpresivas que buscan arrastrar lo nuevo para dejar las raíces de siempre”. Yo le digo que se aplique el cuento.
Para mí, igualdad sería que Bibiana Aído cobrase lo mismo que la señora de la limpieza que todos los días le limpia el despacho. Pero por simple e inequívoco que resulte el ejemplo, curiosamente no se suele hablar de esa desigualdad evidente, cuando lo cierto es que existe una diferencia enorme, tanto en retribución como en condiciones laborales, entre los grupos sociales en los que se insertan Bibiana Aído y las señoras de la limpieza. El problema de fondo es que abordamos un tema usando un término ("igualdad" en este caso) que ha sido definido desde la óptica del Poder, y en su propio beneficio. "Igualdad" es una expresión que en estos tiempos tiene en sí misma un valor semántico positivo, como sucede con "libertad", "solidaridad", "tolerancia", y en oposición a otras cuya simple mención en nuestros días conlleva un valor negativo, como "machismo", "intolerancia", "autoritarismo", "represión", "fascismo" o "fanatismo". Llamar a las cosas por su nombre puede tener en la actualidad un coste político inasumible, y no es casualidad que los antiguos "ministerios de la guerra" se llamen ahora "ministerios de defensa", aunque obviamente su función sea la misma. Por eso nada más inteligente que hablar de "Ministerio de Igualdad" o "políticas de igualdad", porque sin necesidad de matizar qué se entiende por tales, aquellos conceptos invocan unos principios fraternales que difícilmente podrían ser puestos en duda, y en la medida que las ideas aristocráticas sobre la sociedad parecen estar pasadas de moda. Otra cosa es que ciertamente o no aquellas definiciones aludan a lo que realmente hay detrás de ellas. Porque sólo los ingenuos o los cínicos podrían coincidir en la supuesta bondad de intenciones que se esconde detrás del perverso uso de la voz "igualdad". Significativamente, los mismos que invocan una y otra vez la lucha contra un lenguaje que consideran "sexista" son los mejores malabaristas a la hora de legitimar unas leyes e instituciones llamándolas justamente de forma contraria a lo que aquellas conllevan. ¿Pensarán que todo el mundo es de su condición?
ResponderEliminarJosé Perera
En mi opinión el feminismo ha acabado con la izquierda y la idea de igualdad relacionada con los diferentes niveles socioeconómicos existentes en la sociedad. Un proletario puede que lleve una vida muy dura pero no deja de ser un varón. Una mujer rica por muy ociosa que sea no deja de ser una mujer.
ResponderEliminarNo se trata por lo demás de principios teóricos sino fácilmente observables en la práctica. Las ayudas establecidas en los últimos años con muy diversos motivos se hacen en función no del nivel socieconómico del perceptor, sino de su sexo, a veces, de su edad.
El peso de la crisis el Gobierno lo está haciendo recaer sobre determinados estratos de las clases medias y baja. Desde hace varios meses se habla de un impuesto a los ricos que finalmente, si llega a ser, seguramente no sea más que algo completamente simbólico.
No se entiende, por ejemplo, que la actual situación no esté representando un acicate para perseguir el fraude fiscal, que alcanza nada menos que 70.000 millones de euros, mucho más de lo que representan todas las demás medidas de ajuste juntas.
Se podría hacer un análisis mucho más extenso incluyendo, por ejemplo, variables como que el ascensor social ha dejado de funcionar hace mucho, o el mismo fracaso escolar como primer eslabón para el fracaso labora y la exclusión social … pero quizá en otra ocasión.
Lo más sorprende de todo es que la igualdad del feminismo relega a la nada la igualdad de clases, pero sin que su igualdad aproxime a los sexos. Al final todos corriendo detrás de una pancarta que dice igualdad pero que conduce a dónde...
ResponderEliminarAlberto